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Full text of "Llamamiento"

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LLAMAMIENTO 



Y OTROS FOGONAZOS 



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A MACHADO LIBROS 



LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09 



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@&3¡&s © ® © 

Licencia Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 2.5 España 

Se permite copiar, distribuir y comunicar públicamente la obra, siempre que se 
reconozcan los créditos de la misma de la manera especificada por el autor o 
licenciador. No se puede utilizar esta obra con fines comerciales. No se puede 
alterar, transformar o generar una obra derivada a partir de ésta. En cualquier uso 
o distribución de la obra se deberán establecer claramente los términos de esta 
licencia. Se podrá prescindir de cualquiera de estas condiciones siempre que se 
obtenga el permiso expreso del titular de los derechos de autor. 

© de la presente edición: 

2009 Ediciones Acuarela y Machado Grupo de Distribución, S.L. 



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Fuente original: 

www.bloom0101.org 

Traducción: 

Ramón Vilatová Pigrau y Alida Díaz 

Maquetación: 

Antonio Borrallo 

Edición: 

Ediciones Acuarela 

info@acuarelalibros.com 

www.acuarelalibros.com 

Machado Grupo de Distribución, S.L. 
C/ Labradores, 5 - Urb. Prado del Espino 
28660 Boadilla del Monte (Madrid) 
machadolibros@machadolibros.com 
www.machadolibros.com 

Impresión: 

Top Printer Plus 
Mós toles. Madrid 
ISBN: 978-84-7774-202-9 
Depósito legal: M-20.737-2009 



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ÍNDICE 



NOTA DE LOS EDITORES 7 

LLAMAMIENTO Y OTROS FOGONAZOS 9 

Y la guerra apenas ha comenzado 1 1 

El Gran Juego de la guerra civil 23 

Llamamiento 27 

El bello infierno 103 

Comunicados del Comité de Ocupación de la Sorbona en el 

Exilio (COSE) 123 

— Comunicado n.° 1 (Rectificación) 124 

— Comunicado n. " 2 (Precisiones) 1 26 

— Comunicado n. ° 4 (Ultimo comunicado del COSE.) 1 32 

A un amigo (Algunos agentes del Partido Imaginario) 153 

RESONANCIAS DEL LLAMAMIENTO: UNA DISCUSIÓN 

COLECTIVA 177 



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NOTA DE LOS EDITORES 



La publicación de libros políticos, críticos o radicales es 
frecuente, pero ¿qué vuelve política la edición de un texto polí- 
tico? Por muy explosivo que sea el contenido de un texto, el 
proceso editorial puede ser perfectamente técnico, comercial, 
automático. Mero funcionamiento. En esos casos la editorial 
simplemente hace valer (mejor o peor) su posición de inter- 
mediario entre escritura y mercado. Esa es la situación nor- 
mal, en la que no pasa nada. Pero si existe una implicación sub- 
jetiva auténtica de los editores con el contenido, pronto nos 
asaltarán otras necesidades, otras preguntas. ¿Cómo hacer? 
¿Cómo situarse a la altura de las intensidades que dieron lugar 
a lo que se edita? ¿Cómo publicar un libro puede activar pro- 
cesos de pensamiento, construcción, encuentros? ¿Cómo salir 
transformados tras cada título? Sin duda, este Llamamiento es 
uno de esos textos que importunan el mero funcionamiento, 
que no lo deja en paz. Nos quema entre las manos. Y por ello 
mismo nos azuza a salir del escondrijo que tantas veces supo- 
ne la figura del (Bloom-) editor. Su fuerza de interpelación 
nos requiere, más allá de toda relación "profesional" frivola y 
oportunista con sus enunciados. Nos obliga a exponernos: 
¿por qué se edita algo así? ¿Cómo y por qué se publica a tra- 
vés de los canales comerciales un texto que los rechazó en su 
día? ¿Qué tipo de contribución es esta? ¿A qué búsquedas, a 
qué prácticas? ¿Cómo podría vincularse concretamente con 



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ellas? Una de las vías que encontramos para elaborar respues- 
tas a esas preguntas fue organizar la conversación colectiva 
que cierra el libro, entre amigos y compañeros de Barcelona 
y Madrid que se sentían igualmente llamados de diversas for- 
mas por el Llamamiento. Como elaboración común de las 
potencias y problemas que vemos. Como una posibilidad de 
tejer y fortalecer complicidades en torno a un texto. Como 
manera de sondear los efectos que genera. Y como una suer- 
te de "presentación-reapropiación" en el contexto español, de 
acuerdo con sus autores: "Desde luego, el background del 
Uamamiento es la realidad 'francesa', así que algo que pueda 
recontextualizarlo en una situación 'extranjera' y más recien- 
te nos parece un buen camino. Probablemente el único cami- 
no para mantener vivo un texto". 



Libros -C\- 

Majo 2009 



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Y LA GUERRA APENAS HA COMENZADO* 



A los niños perdidos" 1 

En el gran cuerpo social del Imperio, en el gran cuerpo 
social del Imperio que tiene la consistencia y la inercia de una 
medusa varada, en el gran cuerpo social del Imperio que es 
como una enorme medusa varada con toda su redondez 
sobre toda la redondez de la Tierra, se han plantado electro- 
dos, centenares, miles de electrodos, un número increíble de 
electrodos. 

De tipos tan diversos que incluso ya los hay que ni pare- 
cen electrodos. 

Esta el electrodo Tele, por supuesto, pero también el elec- 
trodo Dinero, el electrodo Farmacéutica y el electrodo 
Jovencita 2 . 



* Transcripción de un cortometraje anónimo de 18'. Color, 2001 . 

1. Las frases en cursiva que están intercaladas en el guión, corresponden a 
leyendas que aparecen como carteles o sobreimpresas en algunas imágenes en 
el transcurso de la película. (N. del T.) 

2. "Jeune Filié", en francés en el original. Para la definición de Jovencita cita- 
mos algunas descripciones extraídas del libro: Tiqqun, Premiers matériaux pour 
une theórie de la Jeune Filie, Mille et une nuit, París, 1999. (N. del T.) 

"La jovencita es un agente de animación en la gestión dictatorial de los placeres" 
"La jovencita es toda la realidad de los códigos abstractos del espectáculo" 
"La jovencita es una mentira de la que el rostro es el apogeo" 

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Por medio de estos miles, estos millones de electrodos, de 
naturaleza tan diversa que he renunciado a contarlos, se man- 
tiene el encefalograma plano de la metrópolis imperial. 

Por estos canales, imperceptibles para la mayoría, se emi- 
ten sin pausa las informaciones, los cambios de ánimo, los 
afectos y contra-afectos susceptibles de prolongar el sueño 
universal. Y notad que paso por alto todos los dispositivos de 
captura agregados a estos electrodos, sobre todo periodistas, 
sociólogos, policías, intelectuales, profesores y demás agentes 
de un incomprensible voluntariado al que se le ha delegado la 
tarea de orientar la actividad de los electrodos. 

Es conveniente mantener un cierto nivel de angustia con 
el fin de preservar la disponibilidad general a la regresión, el 
gusto por la dependencia. 

No por casualidad se difunde en el momento oportuno 
tal o cual sentimiento de terror, de conformismo o de ame- 
naza. 

Nadie debe librarse de esta posición infantil de pasividad 
hastiada o pendenciera, de saciedad entumecida o de reivindi- 
cación quejosa que produce el malvado murmullo de la incu- 
badora imperial. 

Se dice "el tiempo de los héroes ha pasado", con la espe- 
ranza de enterrar junto a él toda forma de heroísmo. 

El sueño de la época no es el buen sueño que procura el 
descanso, sino más bien un sueño angustiado que os deja más 
exhaustos todavía, deseosos solamente de volver a él para ale- 



"La jovencita muchas veces padece de vértigo, cuando el mundo deja de girar 

a su alrededor" 

"Como el dinero, la jovencita es equivalente sólo a ella misma" 

"La jovencita no envejece, se descompone" 

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jaros un poco más de la irritante realidad. Es la anestesia que 
requiere una anestesia aún más profunda. 

Aquellos que por suerte o por desgracia se sustraen al 
sueño prescrito, nacen a este mundo como niños perdidos. 

¿Dónde están las palabras, dónde la casa, dónde mis ante- 
pasados, dónde están mis amores, dónde mis amigos? 

No existen, mi niño. Todo está por construir. Debes 
construir la lengua que habitarás y debes encontrar los ante- 
pasados que te hagan más libre. Debes construir la casa 
donde ya no vivirás solo. Y debes construir la nueva educa- 
ción sentimental mediante la que amarás de nuevo. Y todo 
esto lo edificarás sobre la hostilidad general, porque los que 
se han despertado son la pesadilla de aquellos que todavía 
duermen. 



La superación viene siempre de otro lugar 

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Aquí prevalece la regla de no-actuar, que se expresa así: la 
fecundidad de la acción verdadera reside en el interior de ella 
misma; podría decirlo de otro modo, podría decir: la acción 
verdadera no es un proyecto que uno realiza, sino un proce- 
so al cual uno se abandona. 

Quien actúa, actúa hoy como niño perdido. 

La errancia gobierna este abandono. Vagamos. Vagamos 
entre las ruinas de la civilización; y precisamente porque se 
encuentra en ruinas, no nos será dada la posibilidad de 
enfrentarla. Es una guerra bien curiosa esta en la que nos 
hallamos comprometidos. Una guerra que requiere que se 
creen mundos y lenguajes, que se abran y ofrezcan lugares, 
que se constituyan hogares, en medio del desastre. 

Existe esa vieja noción, bolchevique y, ciertamente, un 
poco frígida: la construcción del Partido. Creo que nuestra 
guerra es la de construir el Partido o, más bien, la de dar un 
contenido nuevo a esa ficción despoblada. 

Una sociedad que ha agotado el conjunto de sus posibilidades 
vitales tiene buenas rabones para juagar como "terrorista" todo 
'lo que se experimente más allá de ella. 



Charlamos, nos besamos, preparamos una película, una 
fiesta, una revuelta, encontramos un amigo, compartimos una 
comida, una cama, nos amamos, en otras palabras: construi- 
mos el Partido. 

Las ficciones son cosas serias. Necesitamos ficciones para 
creer en la realidad de lo que vivimos. El Partido es la ficción 
central, la que recapitula la guerra en curso. 



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En los últimos siglos del Imperio Romano todo estaba 
desgastado por igual. Los cuerpos estaban fatigados, los dio- 
ses moribundos y la presencia en crisis. Desde las cuatro 
esquinas de un mundo en exilio, resonaba el mismo ruego: 
que se termine con esto. El fin de una civilización espoleaba 
la búsqueda de otro comienzo. Vagar apaciguaba el senti- 
miento de ser extranjero en todas partes. 

Era necesario librarse del comercio de los civilizados. 

Y mientras célebres sectas experimentaban singulares for- 
mas de comunismo, algunos buscaban en la soledad el éxodo 
necesario. Se llamaban a sí mismos los monachoi, los solita- 
rios, los únicos. Se acomodaban en el desierto, solos, a dece- 
nas de kilómetros de Alejandría; y pronto fueron tantos, esos 
solitarios, esos desertores, que tuvieron que inventarse reglas 
para una vida colectiva. Y la influencia que tuvo sobre ellos el 
ascetismo cristiano, los empujó a constituir los primeros 
monasterios. 

Pero para el brujo, el más allá se encuentra aquí mismo 

Y se puede afirmar que de los primeros monasterios nació, 
en poco tiempo, una civilización todavía más detestable que 
aquella que la había precedido, pero en cualquier caso nació 
de allí. 

Digo esto para defender e ilustrar el valor estratégico de la 
retirada ofensiva. Es propio del arte de la guerra que en cier- 
tos momentos valga más producir lugares y amistades que 
armas y escudos. 

Quien se exilia, exilia; el extranjero que parte se lleva con- 
sigo la ciudad habitable. 

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No puede ser más que el fin de un mundo, avanzando 

Los padres desaparecieron en primer lugar. Se fueron a 
la fábrica, a la oficina. Luego fueron las madres las que, 
a su vez, partieron a la fábrica, a la oficina. Y cada vez 
no eran los padres o las madres los que desaparecían, sino 
un orden simbólico, un mundo. El mundo de los padres 
desapareció en primer lugar, luego lo hizo el de las madres, 
el orden simbólico de la madre, que hasta entonces nada 
había logrado socavar. Y esta pérdida es tan incalculable y 
el duelo por ello tan enorme, que nadie consiente hacerlo. 
El Imperio resume el deseo de que un neo-matriarcado 
tome mecánicamente el relevo del difunto patriarcado. Y 
no hay revuelta más absoluta que aquella que desafía esa 
indulgente dominación, ese poder cordial, esa empresa 
maternal. 



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Los niños perdidos son los huérfanos de todos los órde- 
nes conocidos. Bienaventurados los huérfanos, el caos del 
mundo les pertenece. 

Lloras por lo que has perdido. Lo hemos perdido todo, en 
efecto. Pero mira a nuestro alrededor, hemos ganado herma- 
nos, hemos ganado hermanas, tantos hermanos y tantas her- 
manas. Ahora, sólo esta nostalgia nos separa, y eso es algo 
inédito. 

Caminas, estás perdido; no encuentras en ningún lugar la 
medida de tu valor; caminas, y no sabes quién eres y no tie- 
nes valor, como el primer hombre. 

Vas por los caminos. 

Pero si no estuvieses tan perdido, no llevarías en ti esta 
fatalidad de encuentros. 

Huyamos, ya es la hora; pero te lo ruego, huyamos juntos. 
Fíjate en nuestros gestos, la gracia que nace en el interior de 




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nuestros gestos; fíjate en nuestros cuerpos, cómo se inter- 
cambian con fluidez, cuánto tiempo hacía que no se abatía 
sobre el mundo tanta gratuidad. 

Mira este abandono, cuan bueno es que nada pueda alcan- 
zarnos. 

Pero tú lo sabes, todavía hay muros contra ese comunis- 
mo. Hay muros en nosotros, entre nosotros, que amenazan 
sin cesar. 

No hemos dejado este mundo. 

Aún hay envidia, estupidez, el deseo de ser alguien, de ser 
reconocido, la necesidad de valer algo y, peor aún, la necesi- 
dad de autoridad. Son las ruinas que el viejo mundo ha deja- 
do en nosotros y que no hemos abandonado. A la luz de cier- 
tos proyectores, a veces nuestra caída nos produce la sensa- 
ción de una decadencia. 

¿Adonde vamos? 

Están las Cataras, que detestan a los maridos mucho más 
que a los amantes. Están los Gnósticos, que encuentran más 
encanto en la orgía que en el apareamiento solitario. Está ese 
obispo de la Italia del siglo quince que sostiene hasta la exco- 
mulgación que una mujer que niega su cuerpo a un hombre que 
se lo pide por caridad, comete un pecado. Están los Begardos y 
las Beguinas, que viven en casas colectivas y que, en la extrema 
desocupación, pasan a hacerse visitas. Están los Espirituales, que 
aseguran que para los perfectos no existe el pecado; se llaman 
hermanos y hermanas y para ellos San Valentín no celebra la 
pareja, sino el día en que la dama puede ir con quien le plazca. 

Y ahora están las metrópolis, apropiarse de lo inapropiable, 
fingir que ignoramos nuestra perdición, jugar a ser hombre, 

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mujer, marido, amante, jugar a la pareja, ocuparse. Acomodarse 
al más penoso de los infantilismos como la cosa más seria del 
mundo. Olvidar, en un exceso de sentimientos, el cinismo al 
que nos condena la vida en las metrópolis, y hablar de amor, 
todavía y siempre, después de tantas rupturas. 

¡¡¡ATT-AC al estercolero!!! 

Aquellos que dicen que otro mundo es posible y no acre- 
ditan otra educación sentimental que la de las novelas y los 
telefilmes, merecen que se les escupa a la cara. 

No conozco estado más abyecto que el estado amoroso. 
Entre amar y estar enamorado hay toda la diferencia entre un 
destino que se asume y una condición que se padece. 

Queremos extraer del amor toda posesión, toda identifica- 
ción, para ser por fin capaces de amar. 

La cuestión es saber si el comunismo es la propiedad 
colectiva o la ausencia de propiedad, para después saber qué 
es la ausencia de propiedad. El modo como nosotros practi- 
camos el comunismo es el libre uso, es la puesta en común. 
Decidir el libre uso de cierta cantidad de cosas que se poseen. 

Lo que hacemos, mediante el compartir absoluto entre los 
seres, es darle a la forma exterior de la propiedad un conteni- 
do que la sabotea. Lo importante ahí no es el objeto compar- 
tido, sino el modo contingente en que se comparte, que siem- 
pre está por construir. 

La orgía prueba solamente esto: que la sexualidad no es nada, 
nada más que un cierto punto en la distancia entre los cuerpos. 

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LA ATENCIÓN como contenido terrestre de la idea de amor. 

Si tuviese que definir el viejo mundo, diría que el viejo 
mundo es una cierta manera de ligar los afectos a los gestos, 
los afectos a las palabras, es una cierta educación sentimental 
que, realmente, ya no queremos más. 

Si tuviese que definir la orgía, diría que se da cada vez que 
uno u otro perturba el vínculo existente entre los afectos y los 
gestos, entre los afectos y las palabras, y que otros le siguen. 

No haj "transición hacia el comunismo ", la transición 

es la categoría del comunismo, 

del comunismo EN TANTO QUE 

EXPERIMENTACIÓN 

Intentamos extraer del amor toda posesión, toda identifi- 
cación, para ser por fin capaces de amar. 

En toda situación hay una cierta distancia que se da entre 
los cuerpos. Esa distancia no es una distancia espacial, es una 



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distancia ética, es la diferencia entre las formas de vida. La 
noción de amor, la intimidad, todo eso ha sido inventado para 
que algo así ya no pueda asumirse, para que ya no se pueda 
jugar con ella, para impedir a los cuerpos danzar y elaborar un 
arte de las distancias. Porque toda distancia es una proximi- 
dad, y toda proximidad es todavía una distancia. 

Una cierta idea de juego, unida a la certeza de construir el 
Partido, nos mantiene a igual distancia de la pareja y del sór- 
dido liberalismo. 

Ya ves, el Partido son cuerpos, lugares, cuerpos que circulan. 

Acuérdate, es en el fondo de la separación donde hemos 
encontrado el comunismo. No podríamos compartir nada 
que no quisiésemos compartir. 

Si quieres, me gustaría mucho construir el Partido contigo, 
en fin, si estás libre. . . 




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n AIVIDN comrn 
canfaenu Jerrest 
de I idee d* amou^l 



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EL GRAN JUEGO DE LA GUERRA CIVIL 



REGLA N.° 1 
Hasta nueva orden, todos vuestros derechos quedan suspen- 
didos. Naturalmente, es conveniente que conservéis por 
algún tiempo la ilusión de que aún disfrutáis de algunos de 
ellos. Por lo que hace a nosotros no los violaremos más que 
de uno en uno, y caso por caso. 

REGLA N.° 2 
Sed considerados: no nos habléis más de leyes, de la 
Constitución ni de todas esas elucubraciones de otra época. 
Desde hace tiempo, como lo habréis notado, hemos colado 
leyes que nos ponen por encima de las leyes, así como, por lo 
demás, de esta supuesta Constitución. 

REGLA N.° 3 
Vosotros sois débiles, estáis aislados, aturdidos, engañados. 
Nosotros somos numerosos, estamos organizados, somos 
fuertes y lúcidos. Algunos dicen que somos una mafia. Es 
falso, somos LA mafia, la que ha vencido a todas las otras. 
Sólo nosotros estamos en condiciones de protegeros del 
caos del mundo. Es por ello que nos gusta tanto inocularos 
el sentimiento de vuestra debilidad, de vuestra "inseguridad". 
Ya que es proporcional a la rentabilidad de nuestros chan- 
chullos. 



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REGLA N.° 4 
Para vosotros el juego consistirá en huir o, al menos, en 
intentarlo. Huir significa: superar vuestro estado de depen- 
dencia. Lo cierto es que por ahora dependéis de nosotros en 
todos los aspectos de vuestra vida. Coméis lo que nosotros 
producimos, respiráis lo que nosotros contaminamos, el 
menor resfriado os pone a nuestra merced y, sobre todo, no 
podéis nada contra el poder de nuestra policía, a quien hemos 
conferido toda la libertad, tanto de acción como de aprecia- 
ción. 

REGLA N.° 5 
No lograréis huir solos. Por lo tanto, para comenzar precisa- 
réis constituir las solidaridades necesarias. Para complicar el 
juego, hemos liquidado toda forma de sociabilidad autónoma. 
No hemos dejado subsistir más que el trabajo: la sociabilidad 
bajo control. Se tratará para vosotros de escapar de él. 
Mediante el robo, la amistad, el sabotaje y la auto-organiza- 
ción. ¡Ah!, una precisión: hemos convertido en crimen cual- 
quier forma de huida. 

REGLA N.° 6 
No hemos cesado de repetirlo: los criminales son nuestros 
enemigos. Pero por esto debéis entender, en primer lugar, lo 
siguiente: que nuestros enemigos son criminales. En tanto 
que fugitivos potenciales, cada uno de vosotros es también un 
criminal en potencia. Por eso es conveniente que conserve- 
mos la lista de números a los que habéis llamado desde vues- 
tro teléfono, que vuestros móviles nos permitan localizaros 
en todo momento y que gracias a vuestra tarjeta de crédito 
podamos conocer vuestros hábitos. 

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REGLA N.° 7 
En nuestro pequeño juego, aquellos que salen de su aisla- 
miento se denominan "criminales". En cuanto a aquellos que 
tuviesen la osadía de cuestionar este estatuto, los llamaremos 
"terroristas". Estos últimos pueden ser abatidos en cualquier 
momento. 

REGLA N.° 8 
Somos muy conscientes de que la vida en las filas de nuestra 
sociedad contiene tanta alegría como un trayecto en el tren de 
cercanías; que el capitalismo no ha producido hasta hoy, en 
materia de riqueza, más que una universal desolación; que 
nuestro orden carcomido no tiene más argumentos que las 
armas que lo protegen. Pero qué queréis: ¡es así! Os hemos 
desarmado mentalmente, físicamente; y ahora detentamos el 
monopolio de aquello que os prohibimos: la violencia, las 
complicidades y la posibilidad de aparición. Francamente, si 
estuvieseis en nuestra posición, ¿haríais otra cosa distinta? 

REGLA N.° 9 
Conoceréis la prisión. 

REGLAN. 10 
No hay más reglas. Todos los golpes están permitidos. 



VUESTRO GOBIERNO 



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LLAMAMIENTO 



En 2003, el Llamamiento irrumpió en eso que al¿ 
jamás han tenido vergüenza en denominar los "medios politiza- 
dos". De ese pequeño libro marrón, sin menáón de autor ni de 
edición, se lanzaron varios miles de ejemplares. Se puso mucho 
cuidado en que no anulase por los canales comerá ales sino que 
se propagase a partir de espacios políticos y de mano en mano. 
No por un deseo de alimentar la fanfarronería del precio libre 
y de la sub-cultura, sino para que el texto coincidiese con un 
gesto; j para que cualquier lector pudiese responder al llama- 
miento. Si la difusión de este libro respondió a la necesidad de 
volver a plantear la cuestión de una estrategia revolucionaria 
victoriosa, al mismo tiempo suponía un medio de construir el 
partido aquíj ahora. Es únicamente bajo esta perspectiva que 
las difusiones alemana, portuguesa, inglesa, griega j ahora 
española, cobran sentido. 



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Proposición I 



Nada falta al triunfo de la civilización. 

Ni el terror político ni la miseria afectiva. 

Ni la esterilidad universal. 

El desierto ya no puede crecer más: está en todas 

partes. 

Pero aún puede profundizarse. 

Frente a la evidencia de la catástrofe, están los que se v7 

indignan y los que toman nota, los que denuncian y 

los que se organizan. 

Estamos del lado de los que se organizan. 



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Escolio 

Esto es un llamamiento. Es decir que se dirige a los que lo 
escuchan. No haremos el esfuerzo de demostrar, de argu- 
mentar, de convencer. Iremos a la evidencia. 

La evidencia no es una cuestión de lógica, ni de razona- 
miento. 

Está del lado de lo sensible, del lado de los mundos. 

Cada mundo tiene sus evidencias. 

La evidencia es lo que se comparte 

o lo que parte. 

A través de lo cual toda comunicación vuelve a ser nueva- 
mente posible, no está ya postulada, sino que debe construirse. 

Y eso, esa red de evidencias que nos constituye, SE nos 
enseñó tan bien a ponerla en entredicho, a esquivarla, a silen- 
ciarla, a guardarla para nosotros. SE nos enseñó tan bien que 
todas las palabras faltan cuando queremos gritar. 

En cuanto al orden bajo el cual vivimos, cada uno sabe a 
qué atenerse: el imperio salta a la vista. 

Que un régimen social agonizante no tenga más justifica- 
ción para su arbitrariedad que su absurda determinación -su 
determinación senil- de, simplemente, durar, 



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Que la policía, mundial o nacional, haya recibido carta 
blanca para poner en su lugar a los que se salgan de la raya; 

Que la civilización, herida de muerte, no encuentre en nin- 
guna parte, en la guerra permanente a la que se ha lanzado, 
más que sus propios límites; 

Que esta fuga hacia adelante, ya casi centenaria, no pro- 
duzca más que una serie ininterrumpida de desastres cada vez 
más próximos; 

Que la masa humana se acomode a golpe de mentiras, de 
cinismo, de embrutecimiento o de pastillas, a este orden de 
cosas, 

nadie puede pretender ignorarlo. 

Y el deporte que consiste en describir interminablemente, 
con una complacencia variable, el desastre presente, no es 
más que otro modo de decir: "Es así"; el premio a la infamia 
les corresponde a los periodistas, a todos aquellos que, cada 
mañana, hacen como si descubriesen de nuevo las inmundi- 
cias que constataron el día anterior. 

Pero lo sorprendente, a estas alturas, no son las arrogan- 
cias del imperio sino más bien la debilidad del contraataque. 
Es como una colosal parálisis. Una parálisis masiva, que cuan- 
do aún habla dice tanto que no se puede hacer nada al tiem- 
po que admite, exasperada, que "hay tanto por hacer...", lo 
cual es lo mismo. Y al margen de esta parálisis, está el "hay 
que hacer algo, lo que sea" de los activistas. 

Seattle, Praga, Genova, la lucha contra los Organismos 
Genéticamente Modificados o el movimiento de los parados; 
hemos tomado parte, hemos tomado partido en las luchas de 
los últimos años, 



32 



LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09 



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,3 5 Página 3 3 



y ciertamente no del lado de Attac o de los Tute Bianche. 

El folclore contestatario ha dejado de entretenernos. 

En la última década, hemos visto al marxismo-leninismo 
recomenzar su aburrido monólogo en boca de estudiantes en 
edad escolar. 

Hemos visto al anarquismo más puro rechazar incluso lo 
que no entiende. 

Hemos visto al economicismo más plano -el de los ami- 
gos de Le Monde Diplomatique— convertirse en la nueva reli- 
gión popular. Y al negrismo imponerse como única alternati- 
va al fracaso intelectual de la izquierda mundial. 

En todos partes el militantismo se ha entregado de nuevo 
a rehacer sus construcciones tambaleantes, 

sus redes depresivas, 

hasta el agotamiento. 

Han bastado tres años a policías, sindicatos y otras buro- 
cracias informales para dar cuenta del breve "movimiento 
anti-globalización". Para fragmentarlo. Dividirlo en "terrenos 
de lucha" tan rentables como estériles. 

En este momento, de Davos a Porto Alegre, del Medef 
[patronal francesa] a la CNT, el capitalismo y el anticapitalis- 
mo adolecen de la misma ausencia de horizonte. La misma 
perspectiva mutilada de la administración del desastre. 

Lo que se opone a la desolación dominante no es en 
definitiva más que otra desolación bastante menos provis- 
ta. En todas partes la misma idea tonta de la felicidad. Los 



1. Asociación de lectores de la revista mensual Le Monde Diplomatique, 
poseedora del 49% del capital total de la compañía. (N. del T.) 

33 



LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09 



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,3 5 Página 34 



mismos juegos infectos de poder. La misma desarmante 
superficialidad. El mismo analfabetismo emocional. El 
mismo desierto. 

Decimos que esta época es un desierto y que este desierto 
se profundiza sin cesar. Esto, por ejemplo, es una evidencia, 
no es poesía. Una evidencia que contiene muchas otras. En 
particular la ruptura con todo lo que protesta, todo lo que 
denuncia y glosa sobre el desastre. 

Porque quien denuncia se exime. 

Pareciera que los izquierdistas acumularan razones para 
rebelarse de la misma manera que el gerente acumula medios 
para dominar. Del mismo modo, es decir, con la misma fruición. 

El desierto es el progresivo despoblamiento del mundo. 

La costumbre que hemos adquirido de vivir como si no 
estuviésemos en el mundo. El desierto se encuentra tanto en 
la proletarización continua, masiva y programada de las 
poblaciones, como en los barrios residenciales californianos, 
ahí donde la angustia consiste justamente en el hecho de que 
nadie parece sentirla. 

Que el desierto de la época no sea percibido verifica aún 
más ese desierto. 

Algunos han tratado de nombrar el desierto. De designar 
lo que hay que combatir no como la acción de un agente 
extranjero, sino como un conjunto de relaciones. Han habla- 
do de espectáculo, de biopoder, de imperio. Pero también eso 
se ha sumado a la confusión reinante. 

El espectáculo no es una cómoda síntesis del sistema de 
los mass-media. Consiste también en la crueldad con la que 
todo nos remite sin tregua a nuestra propia 

34 



LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09 



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,3 5 Página 35 



El biopoder no es un sinónimo de Seguridad Social, de 
Estado del bienestar o de industria farmacéutica, sino que se 
aloja gustosamente en la atención que prodigamos a nuestro 
cuerpo como algo precioso, en medio de una cierta extrañe - 
za física tanto de uno mismo como de los otros. 

El imperio no es una especie de entidad supra-terrestre, 
una conspiración planetaria de gobiernos, de redes financie- 
ras, de tecnócratas y de multinacionales. El imperio está allí 
donde no pasa nada. En cualquier sitio donde esto funciona. Ahí 
donde reina la situación normal. 

A fuerza de ver al enemigo como un sujeto que nos hace 
frente —en vez de experimentarlo como una relación que nos sos- 
tiene—, uno se encierra en la lucha contra el encierro. Se repro- 
duce, bajo el pretexto de "alternativa", la peor de las relacio- 
nes dominantes. La lucha contra la mercancía se convierte en 
un producto. Nacen las autoridades de la lucha anti-autorita- 
ria, el feminismo con cojones y las cacerías antifascistas 2 . 

Formamos parte, en todo momento, de una situación. En 
su seno, no hay sujetos y objetos, yo y los otros, mis aspira- 
ciones y la realidad, sino el conjunto de las relaciones, el con- 
junto de los flujos que la atraviesan. 

Hay un contexto general -el capitalismo, la civilización, el 
imperio, lo que se quiera-, un contexto general que no sólo 
pretende controlar cada situación sino que, peor aún, intenta 
que por lo general no haya situación. SE han ordenado calles y 



2. En francés, en el original, "ratonnade". Palabra utilizada para definir la cace- 
ría policial o militar de argelinos (ratones o ratillas en el vocabulario racista) 
cuando Argelia era aún colonia francesa. (N. del T.) 

35 



LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09 



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,3 5 Página 3 6 



casas, el lenguaje y los afectos, y aún el tempo mundial que 
todo eso implica, con ese único fin. SE actúa por todas partes de 
modo que los mundos se deslicen unos sobre otros o se igno- 
ren. La "situación normal" es esta ausencia de situación. 

Organizarse quiere decir: partir de la situación y no recu- 
sarla. Tomar partido en su seno. Y tejer las solidaridades nece- 
sarias, materiales, afectivas, políticas. Es lo que sucede en 
cualquier huelga en cualquier oficina, en cualquier fábrica. Es 
lo que hace cualquier banda. Cualquier guerrilla. Cualquier 
partido revolucionario o contrarrevolucionario. 

Organizarse quiere decir: dar consistencia a la situación. 
Tornarla real, tangible. 

luí realidad no es capitalista. 

La posición tomada en el seno de una situación determina 
la necesidad de aliarse y, por ello, de establecer ciertas líneas 
de comunicación, circulaciones más amplias. A su vez, esos 
nuevos vínculos reconfiguran la situación. A la situación que 
nos ha sido dada, la llamaremos "guerra civil mundial". 
Donde ya nada puede limitar el enfrentamiento de las fuerzas 
presentes. Ni siquiera el Derecho, que participa del juego 
como otra forma del enfrentamiento generalizado. 

El NOSOTROS que se expresa aquí no es un NOSOTROS 
delimitable, aislado, el NOSOTROS de un grupo. Es el 
NOSOTROS de una posición. Esta posición se afirma hoy 
como una doble secesión: por un lado, secesión en relación al 
proceso de valorización capitalista, y por otro, secesión con 
respecto a todo lo que la simple oposición al imperio, aún extra- 
parlamentaria, impone de esterilidad; secesión, por consi- 
guiente, de la izquierda. Aquí "secesión" no indica tanto el 
rechazo práctico de comunicar como una disposición a for- 

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LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09 



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,35 Página 37 



mas de comunicación de una intensidad tal que arrebaten al 
enemigo, ahí donde se establezcan, la mayor parte de sus 
fuerzas. 

Para ser breves, diremos que una tal posición toma de los 
Black Panthers la fuerza de irrupción, de la autonomía alemana 
los comedores colectivos, de los neo-luditas ingleses las casas 
en los árboles y el arte del sabotaje, de las feministas radicales 
la elección de las palabras, de los autonomistas italianos las 
auto-reducciones de masa y del movimiento 2 de junio la ale- 
gría armada. 

Para nosotros, no hay amistad que no sea política. 



^> 



37 



LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09 



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O 



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Proposición II 

La inflación ilimitada del control responde sin 

esperanza de éxito alguno a los previsibles 

desmoronamientos del sistema. 

Nada de lo que se expresa en la distribución conocida 

de las identidades políticas está en condiciones de ir 

más allá del desastre. 

Para comenzar, nos desembarazamos de eso. No 

impugnamos nada, no reivindicamos nada. Nos 

constituimos en fuerza, en fuerza material, en fuerza 

material autónoma en el seno de la guerra civil mundial. 

Este llamamiento enuncia sobre qué bases. 



:« 



LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09 



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O 



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LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09 



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Escolio 

Aquí, se experimentan armas inéditas para dispersar a las 
multitudes, una especie de granadas de fragmentación pero 
de madera. Allí —en Oregón-, se propone castigar con veinti- 
cinco años de cárcel a todo manifestante que bloquee el trá- 
fico automovilístico. El ejercito israelí está convirtiéndose en 
el consultor más competente en pacificación urbana; los 
expertos del mundo entero se maravillan de sus últimos 
hallazgos, tan temibles y tan sutiles, en materia de eliminación 
de subversivos. El arte de herir -herir a uno para amedrentar 
a cien- alcanza aquí el no va más. Y luego está el "terroris- 
mo", por supuesto. O sea, "toda infracción cometida inten- 
cionadamente por un individuo o un grupo contra uno o 
varios países, sus instituciones o sus poblaciones, y que apun- 
te a amenazarlos y perjudique gravemente o destruya las 
estructuras políticas, económicas o sociales de un país". Es la 
Comisión Europea la que habla. En los Estados Unidos hay 
más presos que campesinos. 

A medida que es rediseñado y progresivamente recupera- 
do, el espacio público se cubre de cámaras. No se trata sólo 
de que en lo sucesivo toda vigilancia parece posible, sino 



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LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09 



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,3 5 Página 42 



sobre todo de que parece admisible. Todo tipo de listas de 
"sospechosos", de las que ni siquiera se adivinan sus usos 
probables, circula de administración en administración. Las 
escuadras de todas las milicias, con la policía jugando el papel 
de garante arcaico, toman posiciones reemplazando a soplo- 
nes y mirones, figuras de otra época. Un ex jefe de la CÍA, 
una de esas personas que, en el lado contrario, se organizan en 
lugar de indignarse, escribe en Le Monde: "Más que una gue- 
rra contra el terrorismo, la apuesta es extender la democracia 
a las partes del mundo [árabe y musulmán] que amenazan la 
civilización liberal, en cuya construcción y defensa hemos tra- 
bajado durante todo el siglo xx, durante la primera y la segun- 
da guerras mundiales, y durante la guerra fría o tercera guerra 
mundial." 

En todo eso no hay nada de lo que asombrarse, nada que 
nos coja desprevenidos o que altere radicalmente nuestro 
sentimiento de la vida. Hemos nacido en la catástrofe y hemos 
establecido con ella una extraña y apacible relación de cos- 
tumbre. Una intimidad, casi. Hasta donde nos alcanza el 
recuerdo, no ha habido otra actualidad que la de la guerra civil 
mundial. Hemos sido educados como supervivientes, como 
máquinas de supervivencia. SE nos ha formado en la idea de que 
la vida consiste en avanzar, avanzar hasta derrumbarse en 
medio de otros cuerpos que marchan idénticamente, que tro- 
piezan y se derrumban, a su vez, en la indiferencia. Como 
mucho, la única novedad de la época presente es que nada de 
todo esto puede ya ocultarse, que en cierto sentido todo el 
mundo lo sabe. De ahí el reciente endurecimiento, tan evidente, 
del sistema: sus resortes están al desnudo y no serviría de 
nada querer escamotearlos. 

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LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09 



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,3 5 Página 43 



Muchos se asombran de que ninguna fracción de la 
izquierda o de la extrema izquierda, de que ninguna de las 
fuerzas políticas conocidas sea capaz de oponerse a este curso 
de las cosas. "¿Sin embargo estamos en democracia, no?". Y 
pueden asombrarse para rato: nada de lo que se expresa en el 
marco de la política clásica podrá jamás detener el avance del 
desierto, 

ya que la política clásica esparte del desierto. 

Cuando decimos esto, no es para preconizar una política 
extra-parlamentaria como antídoto a la democracia liberal. El 
famoso manifiesto "Somos la izquierda", firmado hace unos 
años por todos los colectivos ciudadanos y "movimientos 
sociales" franceses, enuncia suficientemente la lógica que, 
desde hace treinta años, anima la política extra-parlamentaria: 
no queremos tomar el poder, derribar el Estado, etc.; luego, 
queremos ser reconocidos por él como interlocutores. 

Allí donde reina la concepción clásica de la política, reina la 
misma impotencia frente al desastre. Que esta impotencia sea 
modulada por una amplia distribución de identidades finalmen- 
te conciliables no cambia nada. El anarquista de la Fédération 
Anarchiste (FA), el comunista de los consejos, el trotskista de 
Attac y el diputado de la UMP [derecha francesa] parten de una 
misma amputación. Propagan el mismo desierto. 

La política, para ellos, es lo que se juega, se dice, se hace y 
se decide entre los hombres. La asamblea, que los reúne a 
todos, que reúne a todos los humanos haciendo abstracción de sus 
mundos respectivos, conforma la circunstancia política ideal. La 
economía, la esfera de la economía, deriva lógicamente de 
ello: como necesaria e imposible gestión de todo lo que deja- 
mos en la puerta de la asamblea, de todo lo que ha sido cons- 

43 



LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09 



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tituido de ese modo como no-político y convertido luego en 
familia, empresa, vida privada, pasatiempos, pasiones, cultu- 
ra, etc. 

Es así cómo la definición clásica de la política propaga el 
desierto: abstrayendo a los humanos de su mundo, separán- 
dolos de la red de cosas, de costumbres, de palabras, de feti- 
ches, de afectos, de lugares y de solidaridades que conforman 
su mundo. Su mundo sensible. Y aquello que les otorga su 
consistencia propia. 

La política clásica es la gloriosa puesta en escena de los 
cuerpos sin mundo. Pero la asamblea teatral de las individua- 
lidades políticas disimula mal el desierto que es. No hay socie- 
dad humana separada del resto de los seres. Hay una plurali- 
dad de mundos. Mundos que son aún más reales en tanto que 
son compartidos. Y que coexisten. 

La política, en verdad, es el juego entre los diferentes mun- 
dos, la alianza entre aquellos que son compatibles y el enfren- 
tamiento entre los irreconciliables. 

Y añadimos que el hecho político central de estos últimos 
treinta años ha pasado desapercibido. Porque se ha desarro- 
llado en una capa de lo real tan profunda que no puede lla- 
marse "política" sin ocasionar una revolución en la noción 
misma de política. Porque a fin de cuentas, esta capa de lo real 
es aquella donde se elabora la partición entre lo que se admi- 
te como real y el resto. Este hecho central es el triunfo del 
liberalismo existencial. El hecho de que se admita en lo suce- 
sivo como natural una relación con el mundo basada en la 
idea según la cual cada uno tiene su vida. Que esta consiste en 
una serie de elecciones, buenas o malas. Que cada uno se 

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LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09 



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,3 5 Página 45 



define por un conjunto de cualidades, de propiedades, que 
hacen de él, según una ponderación variable, un ser único e 
irremplazable. Que el contrato sintetiza adecuadamente el 
compromiso de los seres entre sí, y el respeto, toda virtud. Que 
el lenguaje no es más que un medio para hacerse entender. 
Que cada uno es un mi-yo entre los otros mi-yo. Que el 
mundo está en realidad compuesto de cosas a gestionar y de 
un océano de mi-yoes. Que estos últimos tienen, por otra 
parte, la enojosa tendencia a transformarse en cosas a fuerza 
de dejarse gestionar. 

Por supuesto, el cinismo sólo es uno de los posibles ras- 
gos del infinito cuadro clínico del liberalismo existencial: la 
depresión, la apatía, la deficiencia inmunitaria -todo sistema 
inmunitario es de entrada colectivo-, la mala fe, el hostiga- 
miento judicial, la insatisfacción crónica, los vínculos nega- 
dos, el aislamiento, las ilusiones ciudadanas o la pérdida de 
toda generosidad, también forman parte de este. 

Finalmente, el liberalismo existencial ha sabido propagar 
tan bien su desierto que los más sinceros izquierdistas enun- 
cian sus utopías usando sus mismos términos: 

"Reconstruiremos una sociedad igualitaria en la que cada 
uno aporte su contribución y de la que cada uno reciba las 
satisfacciones que espera. [...] Por lo que hace a los deseos 
individuales, podría ser igualitario que cada uno consuma a la 
medida de los esfuerzos que esta dispuesto a aportar. Será 
necesario redefinir el modo de evaluación del esfuerzo hecho 
por cada uno", escriben los organizadores del "Village alter- 
natif ', anticapitalista y antiguerra, contra el G8 de Evian, en 
un texto titulado "¡Cuando hayamos abolido el capitalismo y 
el trabajo asalariado!". Aquí se halla una clave del triunfo del 

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LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09 



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imperio: lograr mantener en la sombra, rodear de silencio, el 
terreno mismo donde este maniobra, el plano sobre el cual libra 
la batalla decisiva: el diseño de lo sensible, el ajuste de las sen- 
sibilidades. De modo que paraliza preventivamente toda 
defensa en el mismo momento en el que opera, destruyendo 
incluso la idea de una contraofensiva. La victoria se consigue 
cada vez que el militante, al final de una dura jornada de "tra- 
bajo político", se desploma frente a una película de acción. 

Cuando nos ven retirarnos de los penosos rituales de la polí- 
tica clásica -la asamblea general, la negociación, la contesta- 
ción, la reivindicación-, cuando nos oyen hablar de mundo 
sensible más que de trabajo, de papeles, de jubilaciones o de 
libertad de circulación, los militantes nos miran con lástima. 
"Pobres, parecen decir, se están resignando a ser minoritarios, 
se encierran en su ghetto, renuncian a extenderse. No serán 
jamás un movimiento." Nosotros creemos exactamente lo 
contrario: son ellos los que se resignan a ser minoritarios, 
hablando su lenguaje de falsa objetividad, cuyo único valor es 
el de la repetición y la retórica. Nadie se engaña con respecto 
al disimulado desprecio con el que hablan de las preocupacio- 
nes de "la gente", lo que les permite ir del parado al sin pape- 
les, del huelguista a la prostituta sin jamás ponerse enjuego, porque 
este desprecio es una evidencia sensible. Su voluntad de 
"extenderse" es sólo una manera de huir de los queja están ahí, 
de aquellos con los que, sobre todo, temerían vivir. Y finalmen- 
te, aquellos a los que les repugna admitir la significación políti- 
ca de la sensibilidad, son los más expuestos a los lamentables 
efectos de atracción de la sensiblería. Mirándolo bien, preferimos 
partir de núcleos densos y reducidos que de una red amplia y 
débil. Hemos conocido suficientemente esa cobardía. 



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LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09 



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Proposición III 

Los que quisieran responder a la urgencia de la 

situación con la urgencia de su reacción no hacen más 

que alimentar la asfixia. 

Su modo de intervenir implica el resto de su política, 

de su agitación. 

En cuanto a nosotros, la urgencia de la situación nos 

libera de toda consideración de legalidad o de v7 

legitimidad, de todos modos inhabitables de un 

tiempo a esta parte. 

El hecho de que precisemos de una generación para 

construir en todo su espesor un movimiento 

revolucionario victorioso no nos hace retroceder. 

Lo afrontamos con serenidad. 

Como afrontamos serenamente el carácter criminal 

de nuestra existencia y de nuestros gestos. 



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O 



LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09 



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Escolio 

Hemos sentido, sentimos aún, la tentación del activismo. 

Las contra-cumbres, las campañas contra las expulsio- 
nes, contra las legislaciones de excepción, contra la cons- 
trucción de nuevas cárceles, las ocupaciones, los campa- 
mentos No Border; la sucesión de todo eso. La progresiva 
dispersión de los colectivos como respuesta a la dispersión 
de la actividad. 

Correr tras los movimientos. 

Uno tras otro, sólo poder sentir su potencia al precio de 
retornar cada vez a la misma impotencia de fondo. Pagar cara 
cada campaña. Dejando que consuma toda nuestra energía 
disponible. Para después lanzarnos a la siguiente, cada vez 
más ahogados, más agotados, más desolados. 

Y poco a poco, a fuerza de reivindicar, a fuerza de denun- 
ciar, tornarnos incapaces incluso áe. percibirlo que se supone 
que sostiene nuestro compromiso, la naturaleza de la urgen- 
cia que nos atraviesa. 

El activismo es el primer reflejo. La respuesta conforme a la 
urgencia de la situación presente. La movilización perpetua 
en nombre de la urgencia, antes que un medio de combatir a 



-19 



LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09 



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,35 Página 50 



nuestros gobernantes y patronos, es aquello a lo que ellos nos 
han acostumbrado. 

Cada día desaparecen formas de vida, especies vegetales y 
animales, experiencias humanas, y tantas relaciones posibles 
entre formas vivas y formas de vida. Pero nuestro sentimien- 
to de la urgencia no está tan ligado a la velocidad de estas 
desapariciones como a su irreversibilidad; más aún, está liga- 
do a nuestra ineptitud para repoblar el desierto. 

El activista se moviliza contra la catástrofe. Pero no hace 
más que prolongarla. Sus prisas vienen a consumir lo poco de 
mundo que queda. La respuesta activista a la urgencia reside 
ella misma en el interior del régimen de la urgencia, sin posibi- 
lidad de sustraerse a ella o de interrumpirla. 

El activista quiere estar en todas partes. Desplazándose al 
ritmo de los desarreglos de la máquina. Aporta donde sea su 
inventiva pragmática, la energía festiva de su oposición a la 
catástrofe. Indiscutiblemente, el activista se mueve. Pero nunca 
se da los medios para pensar cómo hacer. Cómo hacer para 
obstaculizar realmente el avance del desierto, para establecer, 
aquí y ahora, mundos habitables. 

Nosotros desertamos el activismo. Sin olvidar lo que cons- 
tituye su fuerza: una cierta presencia en la situación. Una faci- 
lidad de movimiento en su seno. Un modo de aprehender la 
lucha, no por el ángulo moral o ideológico, sino por el ángu- 
lo técnico, táctico. 

El viejo militantismo da el ejemplo contrario. Es notable 
la impermeabilidad de los militantes ante las situaciones. 
Recordamos esta escena, en Genova: medio centenar de mili- 
tantes de la LCR enarbolan banderas rojas que llevan impre- 
so "100% a la izquierda". Están inmóviles, como intempora- 

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LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09 



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,3 5 Página 51 



les. Vociferan sus meditados eslóganes, protegidos por un 
servicio de orden. Mientras tanto, a unos metros de allí, algu- 
nos de nosotros hacemos frente a las líneas de carabineros, 
devolviendo los gases lacrimógenos, levantando baldosas de 
las aceras para convertirlas en proyectiles, preparando cócte- 
les molotov con botellas recuperadas de la basura y gasolina 
de motos volcadas. A esto los militantes lo llaman aventure- 
rismo, inconsciencia. Pretextan que las condiciones no están 
dadas. Nosotros, en cambio, decimos que nada faltaba, que 
todo estaba allí, salvo ellos. 

Lo que desertamos del militantismo es esta ausencia a la 
situación. Como desertamos la inconsistencia a la que nos 
condena el activismo. 

Los propios activistas experimentan esta inconsistencia. Y 
es por eso por lo que periódicamente se vuelven hacia sus 
mayores, los militantes. Para tomarles prestadas maneras, 
terrenos, eslóganes. Lo que les atrae del militantismo es la 
constancia, la estructura, la fidelidad de la que ellos carecen. 
Así, los activistas vuelven nuevamente a protestar, a reivindi- 
car: "papeles para todos", "libre circulación de las personas", 
"renta básica" o "transportes gratuitos". 

El problema con las reivindicaciones es que, al expresar 
necesidades en términos que sean inteligibles para los pode- 
res, terminan por no decir nada sobre ellas, qué transforma- 
ciones reales del mundo implican. Así, reivindicar la gratuidad 
de los transportes nada dice sobre nuestra necesidad de viajar 
y no solamente de desplazarnos, de nuestra necesidad de len- 
titud. 

Por lo demás, a menudo las reivindicaciones, pretendien- 
do mostrar las claves de los conflictos reales, no hacen sino 



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LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09 



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,3 5 Página 52 



enmascararlos. Reclamar los transportes gratuitos no hace, en 
ciertos ambientes, más que aplazar la difusión de las técnicas de 
fraude. Apelando a la libre circulación de las personas sólo se 
elude la cuestión de cómo escapar, en la práctica, al fortaleci- 
miento del control. Batirse por la renta básica es, en el mejor 
de los casos, condenarse a la ilusión de que una mejora del 
capitalismo es necesaria para poder dejarlo atrás. 

Sea como fuere el impasse es siempre el mismo: los recur- 
sos subjetivos movilizados, aún revolucionarios, permanecen 
insertos en lo que se presenta como un programa de reforma 
radical. Bajo pretexto de superar la alternativa entre reforma 
y revolución, nos instalamos en una ambigüedad oportunista. 

La catástrofe presente es la de un mundo convertido acti- 
vamente en inhabitable. Una especie de estrago metódico 
sobre todo lo que quedaba de vivible en la relación entre los 
humanos y sus mundos. El capitalismo no habría podido 
triunfar a escala planetaria sin técnicas de poder, técnicas pro- 
piamente políticas (técnicas hay de muchos tipos, con o sin 
artefactos, corporales o discursivas, eróticas o culinarias, hasta 
las disciplinas y los dispositivos de control lo son; y frente a 
eso no sirve de mucho denunciar el "reino de la técnica"). Las 
técnicas políticas del capitalismo consisten, sobre todo, en 
destruir los lazos mediante los que un grupo encuentra los 
medios de producir, en un mismo movimiento, tanto las con- 
diciones de su subsistencia como las de su existencia. Es decir, 
separar las comunidades humanas de la infinidad de cosas, 
piedras y metales, plantas, árboles de mil usos, dioses, djins, 
animales salvajes o domésticos, medicinas y sustancias psico- 
activas, amuletos, máquinas y todo el resto de seres en com- 
pañía de los cuales los grupos humanos constituyen mundos. 

52 



LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09 



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,3 5 Página 53 



Destruir toda comunidad, separar a los grupos de sus 
medios de existencia y de los saberes que conllevan: esa es la 
razón política que gobierna la incursión de la mediación mer- 
cantil en todas las relaciones. Del mismo modo que fue nece- 
sario eliminar a las brujas, eliminando sus saberes medicinales 
y aquellos otros ligados a los pasajes entre los reinos que ellas 
hacían existir, es necesario hoy que los campesinos renuncien 
a plantar sus propias semillas, a fin de asegurar el dominio de 
las multinacionales agroalimentarias y otros organismos de 
gestión de las políticas agrícolas. 

Las metrópolis contemporáneas son los puntos de con- 
centración máxima de estas técnicas políticas del capitalis- 
mo. Las metrópolis son ese medio donde no hay ya casi 
nada que uno pueda reapropiarse. Un medio en el que todo 
está hecho para que lo humano se relacione solamente con- 
sigo mismo, se produzca separado de las otras formas de 
existencia, coincida con ellas o las utilice pero sin encontrarse 
nunca con ellas. 

Sobre la base de esta separación, y para prolongarla, se ha 
trabajado mucho para criminalizar cualquier tentativa de pres- 
cindir de las relaciones mercantiles. 

El terreno de la legalidad se confunde desde hace demasia- 
do tiempo con el de los múltiples apremios a hacernos la vida 
imposible, mediante el trabajo asalariado o la auto-empresa, el 
voluntariado o el militantismo. 

Al mismo tiempo que este terreno se vuelve cada vez más 
inhabitable, todo aquello que puede contribuir a hacer la vida 
posible se torna criminal. 

Allí donde los activistas claman "ningún ser humano es 
ilegal", hay que reconocer que se trata exactamente de lo con- 

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trario: hoy una existencia enteramente legal sería una existen- 
cia enteramente sometida. 

Están los fraudes al fisco y los empleos ficticios, los deli- 
tos de información privilegiada y las falsas quiebras; están los 
fraudes a la Renta Mínima de Inserción y las nóminas falsas, 
los engaños a la ayuda para la vivienda, la malversación de 
subvenciones, las comidas que no se pagan y saltarse las mul- 
tas. Están los viajes en la bodega de un avión para franquear 
una frontera y los viajes sin billete en trayectos urbanos o el 
interior de un país. Colarse en el metro, mangar en el super- 
mercado son las prácticas cotidianas de miles de personas en 
las metrópolis. Como hay prácticas ilegales de intercambio de 
semillas que han permitido salvaguardar muchas especies de 
plantas. Hay ilegalismos más funcionales que otros en el sis- 
tema-mundo capitalista. Los hay que son tolerados, otros que 
son fomentados y finalmente aquellos que son castigados. Un 
huerto improvisado en un descampado tiene todas las pape- 
letas para terminar arrasado por un bulldozer antes de la pri- 
mera cosecha. 

Si se considera el conjunto de las leyes de excepción y las 
reglamentaciones corrientes que regulan cada uno de los 
espacios por los que cualquiera transita en un día, no queda 
ya ni una sola existencia que pueda presumir de impunidad. 
Las leyes, los códigos, la jurisprudencia existentes convierten 
cualquier existencia en algo punible; bastaría con que se apli- 
casen a rajatabla. 

No somos de los que creen que allí donde crece el desier- 
to crece también su antídoto. Nada puede suceder que no 
comience con una secesión en relación a todo lo que hace 
crecer ese desierto. 



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,3 5 Página 55 



Sabemos que construir una potencia de cierta amplitud lle- 
vará tiempo. Hay muchas cosas que ya no sabemos hacer. A 
decir verdad, como todos los beneficiarios de la moderni- 
zación y de la educación dispensada en nuestras regiones 
desarrolladas, ya no sabemos hacer casi nada. Incluso recoger 
plantas para darles un uso, ya no decorativo, sino culinario o 
médico, pasa hoy por arcaico cuando no, y esto es peor aún, 
por algo simpático. 

Pero hacemos una constatación simple: cualquiera dispo- 
ne de una cierta cantidad de riquezas y de saberes que el sim- 
ple hecho de habitar estas regiones del viejo mundo vuelve 
accesibles y pueden ponerse en común. 

La cuestión no es vivir con o sin dinero, robar o comprar, 
trabajar o no, sino utilizar el dinero que tenemos para acre- 
centar nuestra autonomía en relación a la esfera mercantil. 

Y si preferimos robar a trabajar y autoproducir a robar, no 
es por problemas de pureza. Es porque los flujos de poder 
que acompañan a los flujos de mercancías, y el sometimiento 
subjetivo que condiciona el acceso a la supervivencia, son hoy 
exorbitantes. 

Habría muchos modos inapropiados de decir lo que pre- 
tendemos: ni queremos irnos al campo ni reapropiarnos de 
los antiguos saberes y acumularlos. Nuestra tarea no pasa 
simplemente por una reapropiación de medios. Tampoco por 
una reapropiación de saberes. Si juntásemos todos los sabe- 
res y todas las técnicas, toda la creatividad desplegada en el 
campo del activismo, no obtendríamos un movimiento revo- 
lucionario. Es una cuestión de temporalidad. Una cuestión de 
construir las condiciones para que una ofensiva pueda ali- 
mentarse sin extinguirse, estableciendo las solidaridades 
materiales que le permitan sostenerse. 

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Creemos que no hay revolución sin constitución de una 
potencia material común. No ignoramos el anacronismo de 
esta creencia. 

Sabemos que es demasiado pronto y, a la vez, demasiado 
tarde, y es por eso que tenemos tiempo. 

Hemos dejado de esperar. 



^> 



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Proposición IV 

Situamos el punto de no retorno, la salida del desierto, 

el fin del Capital, en la intensidad del lazo que cada 

uno logre establecer entre lo que vive y lo que piensa. 

Contra los defensores del liberalismo existencial, 

rechazamos ver en esto un asunto privado, 

un problema individual, una cuestión de carácter. 

Al contrario, nosotros partimos de la certeza de que v7 

este lazo depende de la construcción de mundos 

compartidos, de la puesta en común de medios 

efectivos. 



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O 



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Escolio 

Todos nos vemos cotidianamente emplazados a admitir 
hasta qué punto la cuestión de la "relación entre la vida y el 
pensamiento" es ingenua, está superada, atestigua en el fondo 
una pura y simple ausencia de cultura. Nosotros vemos ahí un 
síntoma. Puesto que esta evidencia no es más que un efecto 
de la redefinición liberal, tan fundamentalmente moderna, de 
la distinción entre lo público y lo privado. El liberalismo pro- 
clamó que todo debía ser tolerado, que todo podía ser pensa- 
do, en la medida en que no tuviese consecuencias directas en la 
estructura de la sociedad, de sus instituciones y del poder de 
Estado. Cualquier idea es admisible, su enunciación debe 
incluso favorecerse, desde el momento en que las reglas del juego 
social y estatal son aceptadas. Dicho de otro modo, la liber- 
tad de pensamiento del individuo privado debe ser total, su 
libertad de expresarse debe serlo en principio también, pero 
este no debe desearlas consecuencias de su pensamiento en lo que 
concierne a la vida colectiva. 

El liberalismo quizás haya inventado el individuo, pero lo 
inventó ya mutilado. El individuo liberal, cuya mejor expre- 
sión en la actualidad se encuentra en los movimientos pacifis- 



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tas y ciudadanos, es ese ser conminado a preservar su libertad 
en la exacta medida en que esta libertad no comprometa a 
nada y no pretenda sobre todo imponerse a los demás. El 
precepto estúpido "mi libertad termina allí donde empieza la 
de los demás" es recibido hoy como una verdad insoslayable. 
Incluso John Stuart Mili, uno de los baluartes esenciales de la 
conquista liberal reconoció, a propósito de esta máxima, una 
de sus molestas consecuencias: está permitido desearlo todo, 
con la condición de que lo deseado no se desee demasiado inten- 
samente, que no se desborden los límites de lo privado o, en 
todo caso, los de la "libre expresión" pública. 

Lo que nosotros llamamos liberalismo existencial es la 
adhesión a una serie de evidencias en el corazón de las cuales 
aparece una esencial disponibilidad del sujeto a la traición. Nos 
han acostumbrado a funcionar en esta especie de sub-régi- 
men que nos exculparía de antemano de la idea misma de trai- 
ción. Este sub-régimen emocional es la prenda que hemos 
aceptado como garantía de nuestro devenir-adulto. Con el 
espejismo de una autarquía afectiva como ideal insuperable, 
para los más recelosos. Y, sin embargo, es demasiado lo que 
hay que traicionar para aquellos que decidan preservar un 
lazo con las promesas que, desde la infancia, continúen acom- 
pañándolos. 

Entre las evidencias liberales, está la de comportarse, 
incluso en relación con las propias experiencias, como un 
propietario. Por eso, no ejercer como individuo liberal signi- 
fica, en primer lugar, desatender las propiedades de uno. 
Aunque quizás haya que dar otro sentido a "propiedades": ya 
no aquello que me pertenece en propiedad, sino lo que me ata 

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al mundo y que en razón de eso no me está reservado; nada 
tiene que ver con una propiedad privada ni con lo que supues- 
tamente define una identidad (el "Yo soy así" y su confirma- 
ción: "¡Es muy propio de ti!"). Si bien rechazamos la idea de 
propiedad individual, nada tenemos contra los vínculos. La 
exigencia de la apropiación o de la reapropiación se reduce 
para nosotros a la cuestión de saber lo que nos es apropiado, es 
decir adecuado, en términos de uso, en términos de necesi- 
dad, en términos de relación con un lugar, con un momento 
de mundo. 

El liberalismo existencial es la ética espontánea adecuada a 
la socialdemocracia considerada como ideal político. No 
seréis nunca mejores ciudadanos que cuando seáis capaces de 
renegar de una relación o de un combate para conservar vues- 
tro puesto. Esto no ocurrirá siempre sin sufrimiento, pero es 
precisamente ahí donde el liberalismo existencial se muestra 
eficaz: prevé incluso los remedios adecuados a los males que 
genera. El cheque a Amnistía Internacional, el café de comer- 
cio justo, la manifestación contra la última guerra o Daniel 
Mermet 3 , son no-actos disfrazados de gestos de salvación. 
Haced como de costumbre, es decir: pasear por los sitios 
habituales, hacer las compras, las mismas de siempre pero 
con un añadido, con un suplemento, regalándoos buena concien- 
cia; comprar no logo, boicotear a Total Fina Elf, debería per- 
suadiros de que la acción política, en el fondo, no exige gran 



3. Periodista, escritor y productor de programas de radio francés. Conocido 
en la escena anti-globalización francesa por su programa de radio: "La-bas si 

j'j suis". (N. del T.) 

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cosa y que también vosotros sois capaces de "compromete- 
ros". Nada nuevo en este comercio de indulgencias, pero la 
dificultad se presenta cuando de lo que se trata es de cortar 
con la confusión reinante. La cultura invocatoria del otro- 
mundo-es-posible, el pensamiento de Max Havelaar 4 , dejan 
poco margen para hablar de ética sin que remita a etiqueta. La 
multiplicación de asociaciones ecologistas, humanitarias, "de 
solidaridad", viene oportunamente a canalizar el malestar 
generalizado y contribuye así a perpetuar el estado de cosas 
existente, por la valorización personal, el reconocimiento y su 
lote de subvenciones "honestamente" recibidas, por el culto, 
en suma, a la utilidad social. 

Sobre todo nada de enemigos, a lo sumo problemas, abu- 
sos o catástrofes, peligros todos ellos de los que solamente 
los dispositivos del poder puedan protegernos. 

La obsesión de los fundadores del liberalismo fue la elimi- 
nación de las sectas, porque en ellas se reunían todos los ele- 
mentos subjetivos que debían ponerse al margen como con- 
dición de existencia del Estado moderno. Para un sectario, la 
vida, antes que nada, es exactamente lo que puede volverse 
adecuado a lo que un pensamiento, reconocido como verda- 
dero, está en condiciones de exigir -a saber, una cierta dispo- 
sición con respecto a cosas y acontecimientos del mundo, un 
modo de no perder de vista lo que importa. Hay una conco- 
mitancia entre la aparición de "la sociedad" (y de su correla- 
to: "la economía") y la redefinición liberal de lo público y lo 



4. Asociación fundada en 1992. Otorga una etiqueta a los productos que res- 
ponden a las normas internacionales del comercio justo. (N. del T.) 

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privado. La colectividad sectaria es, en sí misma, una amena- 
za para lo que designa el pleonasmo "sociedad liberal". En la 
medida en que es una forma de organización de la secesión. 
Aquí residía la pesadilla de los fundadores del Estado moder- 
no: un pedazo de colectividad se desprende del todo, arrui- 
nando así la idea de una unidad social. Son dos cosas que la 
"sociedad" no puede soportar: que un pensamiento pueda ser 
incorporado, es decir que pueda encarnarse en una existencia en 
términos de conducta de vida o de modo de vida; y que esta 
incorporación pueda ser no solamente transmitida, sino com- 
patúda., puesta en común. Esto es todo lo que hace falta para que 
SE haya convertido en habitual calificar como "secta" cual- 
quier experiencia colectiva fuera de control. 

Por todas partes se ha filtrado la evidencia del mundo de 
la mercancía. Esta evidencia es el instrumento más operativo 
para desconectar los objetivos de los medios, para secretar así la 
"vida cotidiana" como un espacio de existencia que nos com- 
pete sólo gestionar. La vida cotidiana es aquello a lo que 
supuestamente siempre queremos volver, como la aceptación 
de una necesaria y universal neutralización. Es la parte cada 
vez mayor de renuncia a la posibilidad de un goce no diferi- 
do. Como dice un amigo: es la medida de todos nuestros crí- 
menes posibles. 

Raras son las colectividades que pueden escapar al abismo 
que les espera, a saber: su aplastamiento sobre la extrema pla- 
nicie de lo real, la comunidad como el colmo de la intensidad 
media o el retorno a los lentos desmoronamientos personales, 
torpemente rellenados con banales apelaciones a la discreción. 

La neutralización es una característica esencial de la socie- 
dad liberal. Los nichos de neutralización, donde se requiere 

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que ninguna emoción se desborde, donde a cada cual se le 
exige contención, todo el mundo los conoce y, sobre todo, todo 
el mundo los vive como tales: empresas (pero, ¿qué es lo que 
hoy en día no es "empresa"?), discotecas, lugares de activida- 
des deportivas, centros culturales, etc. La verdadera cuestión 
es por qué, sabiendo cada uno a lo que atenerse en cuanto a 
esos lugares, ¿por qué están, a pesar de todo, tan concurridos? 
¿Por qué elegir, siempre y en primer lugar, "que no pase 
nada" o que, en cualquier caso, no suceda nada susceptible de 
provocar estremecimientos demasiado profundos? ¿Por cos- 
tumbre? ¿Por desesperación? ¿Por cinismo? O tal vez porque 
así uno puede experimentar la delicia de estar en un sitio sin 
estar, de estar allí estando esenáalmente en otra parte; porque 
así aquello que somos en el fondo se preservaría hasta el punto 
de no tener que existir. 

Estas cuestiones "éticas" son las primeras que deben plan- 
tearse y sobre todo son las que nosotros hallamos en el cora- 
zón mismo de la política: ¿cómo responder a la neutralización 
afectiva, a la neutralización de los efectos potenciales de pen- 
samientos decisivos? Y también, ¿cómo las sociedades 
modernas juegan con estas neutralizaciones o, más bien, las 
hacen jugar como un engranaje esencial de su funcionamiento? 
¿Cómo nuestras disposiciones a la atenuación actualizan en 
nosotros y hasta en nuestras experiencias colectivas la efecti- 
vidad material del imperio? 

La aceptación de estas neutralizaciones puede ir sin duda 
a la par con grandes intensidades de creación. Podéis experi- 
mentar hasta la locura, a condición de ser una individualidad 
creadora y de producir en público la prueba de esta singulari- 
dad (las "obras"). Podéis incluso saber lo que significa el 

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estremecimiento, pero a condición de experimentarlo solos y, 
a lo sumo, de transmitirlo indirectamente. Seréis entonces reco- 
nocidos como artistas o pensadores y, por poco que estéis 
"comprometidos", podréis lanzar al mar todas las botellas 
que queráis, con la buena conciencia de quien ve más lejos y 
puede prevenir a los demás. 

Hemos hecho, como otros muchos, la experiencia de que 
los afectos bloqueados en una "interioridad" acaban mal: 
pueden incluso convertirse en síntomas. Las rigideces que 
observamos en nosotros mismos vienen de los tabiques que 
cada uno ha creído deber levantar para marcar los límites de 
su persona y contener en ella lo que no debe desbordarse. 
Cuando, por una razón u otra, estos tabiques se fisuran y 
quiebran, sucede algo que puede ser horrible, que quizás 
tenga que ver esencialmente con el espanto, pero un espanto 
capaz de librarnos del miedo. Todo cuestionamiento de los 
Emites individuales, de las fronteras trazadas por la civiliza- 
ción, puede revelarse salvadora. Una cierta puesta en riesgo 
de los cuerpos acompaña a la existencia de toda comunidad 
material: cuando los afectos y los pensamientos dejan de ser 
asignables a uno u otro, cuando algo así como una circulación 
se ha reestablecido, en la que transitan, indiferentes a los indi- 
viduos, afectos, ideas, impresiones y emociones. Basta con 
entender que la comunidad como tal no es la solución; es su 
desaparición, en todas partes y todo el tiempo, en donde radi- 
ca el 



Nosotros no percibimos a los humanos aislados los unos 
de los otros ni del resto de seres de este mundo; los vemos 
ligados por múltiples vínculos, que han aprendido a negar. 



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Esta negación permite bloquear la circulación afectiva por la 
que estos múltiples lazos son experimentados. A su vez, este 
bloqueo es necesario para que el hábito se supedite al régimen 
de intensidad más neutro, más apagado, más mediocre, el que 
puede hacer desear como algo apetecible -es decir, como algo 
lo suficientemente neutro, mediocre y apagado, aunque libre- 
mente decidido- las vacaciones, la hora de la cena o las vela- 
das tranquilas. De este régimen de intensidad, ciertamente 
muy ocádentado, se nutre el orden imperial. 

Se nos dirá: haciendo la apología de las intensidades emo- 
cionales experimentadas en común, vais contra aquello que 
los seres vivientes reclaman para vivir, a saber, la dulzura y la 
calma -que por lo demás se encuentran hoy, como todo bien 
escaso, a precios prohibitivos. Si se quiere decir con esto que 
nuestro punto de vista es incompatible con los placeres auto- 
rizados, incluso los fanáticos de los deportes de invierno, por 
poner un ejemplo, reconocerán sin muchos esfuerzos que no 
supondría una gran pérdida que ardiesen todas las estaciones 
de esquí para devolver el espacio a las marmotas. Por lo 
demás, no tenemos nada contra la dulzura que todo lo vivo 
en tanto que vivo lleva consigo. "Bien podría ser que vivir 
fuese algo dulce", cualquier brizna de hierba lo sabe mejor 
que todos los ciudadanos del mundo. 



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Proposición V 



A toda preocupación moral, a todo anhelo de pureza, 

oponemos la elaboración colectiva de una estrategia. 

Nada es malo salvo lo que perjudica el desarrollo 

de nuestra potencia. 

Pertenece a esta resolución dejar de distinguir entre 

economía y política. 

La perspectiva de formar bandas no nos espanta; la 

de ser tomados por una mafia más bien nos divierte. 



^> 



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Escolio 

Se nos ha vendido esta mentira: lo que tendríamos de más 
propio es lo que nos distinguiría de lo común. 

Nosotros hacemos la experiencia inversa: toda singulari- 
dad se experimenta en el modo y la intensidad con la que un ser 
hace existir algo común. 

En el fondo, es de ahí desde donde partimos, donde nos 
encontramos. 

Lo más singular en nosotros apela a un compartir. 

Ahora bien, constatamos la siguiente evidencia: lo que 
tenemos para compartir no solamente no es compatible con 
el orden dominante, sino que este persigue encarnizadamen- 
te toda forma del compartir de la que no dicte las reglas. En 
las metrópolis, por ejemplo, el cuartel, el hospital, la cárcel, el 
asilo y el geriátrico son las únicas formas admitidas de habita- 
ción colectiva. El estado normal es el aislamiento de cada cual 
en su habitáculo privado. Es allí donde se vuelve invariable- 
mente, por más conmovedores o repulsivos que sean los 
encuentros que se experimenten en cualquier otra parte. 

Nosotros hemos conocido estas condiciones de existencia 
y jamás volveremos a ellas. Nos debilitan demasiado. Nos 
vuelven demasiado vulnerables. Nos marchitan. 



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El aislamiento, en las "sociedades tradicionales", es la pena 
más dura a la que pueda condenarse a un miembro de la 
comunidad. Hoy en día es la condición común. El resto del 
desastre se deduce de aquí lógicamente. Es en virtud de la 
idea limitada que cada uno se hace de su "hogar" que parece 
natural dejar el espacio de la calle en manos de la policía. No 
SE habría podido convertir el mundo en un lugar tan inhabi- 
table bajo la pretensión de controlar toda sociabilidad -de los 
mercados a los bares, de las empresas a las trastiendas- si no 
SE hubiese acordado antes a cada cual el espacio privado 
como refugio. 

En nuestra fuga de las condiciones de existencia que nos 
mutilan, hemos encontrado las okupaciones o, mejor dicho, 
la escena okupa internacional. En esta constelación de lugares 
okupados donde se experimentan, se diga lo que se diga, for- 
mas de agregación colectiva fuera de control, conocimos, en 
un primer momento, un aumento de potencia. Nos organiza- 
mos para la supervivencia elemental -reapropiación, trabajos 
colectivos, comidas compartidas, puesta en común de técni- 
cas, de materiales, de inclinaciones amorosas- y encontramos 
formas de expresión política -conciertos, manifestaciones, 
acción directa, sabotaje, octavillas. 

Luego, poco a poco, vimos cómo lo que nos rodeaba se 
transformaba en ambiente y de ambiente en escena. Vimos el 
dictado de una moral sustituir a la elaboración de una estra- 
tegia. Vimos cómo se solidificaban normas, se construían 
reputaciones, lo que fueron hallazgos se ponían a funcionar y 
todo se convertía en algo previsible. La aventura colectiva 
mutó en triste cohabitación. Una tolerancia hostil se apode- 
ró de todas las relaciones. Hicimos una componenda. Y como no 



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podía ser de otro modo, lo que supuestamente debía ser un 
contra-mundo se vio reducido finalmente a un simple refle- 
jo del mundo dominante: los mismos juegos de valorización 
personal en el terreno de las reapropiaciones, de la pelea, de 
la corrección política o de la radicalidad. El mismo sórdido 
liberalismo en la vida afectiva, el mismo afán de territorio, de 
dominio, la misma escisión entre vida cotidiana y actividad 
política, las mismas paranoias identitarias. Y para los más 
afortunados, el lujo de poder escapar periódicamente de su 
miseria local llevándola consigo allí donde todavía puede 
resultar novedosa. 

No achacamos estas debilidades a la forma-okupación. Ni 
renegamos ni desertamos de ella. Decimos que okupar no 
volverá a tener un sentido para nosotros más que bajo la con- 
dición de entenderse a partir de este compartir al que nos 
hemos comprometido. En las okupaciones, como en todas 
partes, la confección colectiva de una estrategia es la única 
alternativa frente al repliegue en una identidad, a la integra- 
ción o al gueto. 

En materia de estrategia, recordamos todas las lecciones 
de la "tradición de los vencidos". 

Nos acordamos de los inicios del movimiento obrero. 

Nos son cercanos. 

Porque lo que se puso en marcha en aquella fase inicial se 
relaciona directamente con lo que vivimos, con lo que hoy que- 
remos poner en marcha. 

La constitución en fuerza de lo que habría de llamarse 
"movimiento obrero" se apoyó en su inicio en la puesta en 
común de prácticas criminales. Las cajas de solidaridad en 
caso de huelga, los sabotajes, las sociedades secretas, la vio- 
lencia de clase, las primeras formas de apoyo mutuo como 

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modo de superar la supervivencia individual, se desarrollaron 
a sabiendas de su carácter ilegal, de su antagonismo. 

Fue en Estados Unidos donde la similitud entre formas 
de organización obrera y criminalidad organizada se hizo 
más tangible. La potencia de los proletarios americanos al 
inicio de la era industrial obedeció tanto al desarrollo, en el 
seno de la comunidad de los trabajadores, de una fuerza de 
destrucción y de represalia contra el Capital, como a la exis- 
tencia de solidaridades clandestinas. La reversibilidad cons- 
tante del trabajador en malhechor trajo como respuesta un 
control sistemático y la "moralización" de toda forma de 
organización autónoma. Se criminalizó como gang todo lo 
que excedía al ideal del honesto trabajador. Hasta quedar la 
mafia de un lado y los sindicatos del otro, ambos producto 
de una recíproca amputación. 

En Europa, la integración de las formas de organización 
obrera en el aparato de gestión estatal -fundamento de la 
socialdemocracia- se pagó con la renuncia a asumir la más 
mínima capacidad de ataque. Pero también aquí la emergen- 
cia del movimiento obrero fue producto de solidaridades 
materiales, de una urgente necesidad de comunismo. Las 
"casas del pueblo" fueron los últimos refugios de esta simili- 
tud entre necesidades de comunicación inmediata y necesidades 
estratégicas ligadas a la puesta en marcha del proceso revolu- 
cionario. El "movimiento obrero" se desarrolló desde enton- 
ces como progresiva separación entre la corriente cooperati- 
vista -nicho económico segado de su razón estratégica de 
ser- y las formas políticas y sindicales proyectadas sobre el 
terreno del parlamentarismo, de la cogestión. Del abandono 
de todo objetivo secesionista nació un absurdo: la izquierda. 

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,3 5 Página 73 



Y el punto culminante se alcanzó cuando los sindicalistas 
denunciaron el recurso a la violencia clamando a quien quisie- 
ra oírlos que colaborarían con la policía para controlar a los 
que rompiesen lunas de comercios o bancos. 

El endurecimiento policial de los Estados en los últimos 
años solamente prueba que las sociedades occidentales han 
perdido toda fuerza de agregación; no hacen más que gestio- 
nar su ineluctable descomposición. Es decir, esencialmente, 
impedir toda r<?agregación, pulverizar todo lo que emerge. 

Todo lo que deserte. 

Todo lo que rompa con lo establecido. 

Pero poco importa. El estado de ruina interior de estas 
sociedades muestra un número creciente de grietas. El conti- 
nuo reestablecimiento de las apariencias nada puede hacer al 
respecto: más allá se forman mundos. En okupaciones, 
comunas, grupúsculos, barrios que intentan escapar a la deso- 
lación capitalista. La mayoría de las veces estas tentativas 
abortan o mueren de autarquía, incapaces de establecer los 
contactos, las solidaridades apropiadas. Incapaces también de 
percibirse como parte activa en la guerra civil mundial. 

Pero todas estas reagregaciones no son apenas nada com- 
paradas con el deseo masivo, el deseo siempre pospuesto, de 
dejarlo todo. De partir. 

En diez años, entre dos censos, cien mil personas han 
desapareado en Gran Bretaña. Han cogido un camión, un bille- 
te, han tomado ácidos o se han ido al monte. Se han desafi- 
liado. Han partido. 

Nosotros habríamos deseado, en nuestra desafiliación, tener 
un lugar al que llegar, un partido que tomar, una dirección que 
seguir. 

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,3 5 Página 74 



Muchos que parten se pierden. 
Y no llegan jamás. 

Nuestra estrategia es pues la siguiente: establecer aquí y 
ahora un conjunto de focos de deserción, de polos de sece- 
sión, de puntos de reunión. Para los que se fugan. Para los 
que parten. Un conjunto de lugares donde sustraerse al impe- 
rio de una civilización que camina hacia el precipicio. 

Se trata de darse los medios, encontrar la escala en la que 
puedan resolverse una serie de cuestiones que, planteadas 
individualmente, nos sumen en la depresión. ¿Cómo desha- 
cerse de las dependencias que nos debilitan? ¿Cómo organi- 
zarse para dejar de trabajar? ¿Cómo establecerse fuera de la 
toxicidad de las metrópolis sin, por otro lado, "irse al 
campo"? ¿Cómo detener las centrales nucleares? ¿Cómo 
hacer para no verse forjado a recurrir al triturador psiquiátrico 
cuando un amigo se vuelve loco, ni a los medicamentos bur- 
dos de la medicina mecanicista cuando se pone enfermo? 
¿Cómo vivir juntos sin aplastarse mutuamente? ¿Cómo aco- 
ger la muerte de un camarada? ¿Cómo arruinar al imperio? 

Conocemos nuestra debilidad: hemos nacido y hemos cre- 
cido en sociedades pacificadas, en estado de disolución. No 
hemos tenido ocasión de adquirir la consistencia que dan los 
momentos de intensa confrontación colectiva. Ni los saberes 
a ellos asociados. Tenemos una educación política que madu- 
rar conjuntamente. Una educación teórica y práctica. 

Para eso necesitamos lugares. Lugares donde organizar- 
nos, donde compartir y desarrollar las técnicas requeridas. 
Donde ejercitarnos en el manejo de todo lo que pueda reve- 
larse necesario. Donde cooperar. Si no hubiese renunciado a 

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LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09 



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,3 5 Página 75 



cualquier perspectiva política, la experimentación de la 
Bauhaus, con todo lo que contuvo de materialidad y de rigor, 
evocaría la idea que nos hacemos de espacios-tiempos dis- 
puestos para la transmisión de saberes y de experiencias. Los 
Black Panthers también se dotaron de tales lugares, a los que 
añadieron su capacidad político-militar, las diez mil comidas 
gratuitas que distribuían diariamente, su prensa autónoma. 
Muy pronto se convirtieron en una amenaza tan evidente 
para el poder que este tuvo que enviar a los servicios especia- 
les para masacrarlos. 

Quien se constituya de este modo en fuerza sabe que se 
convierte en un partido en el desarrollo mundial de las hosti- 
lidades. La cuestión del recurso o de la renuncia a "la violen- 
cia" no es de las que un partido así se plantea. Y el propio 
pacifismo nos parece, en cualquier caso, un arma suplemen- 
taria al servicio del imperio, junto a los contingentes de CRS 5 
y de periodistas. Las consideraciones que deben ocuparnos en 
las condiciones del conflicto asimétrico que se nos impone, 
atañen a los modos de aparición y desaparición adecuados a 
cada una de nuestras prácticas. La manifestación, la acción a 
cara descubierta, la protesta indignada, son formas de lucha 
no solamente inadecuadas al régimen actual de dominación, 
sino contraproducentes, puesto que lo refuerzan alimentan- 
do, con informaciones continuamente actualizadas, sus siste- 
mas de control. Parecería de buen juicio, vista la inconsisten- 
cia de las subjetividades contemporáneas, incluso la de nues- 



5. CRS.- Compagnies Républicaines de Sécurite. Cuerpo de la policía nacio- 
nal. (N.delT.) 

75 



LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09 



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,3 5 Página 76 



tros dirigentes, y también considerando el pathos lacrimóge- 
no con que se ha conseguido rodear la muerte del más insig- 
nificante de los ciudadanos, atacar los dispositivos materiales 
más que a los hombres que les confieren un rostro. Por cui- 
dado estratégico. Por lo demás, son las formas operativas 
propias de todas las guerrillas a las que debemos prestar aten- 
ción: sabotajes anónimos, acciones no reivindicadas, el recur- 
so a técnicas fácilmente apropiables, contraataques a objeti- 
vos concretos. 

No hay cuestión moral en el modo como nos procuramos 
nuestros medios de vivir y de luchar, sino una cuestión táctica 
sobre los medios que nos damos y el uso que hacemos de 
ellos. 

"La manifestación del capitalismo en nuestras vidas es la 
tristeza", decía una amiga. 

Se trata de establecer las condiciones materiales de una 
disponibilidad compartida al goce. 



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Proposición VI 

Por un lado, queremos vivir el comunismo; 
Por el otro, queremos propagar la anarquía. 



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O 



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Escolio 

La época que atravesamos es la de la más extrema separa- 
ción. La normalidad depresiva de las metrópolis, sus muche- 
dumbres solitarias, expresan la imposible utopía de una socie- 
dad de átomos. 

La más extrema separación nos enseña el sentido del tér- 
mino "comunismo". 

El comunismo no es un sistema político o económico. El 
comunismo puede arreglárselas la mar de bien sin Marx. El 
comunismo se ríe de la URSS. Y se hace difícil de creer que 
SE pueda fingir, cada diez años y desde hace medio siglo, el 
descubrimiento de los crímenes de Stalin al grito de "¡Mirad 
lo que es el comunismo!" si no SE presintiese que todo nos 
empuja hacia él. 

El único argumento del que pueda decirse que ha aguan- 
tado el envite del comunismo es que no era necesario. Y cierta- 
mente, por limitados que fuesen, subsistían aún hasta fechas 
recientes, aquí y allí, cosas, lenguajes, pensamientos, lugares 
comunes; suficientes en todo caso para no enfermar. Había 
mundos y estaban poblados. El rechazo de pensar y plantear- 
se la cuestión del comunismo tenía sus argumentos, argumentos 
prácticos. Han sido barridos. Los años 80, el modo en que perdu- 



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LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09 



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,3 5 Página 80 



ran, persisten en Francia como la marca traumática de esta 
última purga. Desde entonces, todas las relaciones sociales se 
han convertido en sufrimiento. Al punto de volver preferible 
toda anestesia, todo aislamiento. En cierto sentido, es el libe- 
ralismo existencial lo que nos empuja al comunismo, por el 
exceso mismo de su triunfo. 

La cuestión comunista apunta a la elaboración de nuestra 
relación con el mundo, con los seres, con nosotros mismos. 
Se refiere a la elaboración del juego entre los diferentes mun- 
dos, a la comunicación entre ellos. No a la unificación del espa- 
cio planetario, sino a la instauración de lo sensible, es decir de la 
pluralidad de los mundos. En ese sentido, el comunismo no 
es la extinción de toda conflictividad, no describe un estado 
final de la sociedad tras el cual todo habría sido dicho. Porque 
es por medio del conflicto, también, como los mundos comu- 
nican. "En la sociedad burguesa, donde las diferencias entre 
los hombres sólo son aquellas que no tienen que ver con el 
hombre mismo, son precisamente las verdaderas diferencias, 
las diferencias de cualidad, las que se menosprecian. El comu- 
nista no quiere construir un alma colectiva. Quiere realizar 
una sociedad donde las falsas diferencias sean liquidadas. Y 
liquidando estas falsas diferencias, abrir todas las posibilida- 
des que contienen las diferencias verdaderas." Así hablaba un 
viejo amigo. 

Es evidente, por ejemplo, que SE ha pretendido zanjar la 
cuestión de lo que me es apropiado, de lo que necesito, de lo 
que forma parte de mi mundo, exclusivamente a través de la 
ficción policial de la propiedad legal, de lo que es mío y me per- 
tenece. Algo me es propio en la medida en que pertenece al 

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LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09 



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dominio de mis usos y no en virtud de un título jurídico. La 
propiedad legal no contiene más realidad, a fin de cuentas, 
que la de las fuerzas que la protegen. La cuestión del comu- 
nismo pasa, pues, de un lado por la supresión de la policía y, 
de otro, por la elaboración entre los que viven juntos de 
modos de compartir, de usos. El comunismo, ciertamente, no 
está dado. Está por pensar, está por hacer. Y, sin embargo, 
todo lo que se pronuncia en su contra obedece en la mayoría 
de los casos a una expresión de la fatiga. "Pero jamás lo con- 
seguiréis... Eso no puede funcionar... Los hombres son como 
son... Y además, ya es suficientemente dura la vida como 
para.... La energía tiene un límite, no se puede hacer todo". 
Pero la fatiga no es un argumento. Es un estado. 

El comunismo parte, por tanto, de la experiencia del com- 
partir. Y en primer lugar de compartir nuestras necesidades. 
La necesidad no es aquello a lo que nos han acostumbrado los 
dispositivos capitalistas. La necesidad no es nunca necesidad de una 
cosa sin ser al mismo tiempo necesidad de mundo. Cada una de nues- 
tras necesidades nos liga, más allá de todo pudor, a todo lo 
que hace que la experimentemos como tal. La necesidad no 
es más que el nombre de la relación por la cual un ser sensi- 
ble concreto hace existir tal o cual elemento de su mundo. 
Por eso los que carecen de mundo -las subjetividades metro- 
politanas, por ejemplo- solamente experimentan caprichos. 
Y por eso el capitalismo, que sin embargo satisface como 
nadie la necesidad de cosas, no propaga umversalmente más 
que la insatisfacción: porque para satisfacer la necesidad de 
cosas, debe destruir los mundos. 

Por comunismo entendemos una áerta disciplina de la aten- 
úan. 



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LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09 



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,3 5 Página 82 



A la práctica del comunismo, tal y como la vivimos, la lla- 
mamos "el Partido". Cuando logramos superar juntos un 
obstáculo o cuando alcanzamos un nivel superior del com- 
partir, nos decimos que "construimos el Partido". 
Ciertamente, otros, que no conocemos aún, construyen tam- 
bién el Partido, en otro lugar. Este llamamiento está dirigido 
a ellos. Ninguna experiencia de comunismo en la actualidad 
puede sobrevivir sin organizarse, sin vincularse a otras, sin 
ponerse en crisis, sin librar la guerra. "Porque los oasis que la 
vida dispensa son arrasados cuando buscamos refugio en 
ellos". 

Tal como lo aprehendemos, el proceso de instauración del 
comunismo sólo puede tomar la forma de un conjunto de actos 
de comunicación, de puesta en común de tal o cual espacio, de 
tal o cual artefacto, de tal o cual saber. Es decir: de la elabo- 
ración del modo de compartir que les es propio. La misma 
insurrección no es más que un acelerador, un momento deci- 
sivo de este proceso. Tal como lo entendemos, el Partido no 
es la organización -donde a fuerza de transparencia todo se 
vuelve inconsistente- ni el Partido es la familia -donde todo 
huele a engaño a fuerza de opacidad. 

El Partido es un conjunto de lugares, de infraestructuras, 
de medios puestos en común y los sueños, los cuerpos, los 
murmullos, los pensamientos, los deseos que circulan entre 
esos lugares, el uso de esos medios, el hecho de compartir esas 
infraestructuras. 

La noción de Partido responde a la necesidad de una for- 
malización mínima, que nos vuelva accesibles aún permitién- 
donos permanecer invisibles. Corresponde a la exigencia 
comunista explicarnos a nosotros mismos, formular los prin- 

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LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09 



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,3 5 Página 83 



cipios de nuestro compartir. Con el fin de que el último en lle- 
gar sea, como mínimo en eso, igual al primero. 

Visto más de cerca, el Partido podría no ser más que lo 
siguiente: la constitución en fuerza de una sensibilidad. El 
despliegue de un archipiélago de mundos. ¿Qué sería, bajo el 
imperio, una fuerza política que careciese de sus granjas, sus 
escuelas, sus armas, sus medicinas, sus casas colectivas, sus 
mesas de montaje, sus imprentas, sus camionetas y sus cabe- 
zas de puente en las metrópolis? Nos parece cada vez más 
absurdo que algunos de entre nosotros se vean todavía obli- 
gados a trabajar para el Capital -fuera de las diversas tareas de 
infiltración, por supuesto. 

De aquí viene la potencia ofensiva del Partido, que tam- 
bién es una potencia de producción, aún si en su seno las rela- 
ciones no son de producción más que inádentalmente. 

El capitalismo ha consistido en la reducción en última ins- 
tancia de todas las relaciones a relaciones de producción. De 
la empresa a la familia, el mismo consumo aparece como un 
episodio más de la producción general, de la producción de 
sociedad. 

El derrocamiento del capitalismo vendrá de aquellos que 
consigan crear las condiciones para otros tipos de relaciones. 

En esto el comunismo del que hablamos se opone, punto 
por punto, a lo que SE ha llamado "comunismo" y que no fue 
en gran medida más que socialismo, capitalismo monopolista 
de Estado. 

El comunismo no consiste en la elaboración de nuevas rela- 
ciones de producción, consiste más bien en su abolición. 

Que no tengamos con respecto a nuestro medio o entre 
nosotros relaciones de producción, significa no dejar que la 
búsqueda del resultado prime sobre la atención al proceso, 

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LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09 



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,3 5 Página 84 



significa desbaratar entre nosotros cualquier forma de valori- 
zación, cuidarnos de no separar afecto y cooperación. 

Estar atentos a los mundos, a su configuración sensible, 
implica muy especialmente imposibilitar el aislamiento de 
algo así como una "relación de producción". 

En los lugares que abrimos, en torno a los medios que 
compartimos, esta es la gracia que buscamos, que experimen- 
tamos. 

Para nombrar esta experiencia, a menudo se oye de 
nuevo en Francia la palabra "gratuidad". Más que de gratui- 
dad nosotros preferimos hablar de comunismo porque no 
olvidamos lo que la. práctica de la gratuidad implica de orga- 
nización y, a corto plazo, de antagonismo político. 

Por otro lado, la construcción del Partido, en su aspecto 
más visible, consiste para nosotros en la puesta en común, en 
la comunicación de aquello de lo que disponemos. Poner en 
común un lugar quiere decir: liberar su uso y, sobre la base de 
esta liberación, experimentar relaciones delicadas, intensifica- 
das, complejizadas. Si la propiedad privada es esencialmente 
el poder discrecional de privar a cualquiera del uso de la cosa 
que se posee, la puesta en común es poder privar del uso de 
lo que sea sólo a los agentes del imperio. 

Desde todos lados se nos chantajea con la elección entre 
la ofensiva y la construcción, la negatividad y la positividad, la 
vida y la supervivencia, la guerra y la cotidianidad. No respon- 
deremos. Sabemos demasiado acerca de cómo estas alternati- 
vas dividen primero y escinden después a los colectivos exis- 
tentes. Para una fuerza que se despliega, es imposible decir si 
la destrucción de un dispositivo que la perjudica es asunto de 



LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09 



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,3 5 Página 85 



construcción o de ofensiva, si el hecho de alcanzar una cierta 
autonomía alimentaria o médica constituye un acto de guerra 
o de sustracción. Hay circunstancias, como un motín, en las 
cuales el hecho de poder curarse entre camaradas aumenta 
considerablemente la capacidad de ataque. ¿Quién puede 
decir que armarse no forma parte de la constitución material 
de una colectividad? Allí donde hay entendimiento acerca de 
una estrategia común, no se da elección entre ofensiva y 
construcción; se da, en cada situación, la evidencia de lo que 
aumenta nuestra potencia y lo que la reduce, de lo que es 
oportuno y lo que no lo es. Y allí donde esta evidencia se echa 
en falta hay discusión y, en el peor de los casos, apuesta. 

En general, no vemos cómo algo distinto a una fuerza, una 
realidad apta para sobrevivir a la dislocación total del capitalis- 
mo, puede verdaderamente atacarlo hasta lograr, precisamen- 
te, esta dislocación. 

De lo que se tratará, cuando llegue el momento, es de 
hacer girar a nuestro favor el hundimiento social generaliza- 
do, transformar un derrumbe del tipo argentino o soviético 
en situación revolucionaria. Aquellos que pretenden separar 
autonomía material y sabotaje de la máquina imperial expre- 
san suficientemente bien que no quieren ni una cosa ni la 
otra. 

No es ninguna objeción contra el comunismo el hecho de 
que la experimentación más formidable de la comunización 
en el periodo reciente la haya producido el movimiento anar- 
quista español entre 1868 y 1939. 



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O 



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Proposición VII 

El comunismo es posible en todo momento. 

Lo que llamamos "Historia" no es al día de hoy más 

que el conjunto de tergiversaciones inventadas por los 

humanos para conjurarlo. El hecho de que esta 

"Historia" consista, desde hace más de un siglo, en 

una variada acumulación de desastres, y solamente en 

eso, nos habla de que la cuestión comunista ya no v7 

puede suspenderse más. Es esta suspensión la que 

debemos, a su vez, suspender. 



8" 



LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09 



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.3 5 Página 



O 



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Escolio 

"¿Pero qué queréis vosotros exactamente? ¿Qué propo- 
néis VOSOTROS?" 

Este tipo de preguntas pueden parecer inocentes. Pero 
lamentablemente no son preguntas. Son operaciones. 

Remitir todo NOSOTROS que se expresa a un VOSOTROS 
extranjero es, de entrada, conjurar la amenaza de que 
ese NOSOTROS me interpele de algún modo, de que ese 
NOSOTROS me atraviese. En segundo lugar es constituir al 
portador de un simple enunciado -inasignable en sí mismo- en pro- 
pietario de este. Porque en la organización metódica de la sepa- 
ración por ahora dominante, la circulación de los enunciados 
no es admitida si no pueden remitirse a un propietario, a un 
autor. Sin el cual correrían el riesgo de ser un poco comunes, y 
solamente aquello que enuncia el nosotros impersonal (SE) 
está autorizado a la difusión anónima. 

Y luego, esas preguntas conllevan esta mistificación: que, 
atrapados en el curso de un mundo que nos desagrada, habría 
propuestas que hacer, alternativas a encontrar. Que uno 
podría, dicho de otro modo, sustraerse a la situación en la que 
se ve inmerso para evaluarla de modo desapasionado, entre 
gente razonable. 



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LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09 



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,3 5 Página 90 



No hay espacio fuera de la situación. No hay afuera de la 
guerra civil mundial. Formamos irremediablemente parte de 
ella. Estamos irremediablemente atrapados en ella. 

Todo lo que podemos hacer al respecto es elaborar, en su 
interior, una estrategia. Compartir un análisis de la situación y 
elaborar una estrategia. Es el único NOSOTROS posible- 
mente revolucionario, el NOSOTROS práctico, abierto y 
difuso de aquellos que operan en un mismo sentido. 

En el momento en que escribimos esto, en agosto de 
2003, podemos afirmar que nos enfrentamos a la mayor ofen- 
siva del Capital de las últimas dos décadas. El antiterrorismo 
y la supresión de las últimas garantías conquistadas en otros 
tiempos por el difunto movimiento obrero dan el tono de la 
tentativa generalizada de meter en vereda a la población. 
Jamás los gestores de la sociedad han sabido tan bien como 
ahora de qué obstáculos se han librado y qué medios tienen a 
su disposición. Saben, por ejemplo, que la pequeña burguesía 
planetaria que ya puebla las metrópolis está suficientemente 
desarmada como para no ofrecer la menor resistencia a su 
aniquilamiento programado. Como también saben que su 
contrarrevolución se materializa en toneladas de cemento, 
incluyendo la arquitectura de tantas "nuevas ciudades". A 
largo plazo, parece que el plan del Capital es apartar, a escala 
global, un conjunto de zonas pacificadas y conectadas entre 
sí, donde el proceso de valorización capitalista abrazaría en 
un movimiento a la vez perpetuo e ininterrumpido todas las 
manifestaciones de la vida. Esta zona de confort imperial, 
ciudadano y desterritorializado, formaría una especie de con- 
tinuum policial donde reinaría un nivel de control, tanto polí- 
tico como biométrico, casi constante. El "resto del mundo" 



9(1 



LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09 



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,3 5 Página 91 



podría entonces ser enarbolado, a medida que avanza su 
incompleta pacificación, a la vez como espantajo y gigan- 
tesco afuera a civilizar. La experimentación salvaje de coha- 
bitación zona por zona entre enclaves hostiles, tal como se 
desarrolla desde hace décadas en Israel, ofrecería el mode- 
lo de gestión de lo social por venir. No tenemos ninguna 
duda de que la verdadera razón de todo esto sea, para el 
Capital, reconstituir desde la base su propia sociedad. Sea cual 
sea su forma y el precio que haya que pagar. 

Hemos visto en Argentina cómo el hundimiento económi- 
co de un país entero no ha sido, desde su punto de vista, 
demasiado costoso. 

En este contexto, NOSOTROS somos aquellos, todos 
aquellos, que experimentan la necesidad táctica de las tres ope- 
raciones siguientes: 

1. Impedir por todos los medios la recomposición de la 
izquierda. 

2. Hacer progresar, de "catástrofe natural" en "movi- 
miento social", el proceso de comunización, la construcción 
del Partido. 

3. Llevar la secesión hasta los sectores vitales de la máqui- 
na imperial. 



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LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09 



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,3 5 Página 92 



1. Periódicamente la izquierda es derrotada. Eso nos 
divierte pero no es suficiente. Su derrota, la queremos defini- 
tiva. Sin remedio. Que nunca jamás el espectro de una oposi- 
ción conciliable revolotee en el espíritu de aquellos que se 
saben inadecuados al funcionamiento capitalista. La izquierda 
-y esto lo admite hoy en día todo el mundo, aunque ¿nos 
acordaremos de ello pasado mañana?- forma parte de los dis- 
positivos de neutralización de la sociedad liberal. Cuanto más 
se verifica la implosión de lo social, más invoca la izquierda 
"la sociedad civil". Cuanto más actúa impune y arbitrariamen- 
te la policía, más se declara pacifista. Cuanto más se libera el 
Estado de las últimas formalidades jurídicas, más ciudadana 
se proclama. Cuanto más crece la urgencia de apropiación de 
los medios necesarios para nuestra existencia, más nos exhor- 
ta a esperar, a reclamar la mediación, incluso la protección, de 
nuestros amos. Es la izquierda la que nos prescribe hoy, fren- 
te a gobiernos que se sitúan abiertamente en el terreno de la 
guerra social, que nos convirtamos en sus interlocutores, que 
redactemos nuestras quejas, formulemos reivindicaciones, o 
estudiemos la economía política. De Léon Blum a Lula, la 
izquierda no ha sido más que eso: el partido del hombre, del 
ciudadano y de la civilización. Hoy, ese programa coincide 
íntegramente con el programa contrarrevolucionario: mante- 
ner en vigor el conjunto de ilusiones que nos paralizan. La 
vocación de la izquierda es expresar un sueño que solamente 
el imperio tiene los medios de alcanzar. Es la vertiente idea- 
lista de la modernización imperial, la válvula de escape nece- 
saria al ritmo insoportable del capitalismo. Ya ni le hace ascos 
a escribirlo en las publicaciones del propio ministerio francés 
de la Juventud, Educación e Investigación: "En la actualidad 
cualquiera sabe que sin la ayuda concreta de los ciudadanos, 

92 



LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09 



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,3 5 Página 93 



el Estado no tendría los medios ni el tiempo necesario para 
lograr las obras que pueden evitar la explosión de nuestra 
sociedad" {Ganas de actuar— Ta guía del compromiso). 

Hoy, deshacer la izquierda, es decir mantener constantemente 
abierto el canal de la desafección social, no es solamente necesario sino 
posible. Somos testigos, cuando por otro lado se refuerzan a un 
ritmo acelerado las estructuras imperiales, del pasaje de la vieja 
izquierda trabajista, enterradora del movimiento obrero y surgi- 
da de él, a una nueva izquierda, mundial, cultural, de la que puede 
decirse que tiene al negrismo como punta de lanza. Esta nueva 
izquierda no termina de asentarse aún ante la reciente neutrali- 
zación del "movimiento antiglobalización". Sus nuevos enga- 
ños son vistos como tales, mientras que los viejos ya no sirven. 

Nuestra tarea es arruinar la izquierda mundial allí donde se 
manifieste, sabotear metódicamente, es decir, tanto en la teo- 
ría como en la práctica, cada uno de sus posibles momentos 
de constitución. En ese sentido, nuestro éxito en Genova no 
reside tanto en los espectaculares enfrentamientos con la 
policía o en los daños infligidos a los órganos del Estado y el 
Capital, como en el hecho de que la difusión de prácticas de 
confrontación propias al "Black Bloc" en todos los bloques de la 
manifestación torpedease la apoteosis anunciada por los Tute 
Bianche. Así como nuestro fracaso desde entonces se encuen- 
tra en no haber sabido elaborar nuestra posición de modo tal 
que esa victoria en la calle se convirtiese en algo más que en 
un simple espantajo agitado sistemáticamente por todos los 
movimientos llamados "pacifistas". 

Es el actual repliegue de esta izquierda mundial en los 
foros sociales -repliegue debido a que ha sido vencida en la cálle- 
lo que debemos atacar. 

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LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09 



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,3 5 Página 94 



2. De año en año crece la presión para que todo funcione. A 
medida que progresa la cibernetización social, se vuelve más 
imperioso volver a la situación de normalidad. Y en base a esta 
lógica se multiplican las situaciones de crisis, los disfunciona- 
mientos. Un corte del fluido eléctrico, un verano demasiado 
caluroso o un movimiento social no se diferencian desde el 
punto de vista del imperio. Son perturbaciones. Hay qoe gestio- 
narlas. Por ahora, es decir a causa de nuestra debilidad, estas situa- 
ciones de interrupción se presentan como tantos momentos 
en los que el imperio sobreviene, se inscribe en la materialidad 
de los mundos, experimenta nuevos procedimientos. Es ahí, 
sobretodo, donde constriñe con más fuerza a las poblaciones 
que pretende socorrer. El imperio pasa en todas partes por ser 
el agente que nos devuelve a la situación normal. Nuestra 
tarea, por el contrario, es la de convertir en habitable la situación de 
excepción. No conseguiremos "bloquear la sociedad-empresa" 
verdaderamente, si no somos capaces de poblar ese bloqueo 
con otros deseos distintos a volver a la normalidad. 

En cierto sentido, lo que se produce en una huelga o en 
una "catástrofe natural" es muy parecido. Una interrupción 
interviene en la regulación organizada de nuestras dependen- 
cias. Entonces se muestra desnudo, en cada uno de nosotros, 
el ser de nuestras necesidades, el ser comunista, lo que nos 
vincula esencialmente y lo que en esencia nos separa. Cae el 
velo de vergüenza con el que cubrimos habitualmente todo 
esto. La disponibilidad al encuentro, a la experimentación de 
otras relaciones con el mundo, con los otros, con uno mismo, 
tal como entonces se manifiesta, basta para barrer cualquier 
duda con respecto a la posibilidad del comunismo. Y también 
en lo que hace a su necesidad. Lo que se requiere aquí es 
nuestra capacidad de auto-organización, nuestra capacidad, 

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LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09 



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,3 5 Página 95 



organizándonos desde el principio en base a nuestras necesi- 
dades, de hacer durar, de propagar, de hacer efectiva la situa- 
ción de excepción, esa misma sobre cuyo terror se funda el 
poder imperial. La ignorancia de esta ambivalencia de la situa- 
ción de excepción por parte de los movimientos sociales sor- 
prende particularmente. La expresión misma "movimiento 
social" parece sugerir que lo que importa realmente es hacia 
dónde se va y no lo que ocurre mientras tanto. Se da en todos 
los movimientos sociales actuales el compromiso tácito de no 
tomar en consideración aquello en lo que consisten, lo cual 
explica el hecho de que se sucedan los unos a los otros, no 
sólo sin agregarse nunca, sino más bien empeñados en distan- 
ciarse entre sí. De ahí la textura particular, tan volátil, de la 
sociabilidad de movimiento, donde cualquier compromiso 
parece tan fácilmente revocable. De ahí también su invariable 
dramaturgia: un rápido vuelo debido a la resonancia mediáti- 
ca y después, a partir de esta agregación temprana, el lento e 
inexorable deterioro; y finalmente, agotado el movimiento, el 
último reducto de irreductibles acaban por afiliarse a tal o cual 
sindicato, fundan tal o cual asociación, esperando así encon- 
trar una continuidad organizativa a su compromiso. No es esa 
la continuidad que nosotros buscamos: el hecho de disponer 
de locales donde reunimos o de una fotocopiadora para octa- 
villas. La continuidad que buscamos es la que nos permita, 
después de haber luchado durante meses, no volver a traba- 
jar, no volver a retomar el trabajo como antes, continuar provo- 
cando daños. Y esa continuidad solamente podemos cons- 
truirla en la duración de los movimientos. Es una cuestión de 
puesta en común inmediata, material, de construcción de una 
verdadera máquina de guerra revolucionaria, de construcción 
del Partido. 



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Se trata, tal y como decimos, de organizarse en base a 
nuestras necesidades -de poder responder progresivamente a 
la cuestión colectiva de comer, dormir, pensar, amar, de crear 
formas, de coordinar nuestras fuerzas- y de concebir todo esto 
como un momento de la guerra contra el imperio. 

Solamente así, habitando las mismas perturbaciones del 
programa, podremos enfrentarnos a ese "liberalismo econó- 
mico" que no es más que la estricta consecuencia, la lógica 
puesta en funcionamiento, del liberalismo existencial acepta- 
do en todas partes, practicado y considerado por cada uno 
como su derecho más elemental, incluidos aquellos que que- 
rrían desafiar al "neoliberalismo". Es así como se construirá 
el Partido, como una estela de lugares habitables dejados tras de 
sí por cada una de las situaciones de excepción con que tro- 
pieza el imperio. Nadie podrá dejar entonces de constatar 
cómo las subjetividades y los colectivos revolucionarios se 
vuelven más consistentes, a medida que se dan un mundo. 



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3. El imperio es manifiestamente contemporáneo a la 
constitución de dos monopolios: por un lado, el monopolio 
científico de las descripciones "objetivas" del mundo y de las 
técnicas de experimentación sobre este; por el otro, el mono- 
polio religioso de las técnicas de sí, de los métodos por los 
cuales se elaboran subjetividades -monopolio del que depen- 
de directamente la práctica psicoanalítica. De un lado una 
relación con el mundo depurada de toda relación con uno 
mismo —uno mismo como fragmento del mundo—, del otro 
una relación con uno mismo depurada de toda relación con 
el mundo -con el mundo en tanto que me atraviesa. Todo 
sucede entonces como si las ciencias y las religiones, en su 
mismo distanciarse, configurasen el espacio ideal donde el 
imperio es libre de moverse. Ciertamente, estos monopolios 
están muy diversamente distribuidos según las zonas del 
imperio. En las regiones llamadas desarrolladas, las ciencias 
constituyen un discurso de verdad al que se le reconoce el 
poder de dar forma a la existencia misma de la colectividad, 
precisamente ahí donde el discurso religioso ha perdido esta 
capacidad. Por lo tanto es allí donde debemos llevar la sece- 
sión en primer lugar. 

Llevar la secesión a las ciencias no significa abalanzarse 
sobre ellas como si se tratasen de una fortaleza a conquistar o 
a arrasar, sino destacar las líneas de fractura que las recorren, 
tomar el partido de aquellos que acentúan estas líneas y que, 
por esto mismo, comienzan por no disfrazarlas. Porque del 
mismo modo que hay grietas trabajando permanentemente la 
falsa compacidad de lo social, cada rama de las ciencias forma 
un campo de batalla saturado de estrategias. Con el paso del 
tiempo la comunidad científica ha logrado construir en torno 
a sí misma la imagen de una gran familia unida, consensual en 

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lo básico y muy respetuosa de las reglas de cortesía. Esa fue 
de hecho la mayor operación política ligada a la existencia de 
las ciencias: velar los desgarros internos y ejercer, a partir de 
esta imagen aplanada, efectos de terror sin igual. Terror hacia 
afuera, como privación del estatuto de discurso de verdad 
para todo aquello que no se reconoce como científico. Terror 
hacia dentro, como descalificación refinada, feroz, de las 
potenciales herejías. "Estimado colega..." 

Cada ciencia pone en marcha un conjunto de hipótesis; 
estas hipótesis son decisiones en tanto que construyen realidad. 
Hoy en día esto es ampliamente aceptado. Lo que se niega es 
la significación ética de cada una de estas decisiones, cómo cada 
una de ellas implica una cierta forma de vida, un cierto modo 
de percibir el mundo (por ejemplo, experimentar el tiempo 
existencial como despliegue de un "programa genético" o la 
alegría como un asunto de sero tonina). 

Así, los juegos de lenguaje científicos no parecen construi- 
dos para establecer una comunicación entre aquellos que los 
usan, sino para excluir a quienes los ignoran. Los agencia- 
mientos materiales, estancos, en los que se inserta la actividad 
científica -laboratorios, coloquios, etc.- llevan en sí mismos 
el divorcio entre las experimentaciones y los mundos que 
estas podrían configurar. No basta con describir de qué modo 
las investigaciones llamadas "fundamentales" están siempre 
conectadas de algún modo con los flujos militares y empresa- 
riales, y cómo, recíprocamente, estos contribuyen a definir 
sus contenidos, las mismas orientaciones de la investigación. 
La manera que tienen las ciencias de participar en la pacifica- 
ción imperial pasa sobre todo por desarrollar solamente las 

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experimentaciones y chequear las hipótesis compatibles con el 
mantenimiento del orden dominante. Por el contrario, nues- 
tro modo de arruinar el orden imperial pasa por la apertura de 
espacios disponibles para las experimentaciones antagonistas. 
De la existencia de tales espacios desocupados depende que 
las experimentaciones puedan dar a luz sus mundos conexos, 
así como depende de la pluralidad de estos mundos que se 
exprese la conflictividad oculta de las prácticas científicas. 

Se trata de que los practicantes de la vieja medicina meca- 
nicista y pasteuriana se unan a los que practican las medicinas 
"tradicionales", prescindiendo de cualquier extravío new age. 
Que deje de confundirse el compromiso con la investigación 
y la defensa judicial de la integridad de los laboratorios. Que 
las prácticas agrícolas no productivistas se desarrollen al mar- 
gen del coto cerrado de las etiquetas bio. Que sean cada vez 
más numerosos los que experimenten el carácter irrespirable 
de las contradicciones de "la educación nacional", entre 
defensa de la República y taller de auto-empresarialidad difu- 
sa. Que la "cultura" no pueda enorgullecerse de la colabora- 
ción de un solo inventor de formas. 

En todas partes hay alianzas posibles. 
La perspectiva de quebrar los circuitos capitalistas exige, 
para ser efectiva, que las secesiones se multipliquen, 
y que se agreguen. 

SE nos dirá: estáis atrapados en una alternativa que, de un 
modo u otro, os condena: o bien lográis convertiros en una 
amenaza para el imperio y, en ese caso, seréis rápidamente eli- 
minados; o bien no lográis constituir tal amenaza y, una vez 
más, os destruiréis a vosotros mismos. 



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Queda apostar por la existencia de otra posibilidad, un del- 
gado filo, pero suficiente para que podamos caminar por él, 
suficiente para que todos aquellos que escuchen puedan caminar y 
vivir en él. 



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"Cada día, la juventud espera, espera su 
oportunidad como la esperan los obreros, 
incluso los viejos. Esperan todos, aquellos 
que están descontentos y que reflexionan. 
Esperan que se levante una fuerza, algo de 
lo que formar parte, una suerte de nueva 
internacional, que no cometa los errores de 
las antiguas. La posibilidad de acabar de una 
vez por todas con el pasado. 
Y que comience algo nuevo. 

NOSOTROS HEMOS COMENZADO." 



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O 



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EL BELLO INFIERNO 



Con ocasión de una ofensiva estética llamada Ulle 2004 -capi- 
tal-europea-de-la-cultura, que vino a golpear de lleno a la ciu- 
dad del mismo nombre, un pequeño libro titulado La fiesta ha 
terminado 1 , sin mención de autor ni de edición, hi\o su apa- 
rición en el territorio concernido. Su contenido resonó junto a la 
verdad que expresaron diversos actos de sabotaje que, en aquel 
momento, apuntaron contra la infame utopía vendida por tan- 
tos artistas y políticos. 



"El infierno de los vivos no es algo por venir; hay uno, 
el que ya existe aquí, el que habitamos todos los días, el 
que formamos estando juntos. Hay dos maneras de no 
sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el 
infierno y volverse parte de él hasta el punto de dejar 
de verlo. La segunda es arriesgada y exige atención y 
aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién 
y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacer que 
dure, y darle espacio." 

ítalo Calvino, Las ciudades invisibles 

Todo lo que ha surgido ligado a la estética nos es irreduc- 
tiblemente hostil. No decimos enemigo, decimos: hostil 1 . "El 



1. http://lafeteestfinie.free.fr/ 

2. El lector interesado en la distinción entre hostilidad y enemistad, puede 
remitirse al libro Introducción a la guerra civil, Tiqqun. Ed. Melusina, 2008. 

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enemigo es nuestro propio problema, tomando forma", ha 
escrito alguien. Para nosotros no existe el problema estético. 
Cuando un moderno cualquiera publica una novela donde se 
conjura para "volver a poner de moda el comunismo", per- 
cibimos con suma precisión la operación que intenta contra 
nosotros. Y encomendamos el libro a las llamas, sin remordi- 
mientos. Lo estúpido aquí sería intentar comprender, cuan- 
do justamente sólo cabe destruir. 

Si la estética no fuese más que la ciencia de lo bello, o del 
gusto, o incluso "un cierto régimen de inteligibilidad de las 
artes" -ese momento, hacia finales del siglo XVin, donde se 
dejó de hablar de bellas artes, de artes liberales y artes mecá- 
nicas, y se empezó a hablar de "el arte", ámbito especial de la 
existencia, celosamente distinto de la vida ordinaria-, no 
habría salones de estética en cada esquina, ni hpunk attitude, 
ni siquiera "zonas de gratuidad" en las galerías de arte. Y cier- 
tamente tampoco se fantasearía con convertir a los últimos 
campesinos en agentes de mantenimiento del paisaje. Hay 
menos estética en toda la historia del arte de A. Warburg que 
en una hora de la vida de un publicista cualquiera. Estética es 
la existencia metropolitana en toda su complejidad y la nueva 
sociedad "imperial" en su fundamento. La estética es la forma 
que toma la fusión aparente del capital y de la vida en la metró- 
polis. Si en adelante la valorización sólo puede encontrar su 
última ratio en el hecho de que una cosa o un ser gustan, el 
poder, que ya no logra justificar sus manejos mediante refe- 
rencia alguna a la verdad o a la justicia, pasa a disponer de la 
más absoluta libertad de acción desde el momento en que se 
cubre con la máscara de la estética. Un nietzscheano para eje- 
cutivos escribía hace algunos años: "El paradigma estético es 
el ángulo de ataque que permite dar cuenta de una constela- 

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ción de acciones, sentimientos y ambientes específicos del 
espíritu de la postmodernidad". A lo que seguía un elogio de 
la sociabilidad de bar moderno, de todo el buen rollo ciber- 
nético, de toda la superficialidad rentable, de las pasiones frías 
que tanto atraen a los corazones metropolitanos. Estética es 
pues la neutralización imperial ahí donde no SE puede recu- 
rrir directamente a la policía. 

¿Comprender la estética? No hay comprensión sin empa- 
tia; y nuestra empatia no se dirige hacia lo que nos daña ¿Es 
que acaso intentamos comprender a la policía? No. Saber cómo 
funciona, cuáles son sus procedimientos, hasta dónde llega, 
de qué medios dispone y cómo destruirla, sí, pero jamás com- 



Todo el trabajo de la metafísica, toda la obra de la civi- 
lización, en Occidente, ha consistido en separar una vez 
tras otra lo "humano" de lo "no-humano", la "conciencia" 
del "mundo", el "saber" del "poder", el "trabajo" de la 
"existencia", la "forma" del "contenido", el "arte" de la 
"vida", el "ser" de sus "determinaciones", la "contempla- 
ción" de la "acción", etc. -añadimos las comillas porque en 
realidad ninguna de estas cosas existe como tal antes de 
disociarla de su contraria lo que, al mismo tiempo, la produ- 
ce. Una vez operada esta separación y producidas cada una 
de esas unilateralidades, la tarea de mantenerlas separadas 
se confiará a una institución distinta para cada una de ellas. 
Así, la institución museística y su cómplice, la crítica de 
arte, garantizarán por ejemplo la existencia del arte en tanto 
que arte, por un lado, y la existencia del mundo prosaico 
como mundo prosaico del otro. Ello supuso, por todas partes, 
una cierta desolación. La estética aparece entonces con el 
propósito de animar esta desolación, de reunificar todo 

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aquello que Occidente había separado, pero reuniflcarlo 
exteriormente, en tanto que separado. En el fondo, la época 
que inaugura la estética es la época de la crisis de todas las 
instituciones. Pero si en adelante caen los muros de los 
museos tanto como los de la escuela, de los hospitales tanto 
como los de la empresa, incluso los muros de la propia 
individualidad burguesa, es para poner cada espacio bajo el 
control específico de un dispositivo, es decir: para incorporar 
el dispositivo en cada ser, hasta tal punto nos atraviesa aque- 
llo que atravesamos. Desde ese momento nada distinguirá 
por ejemplo la existencia del trabajo, sino que cada cual lle- 
vará consigo un teléfono móvil en cuya agenda ya no habrá 
distinción entre amigos y colegas de trabajo, y con el que 
uno podrá ser localizado a cualquier hora del día. Ya no 
habrá vidas consagradas exclusivamente a la contemplación 
o a la pura acción, no habrá clérigos ni jefes de guerra, sino 
que la reflexividad penetrará cada segundo de la existencia 
y nadie llevará a cabo un acto sin ser al mismo tiempo su 
espectador. En última instancia, nadie hará el amor sin ser 
consciente en todo momento de estar haciéndolo, lo que con- 
vierte el arte erótico en universal pornografía. Ya no habrá 
patrón ni esclavo, pero cada uno será su propio patrón y 
llevará grabadas en su corazón las leyes de la auto-valoriza- 
ción: cada cual se habrá convertido para sí mismo en una 
pequeña empresa. 

Aquí, el imperio es producto del terror policial. Allí, de la 
síntesis estética. Por doquier la misma continuación y profundi- 
zación del desastre occidental adoptando la forma de su sub- 
versión. Por todas partes SE pretende reparar lo existente 
para estropearlo más adelante. Por doquier SE destruye irre- 
misiblemente bajo pretexto de reconstrucción. 

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La estética o la revolución 

El hecho de que la estética haya recibido por misión conciliar 
lo que Occidente siempre se empeñó en dividir por completo es 
algo que se remonta a su nacimiento oficial en el sistema kantia- 
no. La Crítica del juicio de 1788 confia a lo bello y al arte el cuida- 
do de conciliar lo infinito de la libertad moral con la estricta cau- 
salidad que rige la naturaleza, suturando el "inconmensurable 
abismo" que de partida separa la Crítica de la ra^ónpura de La crí- 
tica de la ra^ón práctica. Menos de seis años después, Schiller reela- 
borará la estética como programa contrarrevolucionario, como 
respuesta explícita a las tendencias comunistas e insurreccionales 
de la Revolución Francesa. Esta obra maestra de la reacción 
occidental se llamará Cartas sobre la educación estética del hombre y 
aparecerá en 1794. El razonamiento es el siguiente: en el hom- 
bre se dan dos instintos antagonistas, por un lado el instinto sen- 
sible que lo ancla en la particularidad, las necesidades vitales, los 
sentimientos, en definitiva, la determinación; y el instinto razo- 
nable, formal, que mediante la reflexión lo arranca de la particu- 
laridad, de los afectos, y lo eleva a las verdades universales. Esos 
dos instintos se combaten el uno al otro en todas partes de tal 
modo que lo que uno posee lo posee porque se lo ha arrebata- 
do al otro; en todas partes salvo en un punto de armonía donde 
se reencuentran y se confortan mutuamente. Ese punto de con- 
ciliación milagroso, de gracia suprema, es el estado estético, y el ins- 
tinto que le corresponde es el instinto del juego. 

Es, por consiguiente, una de las tareas más importantes de la cultura 
someter el hombre a la forma, aun en la vida puramente física, para volver- 
lo estético en la justa meada en que la belleza pueda ejercer su imperio. 
[. . .] en resumen, para volver razonable al hombre sensible, el único cami- 



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no a seguir es empegar por hacer de él un hombre estético [...] El hombre 
sensible debe, en primer lugar, ser transferido bajo otro cielo [. . .] En el 
estado estético, todo el mundo, incluso el peón que sólo es un instrumento, 
ja es un ciudadano libre cuyos derechos son iguales a aquellos del más noble, 
y el entendimiento que somete brutalmente a sus designios a la masa resig- 
nada se ve obligado aquí a pedirle su asentimiento. Aquí, pues, en el reino 
de la apariencia estética, el ideal de igualdad tiene una existencia efectiva. 

Esta igualdad es precisamente el ideal de neutralización 
imperial en el que, simulando cada cual hacer lo que hace, fin- 
giendo ser lo que es -el obrero, el patrón, el ministro, el artis- 
ta, el varón, la hembra, la madre, el amante-, sin adherirse 
nunca a su propia /adicidad, todo conflicto es desactivado de 
antemano. "No soy quien crees que soy ¿sabes?", susurra la 
criatura metropolitana mientras se deconstruye en vuestra 
cama. Pero de hecho es el idealismo alemán en su conjunto 
quien obtiene de estas Cartas su propio programa. Ea fenomeno- 
logía del espíritu, que no por casualidad termina con dos versos 
de Schiller, no cesa en ningún momento de denunciar el carác- 
ter insustancial de toda determinación, la mentira de cualquier 
certeza sensible. Porque el problema del hombre sensible es 
que no se deja manipular, que resiste al discurso, que levanta 
barricadas y que a veces incluso toma las armas sin que se le 
pueda hacer entrar en ra^ón; su problema, en suma, es que tiene 
una fuerte propensión a la irreductibilidad. Y luego está ese 
manifiesto anónimo, alternativamente atribuido a Schelling, 
Hegel y Hólderlin, conocido con el nombre de ELI programa sis- 
temático más antiguo del idealismo alemán, en el que se lee: 

Ea filosofía del espíritu es una filosofía estética. No se puede po- 
seer espíritu alguno, incluso para ratonar sobre la historia, sin poseer 



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sentido estético [...] Al mismo tiempo vuelve la idea de que la gran 
masa debería tener una religión sensible [...] ¡Reinarán entonces la 
libertad y la igualdad universal de los espíritus! Un espíritu superior, 
enviado del cielo, debe fundar esta nueva religión entre nosotros; ella 
será la última, la más grande obra de la humanidad. 

Esta nueva religión, esta religión sensible ha encontrado su 
cumplimiento en esta época del design, del urbanismo, de la 
biopolítica y de la publicidad. Esta nueva religión no es otra 
que el capital en su fase imperial. 



Allí donde la estética pretende reunir aquello 

que esencialmente separa, el gesto mesiánico 3 

consiste en asumir la unión ya existente 

Es un espectáculo que, desde hace un siglo, no deja de ser 
cómico: la parálisis crónica de quienes pretenden "superar la 



3. Hay un tiempo mesiánico, que es abolición del-tiempo-que-pasa, ruptura del 
continuum de la historia, que es tiempo vivido, fin de toda espera. Hay un 
gesto mesiánico, que es de lo que se trata aquí. Hay incluso seres que se mue- 
ven en lo mesiánico, lo que significa que a su manera y, muy a menudo de 
modo fugitivo, han "salido del capital". Lo que también significa que hay des- 
tellos de lo mesiánico entremezclados con la inmunda negrura de lo real, que el 
Reino no está enteramente por venir, sino ya, en fragmentos, presente entre 
nosotros. Mesiánica es pues la práctica que parte de ahí, de esos destellos, de 
formas-de-vida. Antimesiánicas, por el contrario, son todas las religiones, todas 
las fuerzas que estorban y contienen el libre juego de las formas-de-vida. 
Antimesiánico es, al más alto grado, el cristianismo y sus avatares modernos: 
socialismo, humanismo, negrismo. Por lo que hace a nosotros, y por si hacía 
falta precisarlo, jamás nos hemos mezclado con "mesianismo" alguno, salvo 
en la boca putrefacta de nuestros calumniadores. 

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separación entre el arte y la vida", de aquellos que en un 
mismo gesto establecen la separación y la pretenden abolir. 
La operación estética domina la época con ese movimiento 
doble, la duplicidad de todo juntar para distanciarlo todo. En 
ese sentido, este es ciertamente el momento de la recapitula- 
ción final en la parodia, esa "recolección del recuerdo" de la que 
habla Hegel a propósito del saber absoluto, donde todo está 
archivado. Así, no sólo es el conjunto de los acontecimientos 
"del pasado", toda la "historia de las civilizaciones" y de las 
"culturas", lo que se desactiva de este modo, sino también las 
tentativas actuales para abrir una brecha en el curso del tiem- 
po o el mismo acontecimiento ocurrido ayer, los que son 
aprehendidos como ja pasados, los que son proyectados al 
ámbito de lo simplemente posible. Ese famoso "presente per- 
petuo" con el que tanto nos machacan los oídos no es más 
que un arresto domiciliario en el mañana. El infierno estético 
en el que nos debatimos se presenta así: todo lo que podría 
espolearnos se encuentra reunido en algún punto que, por 
más que podamos ver, está decididamente fuera de nuestro 
alcance. Todo lo que nos hace falta está retenido en limbos 
inaccesibles. El estado estético, de Schiller a Lille 2004 4 , da 
nombre a ese estado de suspensión donde toda "la vida" 
parece desarrollarse, en toda su exuberancia posible, en toda su 
plenitud imaginable, a distancia, protegida por una tierra de 
nadie salvajemente defendida. Nada materializa mejor la ope- 



4. "Lille 2004" es el nombre por el que se conocen la serie de "eventos" con 
los que la ciudad del norte de Francia festejó ese año haber sido designada 
"capital europea de la cultura" juntamente con Genova. El lema de dicho pro- 
yecto era: "Ulle 2004, le bel enjeu", "Lille 2004, el bello reto", que el título del 
texto, Le bel enfer, tergiversa. (N. del T.) 

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ración estética que el triunfo de la instalación en el arte contem- 
poráneo. Aquí, es el mismo dispositivo el que se convierte en 
obra de arte. Somos absolutamente incluidos en ella, realizan- 
do con ello el sueño de tantas vanguardias, y al mismo tiem- 
po nos vemos absolutamente rechazados, excluidos de cual- 
quier posible uso en su seno. Mediante un mismo movimien- 
to diabólico, somos integrados en tanto que extranjeros en ese 
pequeño infierno portátil. En fin, por algo SE llama estética 



Contra cualquier estética, Warburg ha querido mostrar que 
incluso la imagen, las representaciones más antropomórficas 
del arte occidental, contienen elementos de irreductibilidad, 
tensiones extremas, energías que la obra a la vez retiene e 
invoca; que hay "vida en movimiento" incluso en la inmovi- 
lidad de las estatuas del Renacimiento. Y que esas fuerzas, 
esas "fórmulas del pathos" no sólo son susceptibles de alcan- 
zarnos, sino que nos afectan. Benjamín señala algo semejante 
cuado dice: "Los elementos actualmente mesiánicos aparecen 
en la obra de arte como contenido, los elementos retrógrados 
como forma. El contenido avanza hacia nosotros. La forma 
se fija, nos impide acercarnos." Nosotros decimos que en 
todas partes, en lo real mismo, en las propias palabras, en los 
mismos cuerpos, en los sonidos, las imágenes y los gestos, 
hay parecidos elementos de irreductibilidad donde las formas 
y la vida, el hombre y su mundo, la percepción y la acción, el 
ser y sus determinaciones, no se hallan separados. Marx, por 
ejemplo, es el nombre de una cierta irreductibilidad entre 
comunismo y revolución. Por todas partes las palabras se 
mezclan con afectos, los cuerpos con ideas, las percepciones 
con gestos. El modo de hablar de los hombres se entrelaza 

lll 



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con la gramática de sus órganos de un modo fácilmente dis- 
cernible. El sentido que ciertas palabras revisten para él pro- 
porciona las mejores indicaciones sobre su fisiología. Si lo 
dudáis os bastará ver lo que los Hauka filmados por Jean 
Rouch hacen con las intensidades cautivas en el decorum colo- 
nial. Nosotros llamamos a esos elementos formas-de-vida. Los 
llamamos así porque nada puede separar en ellos lo "indivi- 
dual" de lo relativo a la "especie". Cada forma-de-vida que 
afecta a un cuerpo, lo atraviesa cargada de una intensidad colec- 
tiva, pasada, presente o futura, saturada de un momento de la 
"vida de la especie" ("especie", ¡qué repugnante palabra!). Si 
el artesano puede ser una forma-de-vida, no lo es en el fondo 
sin evocar de algún modo la ciudad medieval y el orden gre- 
mial. Esa intensidad colectiva se encuentra presente tanto en 
la percepción misma que yo tengo del artesano como en su 
forma de estar en el mundo. Del mismo modo, el guerrero 
autónomo no aparece jamás sin hacer renacer las andanzas de 
tantas hordas salvajes. Y ningún niño juega a los indios sin 
algún tipo de peligro. No es que el pasado los aliente, sino que 
una misma forma-de-vida los reúne en una constelación, los 
nimba y transita por ellos. Cualquier cristiano capta un poco 
de la intensidad del compartir de tantas sectas judías que 
vivieron hace dos mil años, empezando por los esenios, así 
como la Jovencita 5 neutraliza a su manera alguna ménade 
griega. Todo lo cual hace que no se trate de una cuestión de 
historia puesto que hay canales de circulación sutil que vuel- 
ven presente, ya sea por fragmentos o en concentrados flo- 



5. Para la definición de Jovencita ver nota 2 en el texto "Y la guerra apenas 
ha comenzado". (N. del T.) 

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tantes, el supuesto "pasado". El gesto mesiánico consiste en 
abrir paso a estas formas-de-vida que afloran incluso en el 
lenguaje más mezquino, en el ambiente más semiotizado, en 
las miradas más apagadas. Consiste en liberar de la estética el 
caos de las formas-de-vida. 

Paradójicamente, el reino de la estética es, antes que nada, 
el reino de la anestesia general. Ya no se ve, sólo se reconoce. La 
época imperial consiste pues en una metódica conjuración de 
lo mesiánico. Es el tiempo de la cita, de la referencia, de la 
prudencia existencial. Todas las formas-de-vida se mantienen 
a raya: son posibilidades, arte, historia, pasado. Ciertas subjeti- 
vidades se maquillan como tal o cual figura trasnochada. Se 
regodean con mundos enterrados pero tiemblan en cuanto 
amenazan con volver. Uno se pone a vivir "como en los tiem- 
pos de Mahoma". Otro como en los tiempos de los 
Templarios. Hay estética en la relación del trotskismo con la 
política como hay esnobismo en el vínculo que establece la 
ultra-izquierda con los años 20. En general, la panoplia de 
subjetividades metropolitanas da la justa medida de lo que el 
esnobismo es capaz. En lugar de abrir el paso a las formas- 
de-vida, el esnob repite una y otra vez la operación estética de 
encarnar la forma que previamente cercenó de lo que vivía. 
"Lo que significa que aún hablando en adelante de una forma 
adecuada a todo lo que le es dado, el hombre post-histórico 
debe continuar separando las "formas" de sus "contenidos", 
no para trans-formar activamente estos últimos, sino con el 
fin de oponerse uno-mismo como una "forma" pura a sí- 
mismo y a los otros, tomados como 'contenidos' cualquiera." 
Así es como Kojéve describe la hipótesis de un fin de la his- 
toria esnob, a la japonesa, un fin de la historia estético. "La con- 

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ciencia estética no elige", confirma el pobre Vattimo, "se limi- 
ta a liberar el objeto que toma en consideración de todo lo 
que lo liga al mundo real, en tanto que mundo del saber y de 
la decisión, transfiriéndolo a la esfera de la pura apariencia". 
La estética es el tiempo de la síntesis infernal. El tiempo de la 
sociabilidad 6 . El reino de los espectros. 



El imperio como religión sensible 

Una etimología tramposa hace derivar el término religión 
del latín religare (vincular), insinuando que la religión tendría 
por vocación vincular a los hombres entre ellos y a estos con 
lo divino, y no de relegere (recoger, recolectar en el sentido de 
"volver sobre lo que uno ha hecho, retomar por el pensa- 
miento o la reflexión, redoblar de atención y de diligencia"), 
que es de lo que se trata en cualquier ritual donde las formas 



6. Simmel ofrece en 1910 un análisis magistral de esta plaga de la época 
actual: la sociabilidad. El artículo aborda la sociabilidad como "forma lúdica 
de la asociación", como "estructura sociológica particular, correspondiente a 
las del arte y el juego, que extraen sus formas de una realidad que, sin embar- 
go, dejan atrás", lo que está perfectamente a la altura de la utopía cool de una 
"sociedad de conversación". "En la conversación puramente sociable, la pala- 
bra es un fin en sí mismo, no está al servicio de ningún contenido; no tiene 
más objetivo que perpetuar la interacción, evitando los temas delicados, a la 
vez que gozar de la excitación del juego de relaciones (. . .) La asociación y el 
intercambio estimulante mediante los cuales se realizan todo el peso y todas 
las tareas de la vida, son consumidos aquí en un juego artístico, en la simula- 
ción y la dilución simultáneas de las fuerzas de la realidad que no aparecen 
más que a distancia, mientras su gravedad se difumina como por encanta- 
miento." 



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deben repetirse escrupulosamente. Toda religión, haciendo 
existir una esfera específica de lo sagrado, se erige en guardia- 
na de la separación de esta con respecto al "mundo sensible". 
Es decir que produce el mundo sensible en tanto que mundo 
sensible. El hecho de que termine persiguiendo todo lo que, 
fuera y dentro de ella, se mantiene en la in-separación entre 
"sensible" y "suprasensible" -mago, brujo, místico, mesías o 
convulsionario-, se desprende lógicamente de su definición. 
Así puede comprenderse mejor el malestar que se apoderó de 
la totalidad del mundo profano con la "muerte de Dios". 
Desertado el lugar de lo divino, el mundo profano descubría 
de pronto que tampoco era profano. Incluso la dulce inmersión 
en la inmanencia se perdía. ¿Qué hacer? El proyecto estético 
responde históricamente a esa situación y en primera línea el 
idealismo alemán. Lo atestigua este extraño fragmento de 
Hólderlin titulado Communismus der Geister ("Comunismo de 
los espíritus"). Extraño en primer lugar por su título: 
Communismus viene escrito con una "c", es decir a la francesa, 
en una época (1798) donde los propios miembros del partido 
de Babeuf no osan llamarse otra cosa que no sea "comuni- 
taristas". Extraño, después, por el nombre de su primer 
párrafo: "Disposición". En él leemos: "Es que justamente 
nosotros partimos del principio diametralmente opuesto, es 
decir de la universalidad del descreimiento, para justificar su 
necesidad en nuestro tiempo. Este descreimiento es parte 
integrante de la crítica científica de nuestra época, que anun- 
cia y precede a la especulación positiva; no sirve de nada com- 
padecernos de ello: lo que hace falta es remediarlo". El 
descreimiento de que se trata aquí no es, en el fondo, el 
descreimiento en tal o cual religión, ni siquiera en Dios 
mismo. El descreimiento de que se trata —nuestros contem- 

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poráneos nos lo demuestran cada día; ellos, que son capaces 
de vivir su propia destrucción como si de un goce estético se 
tratase; ellos, que se imaginan en una película mientras se 
aproxima un tsunami-, es ni más ni menos que la incapacidad 
de creer en lo que tenemos ante los ojos, en el propio mundo sensible. 
Esa especie de incredulidad azorada que se lee en tantos ojos, 
en tantos gestos, ese estado de ausencia irresuelta, esa crisis de 
la presencia, es precisamente lo que el proyecto estético, el 
imperio y sus dispositivos deben remediar. 

Bajo el imperio, pues, el design y el urbanismo inscriben en 
las cosas mismas una unidad del mundo convertida en pro- 
blemática. Dan forma al novísimo "mundo sensible". Los 
mass media inventanykr/ in time el lenguaje común de cada día. 
Los distintos "medios de comunicación" ponen a nuestra dis- 
posición, en cualquier momento, al conjunto de aquellos que 
siempre-ja hemos abandonado y a los que todavía llamamos, incom- 
prensiblemente, "nuestros prójimos". Finalmente, la cultura y 
los espectáculos nos garantizan la existencia de aquello que 
podríamos vivir y pensar, pero que sin embargo sólo logramos 
vislumbrar. Así es como localmente, cerebro por cerebro, 
hogar por hogar, barrio por barrio, se dispone la metrópolis 
imperial, se reconstruye un universo aparentemente estabili- 
zado, verosímil, consensual, una aisthesir. una percepción 
común del mundo. El imperio es esa planetaria fábrica de lo sen- 
sible. Y del mismo modo que la religión pretendía unir a los 
hombres con lo divino manteniéndolos en realidad a distan- 
cia, la religión sensible del imperio, que pretende recomponer 
la unidad del mundo desde sus cimientos, desde lo local, no 
hace más que fijar en cada lugar y en cada ser una nueva sepa- 
ración: la separación entre el usuario y el dispositivo. La esté- 
tica se impone así a escala global como imposibilidad de cualquier 

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uso. El prospecto de una reciente exposición en Burdeos 
anunciaba, con un guiño cómplice al espectador: "Lo que se 
os vende en el supermercado, los artistas lo convierten en 
obra de arte". La estética consigue por sus propios medios 
realizar la imposibilidad de uso contenida en toda mercancía, 
logrando convertirla, tras una vitrina o en el corazón de una 
instalación, en un puro valor de exposición. Últimamente, el pro- 
grama estético aspira a la extensión de esta escisión en el 
hombre mismo, pretende incorporarle el dispositivo, convir- 
tiéndole en usuario de sí-mismo. Se comprende perfectamente 
por qué la disposición biopolítica a aprehenderse como cuer- 
po, o la espectacular a contemplarse como imagen, conspiran 
para hacer de nosotros los usuarios de nosotros mismos. 
Conspiran para hacer de nosotros meros sujetos estéticos. 



y magia 

El ejecutivo solitario gritándole al auricular de su móvil, 
con la acreditación de representante colgando del maletín. El 



7. Basta con retomar la definición de comunismo de los Manuscritos económico- 
filosóficos de 1844, también conocidos como Manuscritos de París: "el comunismo 
es la verdadera solución al antagonismo entre el hombre y la naturaleza, entre 
el hombre y el hombre, la verdadera solución del conflicto entre la existencia 
y la esencia, entre la objetivación y la afirmación de sí, entre la libertad y la 
necesidad, entre el individuo y la especie", para convencerse de que el gesto 
estético no está ausente del propio programa comunista. Es decir, que la fase 
actual, estética, del capital, donde este da forma conjuntamente a una nueva 
humanidad —los ciudadanos— y a un nuevo mundo sensible —la metrópoli—, 
nos impone revisar nuestra concepción misma de comunismo. 

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conductor maldiciendo al volante de su vehículo. El clubber fla- 
seado en su dance-floor electro favorito. El comerciante de tien- 
da cool con su galimatías empresarial. Nuestros contemporáneos 
dan toda la sensación de estar embrujados. Los izquierdistas 
del mundo entero pueden aspirar a abrirles los ojos a propósi- 
to de la dimensión de la catástrofe, el empeño es vano y el 
asunto está perfectamente claro desde hace más de setenta 
años: no sirve de nada concienciar un mundo ya enfermo de con- 
ciencia. Porque este embrujo no es producto de una supersti- 
ción o de una ilusión que bastaría con deshacer, sino un 
&mbm)o práctico: es su sujeción a los dispositivos, el hecho de que 
sólo acoplados a tal o cual dispositivo se experimentan como suje- 
tos. Artaud llevaba razón cuando escribe, en enero de 1947: 
"mucho más que por su ejército, su administración, sus institu- 
ciones o su policía, la sociedad se sostiene mediante hechizos". 
En cada uso reside una posible salida del embrujamiento. 
Porque cada uso libera las formas-de-vida contenidas en las 
cosas, en las palabras, en las imágenes. En el uso se establece 
una curiosa circulación entre "sujeto" y "objeto", entre 
"especies". El gesto cortocircuita la conciencia, suprime tem- 
poralmente la distancia entre el yo y el mundo, exige otras dis- 
tancias. La mirada nos incorpora los movimientos y las formas 
percibidos. Algo sucede en nosotrosj fuera de nosotros. "La 
coincidencia de la transformación del medio y de la actividad 
humana o de la transformación del hombre por sí mismo, no 
puede ser captada y comprendida racionalmente más que 
como praxis revolucionaria", dicen las Tesis sobre Feuerbach, 
pero puede ser captada y comprendida mágicamente como 
uso, por lo menos "si la magia es una comunicación constan- 
te del interior con el exterior, del acto con el pensamiento, de 
la cosa con la palabra, de la materia con el espíritu" (Artaud). 

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El hecho de que la materia esté animada por innombrables 
formas-de-vida, que esté poblada de polarizaciones íntimas, 
es algo que el propio Marx no ignoraba cuando escribió, en 
La sagrada familia: "Entre todas las cualidades inherentes a la 
materia, el movimiento es sin duda la primera y la más signi- 
ficativa, no sólo como movimiento mecánico y matemático, 
sino más aún como pulsión, dinamismo, como tormento de 
la materia, para emplear los términos de Jakob Bóhme. Las 
formas primitivas de esta última son fuerzas esenciales, vivas, 
individualizantes, productoras de las diferencias específicas". 
A estas "formas primitivas" las hemos llamado formas-de- 
vida. Nos afectan, queramos o no, a través de todo aquello a 
lo que nos atamos, a través de todo aquello a lo que estamos ata- 
dos. Nos cuesta mucho admitir que estamos atados, porque 
estamos poseídos por una idea estética de la libertad. Una idea de 
la libertad como desapego, como indeterminación, como sus- 
tracción a cualquier determinación. 

Esta disposición intermediaria donde el alma no está determinada 
ni física ni moralmente j donde sin embargo está activa de ambas for- 
mas, merece particularmente el nombre de disposición libre, j si se deno- 
mina físico el estado de determinación sensible, j lógico y moral el esta- 
do de determinación razonable, se dará a ese estado de determinabili- 
dad realj activo el nombre de estado estético [. . .] Sin duda el hombre 

posee virtualmente esta humanidad antes de cada uno de los estados 
determinados por los que puede pasar; pero la pierde efectivamente en 
cada uno de los estados determinados por los que pasa, y es necesario, 

para que pueda volver a un estado contrario, que esta le sea devuelta 

por la vía estética. (Schiller, Cartas. . .) 

Esta idea de la libertad es la libertad del directivo, que reco- 
rre el mundo de hotel de lujo en hotel de lujo, la del científi- 

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co (sociólogo o físico, poco importa) que no está nunca en el 
mundo que describe, la del anarquista metropolitano que pre- 
tende poder hacer lo que quiera cuando quiera, la del intelec- 
tual que juzga cual soberano sobre cualquier cosa desde su 
despacho, o la del artista contemporáneo que hace de toda su 
vida una "obra de arte" y para quien, en palabras del infecto 
N. Borriaud, el único imperativo es "invéntate, prodúcete a ti 
mismo". A esta idea estética de la libertad nosotros opone- 
mos la evidenáa materialista de las formas-de-vida. Decimos 
que los seres humanos no están simplemente determinados, que 
no hay un ser puro de toda determinación por un lado que 
serviría de mero ropaje al conjunto de sus atributos, de sus 
predicados y de sus accidentes -francés, varón, hijo de obre- 
ro, jugador de fútbol, con dolor de cabeza, etc. Lo que existe 
en realidad es el modo cómo cada ser habita sus determinacio- 
nes. Y en ese punto, la determinación y el ser son absoluta- 
mente indistinguibles, son formas-de-vida. Decimos que la liber- 
tad no consiste en deshacernos de todas nuestras determina- 
ciones, sino en la elaboración del modo cómo habitamos tal 
o cual determinación. Que no consiste en liberarnos de todos 
los lazos, sino en el aprendizaje del arte de ligar y desligar. El 
hecho de que ese arte haya sido tildado de mágico durante 
mucho tiempo no nos produce embarazo alguno. Y asumi- 
mos el escándalo que pueda acarrear admitir la amenaza, en 
nosotros, fuera de nosotros, en todas partes, de la crisis de la 
presencia. Decimos incluso que si hay una igualdad efectiva 
entre los humanos esta se da justamente ante esa amenaza. Lo 
que hace de Kafka un gran comunista. Preferimos eso mil 
veces a la paradoja demasiado conocida por la cual cuanto 
más se toma uno por un individuo, mejor reproduce las 
estructuras de comportamiento más toscamente propias a la 

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LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09 



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"especie", cuanto más se toma uno por un sujeto, más se 
abandona a las inclinaciones del conformismo más triste. 
Somos conscientes de que, por ahora, desde sus limbos, las 
formas-de-vida se debaten en el más temible caos. Y que es el 
sentimiento de ese caos, así como el apego de nuestros con- 
temporáneos a esa estúpida idea de la libertad, lo que los arro- 
ja a las redes de los dispositivos. Pero también vemos la 
potencia de la que disponen aquellos que han aprendido el 
arte de ligar y desligar. Y nos imaginamos la fuerza terrible 
que tienen en sus manos aquellos que elaboran colectivamen- 
te el juego de las formas-de-vida que les afectan. No tememos 
llamar comunismo a la puesta en común, allí donde sea, de dicha 
fuerza. Porque entonces los humanos llegan a la madurez y 
tienen en sus gestos la soberanía del niño. 

"Puede que el hombre de la edad de piedra dibujase el alce de mane- 
ra tan incomparable porque la mano que manejaba la punta aún recor- 
el arco con el cual había abatido al animal" 

El maná fluye, reinventemos la magia. 




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COMUNICADOS DEL COMITÉ DE OCUPACIÓN 
DE LA SORBONA EN EL EXILIO (COSE) 



Cuando el movimiento anti-CPE comentaba, algunos centena- 
res de manifestantes ocuparon la Sorbona por primera vev^ desde 
mayo del 68. Rápidamente, un desalojo policial recibido con 
escaleras de mano arrojadas desde el tercer piso, supuso el ini- 
cio de la primera de una serie de revueltas nocturnas en Varis. 
Despojado demasiado pronto de su base de operaciones, el comi- 
té de ocupación de la Sorbona se declaró en exilio, desde donde 
redactó estos comunicados. 



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(Comunicado n.° 1) 
RECTIFICADO 

Como desgraciadamente algunos errores poco afortuna- 
dos se han inmiscuido en las notas de prensa, el Comité de 
Ocupación de la Sorbona en el Exilio (COSE) 1 quiere hacer 
las siguientes rectificaciones: 

1. Es verdad que hemos lanzado sillas, escaleras y extinto- 
res sobre la Gendarmería Móvil 2 que cerraba el acceso a la 
Sorbona a nuestros camaradas. En cambio, ningún libro se ha 
movido de su sitio. Nuestro objetivo era hacer recular a los 
policías con el fin de liberar la entrada y nos cuesta creer que 
tales Robocops pudiesen temer el impacto incluso de un 
tocho de sociología. Se nos acusa de haber arruinado algunos 
uniformes con nuestros proyectiles. Aquellos que aporrean y 
humillan a nuestros hermanos y hermanas cada día en todo el 
país pueden comenzar a contar sus heridos. Nos son indife- 
rentes. 



1. Algunos imbéciles de la UNEF y de otros sitios se han permitido protestar 
contra nuestra firma: ¿a quién representamos? Y en primer lugar, ¿hemos sido 
elegidos según las normas? ¿Por una asamblea soberana? Es necesario hacer 
saber a esos tarados que un comité de ocupación es la instancia logística de una 
ocupación —aquellos que se encargan del avituallamiento, de los turnos de 
guardia, del mantenimiento de los baños, etc.— y que un tal comité "en el exi- 
lio", estando la Sorbona militarmente controlada, era un guiño humorístico, 
una contradicción en los términos, un poco como un marxista de buena fe. 

2. Gendarmería Móvil.— Cuerpo de policía cuya tarea es la de vigilancia y man- 
tenimiento del orden en puntos sensibles del territorio (embajadas, estaciones, 
universidades). (N. del T.) 

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LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09 



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2. Reconozcámoslo. Entre nosotros, algunos han tratado 
efectivamente de oponerse a estos lanzamientos, que asimila- 
ban a la "violencia". Este reflejo condicionado corre a cuenta 
de la educación castradora que recibimos, de la pacificación 
que sufrimos. Estas oposiciones deben mucho también a la 
confusión y a la falta de discusión, que habrían seguramente 
convencido a cada uno de la imperiosa necesidad de este gesto. 

3. Si faltaba un argumento para terminar con el buen sen- 
tido ciudadano de los oponentes en cuestión, la irrupción de 
los CRS en la facultad forzando la entrada, armados y sin 
posesión de un carné de estudiante de la Sorbona, así como 
la utilización de hachas para romper las puertas de madera 
maciza, lo ha proporcionado. Con ello el Estado ha mostra- 
do que se ubica deliberadamente en el terreno de los destro- 
zos, terreno del que sería absurdo desertar. 

4. La Sorbona es un edificio que nos interesa realmente 
mucho, tanto por su vetustez como por su carácter laberínti- 
co. Por eso los daños que sufrió se limitaron a los estricta- 
mente necesarios (apertura de puertas, limpieza del local de la 
UNÍ 3 , etc.); también por eso no la hemos incendiado. 

5. Durante la ocupación, el senador Mélenchon se intro- 
dujo en los edificios gracias a la complicidad de algunos infil- 
trados de la UNEF 4 . Su llegada desencadenó espontáneamen- 



3. UNÍ.— Sindicato de estudiantes de extrema derecha, con presencia en todas 
las universidades francesas. (N. del T.) 

4. UNEF.— Unión nacional de estudiantes de Francia. (N. del T.) 

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te su expulsión, ante lo burdo de semejante maniobra de 
recuperación. El hecho de que haya entrado con la ayuda de 
la policía (y no por los andamios, como todo el mundo) dice 
bastante de la ignominia de este personaje. 

6. Nuestra expulsión no hace mella en nuestra determina- 
ción, al contrario. Volveremos cuando así lo decidamos. 

París, domingo 12 de mar^o del 2006 
Comité de Ocupación de la Sorbona en el Exilio 



(Comunicado n.° 2) 
PRECISIONES 

La Sorbona, con sus aires de eternidad. Preñada de histo- 
ria suspendida. Pasillos de mármol como un estanque helado. 
"A falta de sol, aprende a madurar bajo el hielo". Hace diez 
días, un deshielo, una velada contra los siglos. Un fuego de 
mesas, las octavillas de la UNÍ: llamas más altas que un hom- 
bre, en medio del patio, el patio de honor. Esto ya no se mur- 
mura en los anfiteatros, en los pasillos, esto ya no se discute, 
esto se entrechoca, a la búsqueda de una composición. Esto 
comienza. Esto lanza gritos, extintores, sillas, escaleras de 
manos, sobre los polis. Un monstruo despierta. 

El poder es estúpido. Corre sin sentido. Ha creído aniqui- 
lar, expulsándonos, el soplo que ha emergido allí. Estupidez. 
Estupidez pesada como la torre de un ordenador arrojada 
sobre el casco de un CRS. Exiliándonos, no ha hecho más que 

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extender al mundo nuestro terreno de acción. Gracias les sean 
dadas por habernos quitado nuestra Sorbona, por habernos 
desposeído de ella. Imponiendo ahí a su policía, la ha ofrecido 
a todos los desposeídos. A la hora en la que escribimos, la 
Sorbona no pertenece ya a sus estudiantes, pertenece a todos 
aquellos que, por la palabra o el cóctel, pretenden liberarla. 

Desde nuestro exilio, entonces, algunos pensamientos 
sobre el estado del movimiento. 

Precisión n.° 1: Estamos en lucha contra una ley votada 
por mayoría por un parlamento legítimo. Nuestra sola exis- 
tencia prueba que el principio democrático del voto mayorita- 
rio es rebatible, que el mito de la asamblea general soberana 
puede ser una usurpación. Compete a nuestra lucha limitar 
tanto como sea posible la tiranía del voto mayoritario. 
Demasiado espacio acordado a las asambleas generales nos 
paraliza y no sirve más que para conferir una legitimidad de 
papel a algunos burócratas en ciernes. Las asambleas neutra- 
lizan cualquier iniciativa instituyendo la separación teatral 
entre los discursos y los actos. Una vez votada la huelga ilimi- 
tada hasta la retirada de la ley sobre la igualdad de oportuni- 
dades, las asambleas generales deben convertirse en un lugar 
de palabra, de puesta en común de prácticas, de ideas, de 
deseos, un momento de nuestra constitución en fuerza, ya no 
la escena de todas las luchas de poder, de todas las intrigas 
para imponer la decisión. 

Precisión n.° 2: La burocracias sindicales, aunque persistan 
en sus habituales manipulaciones, no son un obstáculo más 
importante para el movimiento real que los reflejos ciudada- 

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nos de pacificación, difusos entre nosotros. Durante la noche 
de las expulsiones de la Sorbona, una parte de los estudiantes 
no sabía por qué estaban allí ni lo que podían hacer, menos 
todavía qué debían hacer. Paseaban consigo la angustia de una 
libertad ofrecida pero imposible de tomar, a falta de haberla 
deseado. Una semana más tarde, al hilo de las ocupaciones y 
de algunos enfrentamientos con las fuerzas del orden, la 
impotencia reivindicada cede el lugar al gusto inocente de la 
acción directa. El pacifismo retorna a lo que no debería haber 
dejado de ser jamás: una benigna patología existencial. 

Precisión n.° 3: La lucha pertenece a los que la hacen, no 
a los que querrían controlarla. 

Precisión n.° 4: El movimiento permanente, el de la circu- 
lación de todo, es la condición paradójica del mantenimiento 
en buen estado de la maquinaria capitalista. Tan paradójico 
como que la interrupción de su funcionamiento es la condi- 
ción de todo inicio de cambio radical. Por medio del bloqueo, 
luchamos contra el bloqueo absoluto de la situación. 

Precisión n.° 5: Nos referimos al 68, es cierto, no a aque- 
llo que efectivamente ha pasado en 1968, a su folclore, a la 
Sorbona ocupada de entonces, a las barricadas del Barrio 
Latino, sino a aquello que no pasó, a la conmoción revoluciona- 
ria que no tuvo lugar. SE querría, proyectándonos hacia el pasa- 
do, sacarnos de la situación y hacernos perder la inteligencia 
estratégica sobre ella. Tratando el 68 como un simple movi- 
miento estudiantil, se querría alejar la amenaza todavía pre- 
sente de eso que el 68 ha sido sin embargo, una huelga general 
salvaje, un estallido de huelga humana. 

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Precisión n.° 6: La idea de debatir democráticamente, cada 
día, con los no-huelguistas, sobre la reconducción de la huel- 
ga es una aberración. La huelga no ha sido jamás una prácti- 
ca democrática, sino una política del hecho consumado, una 
toma de posesión inmediata, una relación de fuerza. Nadie ha 
votado jamás la instauración del capitalismo. Aquellos que 
toman partido contra la huelga se ubican prácticamente del otro 
lado de una línea del frente, a través de la cual no podemos 
intercambiar más que increpaciones, golpes y huevos podri- 
dos. Frente a los referendums convocados para romper la 
huelga, no hay otra actitud a adoptar que su anulación por todos 
los medios. 

Precisión n.° 7: Una extraña idea obsesiona a este movi- 
miento: una ocupación de las facultades en las horas labora- 
bles. Una ocupación que no será liberación del espacio. 
Donde vigilantes, bomberos, administraciones, bajo pretex- 
tos de autoridad y de seguridad, continuarían ejerciendo su 
imperio infantilizante, donde la universidad continuaría sien- 
do universidad sin más. Es verdad que una vez conquistado 
este espacio, deberíamos poblarlo, poblarlo de otra cosa que 
del deseo de volver a la normalidad. Ubicarnos serenamente 
ante la perspectiva de que no habrá retorno a la normalidad. Para 
luego habitar esta irreversibilidad. 

Precisión n.° 8: Las coordinaciones nacionales reflejan la 
esterilidad de una cierta idea, clásica, de la política. Los sin- 
dicalistas y los grupúsculos izquierdistas (PT, LCR, LO, 
UNEF, SUD, FSE, Combate, CRI, Grupo bolchevique) pro- 
ponen a las inexpresivas asambleas generales plataformas 
pre-redactadas por sus direcciones. En un ambiente que 

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LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09 



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huele al enésimo congreso del PCUS, la coordinación nacio- 
nal no despliega más que un juego de poder soviético entre 
organizaciones 5 . Oponemos a esto la idea de una coordina- 
ción paralela siguiendo el ejemplo del movimiento de estu- 
diantes secundarios del año pasado, una coordinación abier- 
ta que no es más que un lugar itinerante de elaboración estra- 
tégica nacional. 

Precisión n.° 9: Somos los herederos del fracaso de todos 
los "movimientos sociales", no sólo de estos últimos tres 
años (profesores, jubilados, intermitentes del espectáculo, 
LMD 6 , EDF ? , estudiantes de secundaria), sino al menos 
desde 1986. De esos fracasos, hemos sacado lecciones. La 
primera de ellas es sobre los media. Haciéndose eco de los 
movimientos, los media se convierten de hecho en un compo- 
nente del mismo que, cuando se retira (generalmente al 
mismo tiempo que las burocracias sindicales), provoca su 
hundimiento. La fuerza de un movimiento es su potencia 
efectiva, no lo que se diga de él, los cotilleos que ocasione. 
El movimiento debe cuidarse por todos los medios, incluso 
por la fuerza, de la influencia mediática y elaborar una pala- 
bra que le sea propia. 

Precisión n.° 10: Ninguno de los "movimientos sociales" 
de los últimos años ha obtenido en meses de "lucha" lo que 



5. En francés, en el original, "oigas". (N. del T.) 

6. LMD— License-master-doctorat. Aplicación al sistema francés de la cons- 
trucción del espacio europeo de enseñanza superior (proceso de Bolonia). (N. 
del T.) 

7. EDF. -Ekcíricité de Frunce. (N. del T.) 

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LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09 



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los insurgentes de noviembre 8 han obtenido discretamente en 
tres semanas de revuelta: suspensión de todas las cancelacio- 
nes de ayudas sociales en sus barrios, reestablecimiento de la 
financiación a todas las asociaciones, incluidas las más absur- 
das. Y sin pedir nada. Reivindicar es formular la propia exis- 
tencia en los términos mutiladores del poder, es conceder al 
adversario la ventaja del terreno. Incluso desde el punto de 
vista de quien quiere obtener alguna cosa, es estúpido. 

Precisión n.° 11: Se acabaron las marchas, las jornadas de 
acción decretadas por las centrales. ¡Ocupaciones y manifes- 
taciones salvajes! La asamblea de huelguistas de Rennes pre- 
fiere las manifestaciones de "recorrido intuitivo", rechaza 
seguir los recorridos autorizados por la prefectura con pre- 
sencia de sus esbirros. El servicio de orden ha cambiado de 
función e incluso de nombre: se llama "servicio acción" y se 
organiza para el enfrentamiento con las fuerzas del orden. 

Precisión n.° 12: Que no nos vuelvan a decir que lo que 
hacemos es "ilegítimo". No debemos considerarnos a nosotros 
mismos desde el punto de vista de los espectadores de la lucha 



8. Se refiere a los disturbios que se iniciaron el 27 de octubre del 2005 cerca 
de París, y que se extendieron rápidamente al resto de Francia. El detonante 
fue la muerte de dos adolescentes de origen africano, quemados tras una elec- 
trocución mientras escapaban de la policía en la ciudad periférica de Clichy- 
sous-Bois. Tuvieron lugar durante tres semanas, y se caracterizaron por el 
incendio de miles de automóviles y por violentos enfrentamientos entre cien- 
tos de jóvenes y la policía francesa. Los disturbios fueron en aumento luego 
de que Nicolás Sarkozy, entonces ministro de interior, tratara a los manifes- 
tantes de "racaille", literalmente: escoria. El gobierno impuso el toque de 
queda en varias ciudades. (N. del T.) 

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y menos aún del adversario. La legitimidad pertenece a quien 
piensa sus gestos. A quien sabe lo que hace y por qué lo hace. 
Esta idea de la legitimidad es evidentemente heterogénea a la 
del Estado, la mayoría, la representación. No obedece al 
mismo tipo de racionalidad, establece su propia racionalidad. Si 
lo político consiste en la guerra entre diferentes legitimidades, 
entre diferentes ideas de la felicidad, nuestra tarea es darnos en 
lo sucesivo los medios de esta lucha. Sin otro límite que aque- 
llo que nos parezca justo y gozoso. 

Varis, lunes 20 de mar^o del 2006 
Comité de Ocupación de la Sorbona en el Exilio 



(Comunicado 4 o ) 

ÚLTIMO COMUNICADO DEL COMITÉ DE 
OCUPACIÓN DE LA SORBONA EN EL EXILIO 

Las facultades han reabierto las puertas. Los estudiantes 
han retomado sus clases y los profesores, su chachara de 
mierda. El ciclo planetario de la vida micro-dosificada aca- 
bará como estaba previsto -como siempre- en junio: ten- 
drán lugar los exámenes, luego uno podrá disfrutar de sus 
merecidas vacaciones al sol. Todo indicaría un perfecto 
retorno a la normalidad si no fuese por el muy notable 
empeño de todos en simularlo. En hacer como si nada hubie- 
se ocurrido, como si durante dos meses de ocupación no se 
hubiese impuesto una normalidad tan distinta. Una norma- 
lidad donde los anfiteatros son dormitorios, donde los veci- 
nos son camaradas o enemigos, donde la lucha torna los 



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,36 Página 133 



seres deseables y no sólo seductores, como lo quiere la sepa- 
ración acostumbrada. A decir verdad, todo ese pequeño 
mundo universitario es excesivo. Hay una febrilidad, una 
exageración en las expresiones, una torpeza que traiciona el 
trabajo en curso: rechazar la evidencia de que podría ser de 
otro modo, que la vida no se parece necesariamente a esta 
carrera de hámsteres enjaulados. 

Y en efecto, no hay retorno a la normalidad. Lo que hay es 
un proceso de normalización: una guerra a ultranza contra la per- 
sistencia del acontecimiento. No nos referimos a la simple toma de 
conciencia de hechos comúnmente admitidos sobre el fin del 
movimiento, la función policial de los sindicatos, el necesario 
recurso a la destrucción, la alegría de pasarse la vida blo- 
queando la economía y no dejándose formatear para cuando 
llegue el día de servirle o el retorno del fuego como práctica 
política elemental. Hablamos de amistades. Toda amistad con- 
serva un rastro de las condiciones de su nacimiento, del 
momento del encuentro. Las que se han tejido allí guardarán 
siempre consigo un olor a gas lacrimógeno, un pequeño res- 
plandor de automóvil en llamas, de escaparate que cae, un 
lejano rumor de revuelta; y ese rastro les devolverá a ellas. Los 
sindicalistas, los izquierdistas, los militantes han vivido un 
movimiento social. Uno más. 

Los "movimientos sociales", en su ritual cien veces repeti- 
do y siempre derrotado, gozan de una tolerancia local. 
Pertenecen al folclore de este país. "Para nuestra vergüenza", 
dicen unos, "a nuestra mayor gloria", piensan los otros. En 
ambos casos forman parte de la gestión democrática a la fran- 
cesa, de la que son el momento carnavalesco, después del cual 

133 



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,36 Página 134 



todo vuelve al orden. Los gobernantes bien pueden interpre- 
tar el papel de monarcas siempre que dejen a la población el 
derecho de parodiar 1789. 

Por nuestra parte, hemos vivido un acontecimiento. Un acon- 
tecimiento se reconoce en las intensidades que produce 
-levantar juntos, a golpes de valla, el pavimento de una plaza 
destinada a los turistas, coordinar un ataque con cócteles 
molotov, discutir un texto hasta la madrugada-, tanto como 
en las fallas que dibuja, en los posibles que desvela. Lo que 
queremos señalar aquí es lo que se ha conquistado de mane- 
ra irreversible, aquello que ningún "fin de movimiento" 
puede poner en duda, lo que hace de los últimos meses, no 
un paréntesis en el curso regular de la vida social, sino una 
segunda ola, después del incendio de noviembre, en el lento 
ascenso de una onda insurreccional. 

1. 

Una consigna se oye en Rennes: "No somos pacifistas. 
Libramos la guerra al capitalismo". Toda la manifestación la 
retoma. Más tarde, paradójicamente, algunos pacifistas 
defienden a una hilera de policías a puñetazos. Finalmente, 
son expulsados de la manifestación. Una pancarta: "todos 
somos alborotadores" 9 , votada por la asamblea de Rennes 2, 
se convierte en París en el estribillo de una manifestación sal- 
vaje donde locales del PS, de Charlie Hebdo 10 , de bancos y 
agencias de trabajo temporal son destruidos por igual. 



9. En francés, en el original, "Nous sommes tous des casseurs". (N. del T.) 

10. Charlie Hebdo.— Semanario satírico francés. (N. del T.) 

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,36 Página 135 



2. 

No existe la cuestión de la "violencia", sólo hay una toma 
de partido en una guerra que ya ha comenzado, y la cuestión, 
entonces, de los medios adecuados para obtener la victoria. 

3. 

Durante toda la duración del movimiento hemos asistido 
a esta constante operación policial de distinguir entre buenos 
manifestantes y malos alborotadores. En el transcurso de las 
semanas, en París, "alborotador" ha querido decir en primer 
lugar "anarco-autónomo enfrentándose a la policía delante de 
la Sorbona", después "incontrolado desafiando a las fuerzas 
del orden en la plaza de Nation" y finalmente "joven de los 
suburbios, agresor de manifestantes, que desvalija móviles en 
la plaza de los Invalides". Al final de su deriva semántica, el 
"alborotador" ya no rompe nada, lincha manifestantes. El 
término aparece entonces como lo que es: un significante 
vacío para uso exclusivo de la policía. La policía tiene este 
monopolio: forjar el perfil de la amenaza. 

Designando a los elementos más decididos como sujetos 
extranjeros al movimiento, escinde el movimiento de sí 
mismo y de su propia potencia, lo vuelve extranjero a su pro- 
pia potencialidad ofensiva, a su seriedad. El perfil de la ame- 
naza, en nuestros días, es el inmigrante-criminal, el "bárbaro 
de los suburbios". Alegando así que todo "extranjero" es un 
subversivo en potencia, SE quiere insinuar en primer lugar 
que un buen francés no tiene ninguna razón para convertirse 
en lo mismo; cuando, en realidad, jamás han sido tantos los 
que no se sienten ya en su casa en el fúnebre decorado de la 
metrópolis capitalista. 

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,36 Página 136 



4. 

Para que nos entendamos, corear "todos somos alborota- 
dores" no es afirmarse en tanto que sujeto "alborotador", 
sino sólo desbaratar la operación policial en curso. Admitir el 
destrozo como práctica política significa manifestar la exis- 
tencia cotidiana de bancos, escaparates y tiendas a la moda 
como momentos de una guerra silenciosa. Destruir, al mismo 
tiempo que una cosa, la evidencia ligada a su existencia. 
Romper, en definitiva, con la gestión democrática del conflic- 
to, que se acomoda tan bien a las manifestaciones contra esto 
o aquello, mientras ninguna toma de posición tenga efectos. 

5. 

Hablamos de operación policial. Distinguir en esta policía 
entre gendarmes, sindicalistas, periodistas, burócratas y polí- 
ticos es superfluo, tan patente ha sido su complicidad. Los 
tópicos periodísticos han servido a las investigaciones de la 
policía, mientras que el servicio de orden de la CGT 11 aporre- 
aba a nuestros camaradas y los entregaba a los CRS, jactándo- 
se de ello en los periódicos del día siguiente. Todos han cola- 
borado en esta operación: darle consistencia a la escisión 
entre "alborotadores" y "manifestantes". Y no lo habrán 
logrado más que una vez, en París, el 23 de marzo. En todas 
partes ha hecho maravillas la indistinción tan temida por el 
ministro del Interior —"si hubiese una conexión entre los 
estudiantes y las periferias, todo sería posible, incluida una 
explosión generalizada y un espantoso fin de legislatura". 



11. CGT.— Confederación general de trabajadores, principal sindicato francés 
vinculado al PCF. (N. del T.) 

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Estrasburgo, Nantes, Grenoble, Toulouse, Rennes, Lille, 
Drancy, Caen, Rouen, jamás en la historia reciente de Francia, 
los centros de las ciudades vivieron noches de disturbios con 
tanta regularidad. 

6. 

El 21 de marzo, una manifestación de estudiantes de 
secundaria acaba en los jardines de Luxemburgo. En la cabe- 
cera un grupo de 200 chicos de los suburbios y, a lo largo de 
todo el recorrido, un servicio de orden que se convierte en 
cordón sanitario cada vez que se aproxima una banda. 
Finalmente, los burócratas deciden modificar el rumbo de la 
manifestación antes del final, dejando al grupo de cabecera 
entre los CRS y los servicios civiles. Dos días más tarde, los 
Invalides. Una manifestación más blindada que nunca es 
tomada como blanco de pillaje y linchamiento por aquellos 
que habían sido tan amablemente apartados del resto. ¡No 
hay quien lo entienda! 

7. 

Dos modos de moverse en la calle convertida en espacio 
hostil, propiedad de policías, automóviles y cámaras: la mani- 
festación y la banda. La manifestación: uno llega individual- 
mente, se junta por algunas horas con sus "camaradas", grita 
algunas consignas que ya no se llega a creer y, en los días de 
entusiasmo, canta canciones como La Internacional, que aún 
estremecerían si todavía significasen algo. Una banda sonora 
viene a cubrir favorablemente el mutismo de la asamblea y el 
vacío de las relaciones. Manu Chao, Zebda, La Brigada, etc. 
Luego cada uno vuelve individualmente a su casa donde tiene 
toda la libertad para pensar lo que quiera. Paseo digerible para 

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rebaño sindicado, desfile de soledades protegidas por un ser- 
vicio de orden. La banda: se desembarca juntos provistos de 
material. Se tiene una cierta idea de lo que se ha venido a hacer. 
Pegarse con la policía, quemar París, liberar la Sorbona, 
desvalijar tiendas, teléfonos móviles, alarmar a periodistas, a 
manifestantes. 

Uno se mueve de a cincuenta como un solo hombre. Si 
uno corre, todos corren. Si uno pega, todos pegan. Si a uno 
le pegan, todos lo defienden. Reflejos de horda. Jerga 
común. Disposición a la estupidez, al seguidismo, al lincha- 
miento. Movilidad extrema. Hostilidad frente a lo descono- 
cido, a lo inmóvil. Muchas veces, en los últimos años, esas 
dos maneras de moverse han chocado en París. 
Particularmente el 8 de marzo del 2005 12 y después en los 
Invalides. Cada vez, la confrontación ha virado a favor de las 
bandas. Cada vez, el individuo separado de la manifestación, 
con su libertad de expresión, su derecho a ser él mismo, a 
tener su móvil, su cuenta bancaria y sus rastas, ha salido 
magullado, traumatizado. Traumatizado por chicos de quin- 
ce años. Traumatizado por una cruel alternativa: organizarse 
a su vez en banda o acabar pisoteado. A menos que tome 
partido por esta verdad: el individuo liberal tiene a la policía por 
condición. Esta es la evidencia que SE ha querido negar des- 



12. Se refiere a la manifestación más grande contra la Ley Fillon sobre la edu- 
cación en Francia, que provocó un importante movimiento de protesta de 
estudiantes de secundaria entre diciembre del 2004 y abril del 2005. El 8 de 
marzo los manifestantes fueron agredidos por bandas de jóvenes de la perife- 
ria que, introduciéndose en la manifestación, los golpearon y robaron ropa de 
marca, dinero, móviles, etc. Parte de los manifestantes y de los sindicatos estu- 
diantiles se quejaron de la indiferencia policial ante estos ataques. (N. del T.) 

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,36 Página 139 



pues de cada una de estas confrontaciones, mediante un bru- 
tal ataque de mala fe. 



La comunidad no se experimenta jamás como idenúdad, 
sino como práctica, como práctica común. La identidad vuelve 
al galope cada vez que la práctica se retira. Allí donde se ocu- 
paba, allí donde se rompía, allí donde se hacían pintadas, allí 
donde se volcaban automóviles, nunca fue cuestión de ads- 
cripción sociológica, de estudiante de instituto de la periferia 
o pequeño burgués. 

9. 

El CPE 13 fue de entrada un pretexto. Pretexto de movili- 
zación para las organizaciones sindicales, pretexto de bloqueo 
para los estudiantes, pretexto de rebelión para muchos. 
Luego, frente al desprecio 14 gubernamental, el CPE se convir- 
tió en una cuestión de honor. De manera que su retirada no 
fue vivida en ninguna parte como una victoria, sino como la 
simple retirada de una ofensa. El afecto dominante del movi- 
miento fue el sentimiento de que se burlaban de nosotros en 
nuestra cara, un sentimiento de estafa. Afectación reactiva, 
moderada pero potente. Y es en virtud de esta moderación 
que el movimiento ha llegado a las prácticas radicales, a prác- 
ticas a la altura de la guerra en curso: el ataque a la policía y el 
bloqueo de la economía. Por ahí se ha encontrado con los 



13. CPE.— Contrato de primer empleo. (N. del T.) 

14. En francés, en el original, "Hogra". Desprecio, en dialecto argelino, tér- 
mino utilizado en Argelia a partir del 2001 para designar la actitud de las auto- 
ridades frente al pueblo. (N. del T.) 

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piqueteros argentinos, los insurgentes de Argelia y los suble- 
vados de noviembre. 

10. 

El contenido de una lucha reside en las prácticas que 
adopta, no en las finalidades que proclama. Hablamos aquí de 
"pretexto" porque cuando cargamos contra los CRS al grito 
de "retirada del CPE", podríamos haber empleado cualquier 
otro grito de guerra para infundirnos coraje; por lo demás no 
éramos los únicos gritando "el CPE nos importa una mierda, 
lo que no queremos es trabajar" 1 '' mientras invadíamos las 
vías férreas. El contenido efectivo del movimiento fue, pues, 
el bloqueo total de la economía y el ataque a las fuerzas del 
orden, la interrupción de la circulación de mercancías y la 
liberación del territorio de la ocupación policial. Entrar en el 
proceso insurreccional pasa por querer los medios que nos 
dábamos en tanto que tales. Algo para lo que la forma "movi- 
miento" no conviene. Y a lo que una cierta inconsistencia 
estudiantil no predispone mucho. Que supone, sobretodo, la 
áspera determinación a organizarse materialmente. 

11. 

La lucha contra el CPE fue una lucha contra "la precarie- 
dad". Es lo que dicen los sindicatos. "La precariedad", térmi- 
no confuso y oportunista, les evoca no se sabe bien qué 
desastre bíblico que golpea al asalariado, revelando de mane- 
ra indirecta, su propio apego al antiguo orden del trabajo. 



15. En francés, en el original, "CPE on s'enfout, on veut pas bosser du touf. (N. 
del T.) 

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Es lo que dicen los periódicos, que no entienden nada. Y 
es lo que dicen los recuperadores negristas, que ven ahí un 
nuevo paso hacia la ineluctable "renta básica", síntesis cómi- 
ca del socialismo y de la cibernética. Ciertamente, las consig- 
nas del movimiento no añadieron claridad al debate. Al débil 
reflejo que consistió en deducir del "CPE, no, no, no" un 
"CDI, sí, sí, sí" 16 , es decir defender el statu quo de la explota- 
ción frente a su agravamiento, el reflejo radical fue decir "ni 
CPE, ni CDI". Anteponiendo al simple "rechazo a la preca- 
riedad", el "rechazo al trabajo asalariado". Y vimos colgada 
en el College de France ocupado, una pancarta que decía 
"CPE, CDI, siempre el mismo STO" 17 . En realidad, lo que se 
juega en el engañoso término de "precariedad" no es una sim- 
ple degradación del trabajo asalariado clásico, sino la redefini- 
ción misma de lo que se entiende por el trabajo. Si durante 
mucho tiempo, trabajar quería decir "hacer lo que se os dice 
que hagáis", de ahora en adelante trabajar significa "ser quien 
se os dice que seáis". Cualquier trabajador en prácticas es 
consciente de las sonrisas que debe fingir, la jerga empresarial 
que es necesario tragar, la entusiasta sumisión que debe mani- 
festar, es decir la máscara que hay que asumir para hacerse 
aceptar por el mundo de la empresa. Sabe que integrarse a la 
sociedad solamente quiere decir integrar la sociedad en uno mismo, 
e integrarse a la empresa, integrar la empresa en uno mismo. 
Ahora bien, el período de prácticas de dos años que preveía 
el CPE es exactamente el tiempo necesario para convertirse en 



16. CDI— Contrato de duración indeterminada. (N. del T.) 

17. STO.— Servicio de trabajo obligatorio. Reclutamiento forzado que lleva- 
ron a cabo los alemanes en Francia, en los albores de 1943. Miles de jóvenes 
huyeron y se unieron a los maquis. (N. del T.) 

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la máscara que uno lleva, para encarnar el personaje esperado a 
fuerza de imitación. Si el trabajo asalariado clásico ha sido 
finalmente tan poco criticado dentro del movimiento anti- 
CPE, es porque esta crítica ya ha sido ampliamente hecha, y 
en la práctica, por el capitalismo. 

Toda esa gestión participativa, todas esas "tareas enri- 
quecedoras", toda esa individualización de los horarios y de 
las condiciones de trabajo, toda esa retórica de la motiva- 
ción, fueron elementos de una respuesta a la crisis del traba- 
jo asalariado clásico ja en los años 70, cuando toda una 
generación rechazó masivamente trabajar. Lo que ha sido 
rechazado en el CPE no es pues ni el trabajo asalariado ni 
su crisis, sino la redefinición del trabajo que resulta de esta cri- 
sis, el elemento de sujeción del trabajo contemporáneo, aque- 
llo por lo que este nos moviliza subjetivamente, viniendo a 
constituirnos un "yo" socialmente calibrado. El despido 
arbitrario no hace más que ratificar este nuevo régimen, 
donde se os echa por lo que sois y no por lo que hacéis, por 
la desviación con respecto a una norma de conducta y no 
por la infracción de una cláusula del contrato. El eslogan 
"CPE, no, no, no / CDI, sí, sí, sí" expresaba menos el deseo 
servil de ser explotado ocho horas por día como todo el 
mundo, que el rechazo a dejar que el trabajo nos forme y 
penetre nuevas profundidades, nuevas capas del ser. Si el 
trabajo ya no es principalmente el intercambio contractual 
de una suma de dinero a cambio de una porción de tiempo, 
sino esta fábrica maníaca de subjetividades conformes, en 
virtud de la cual un maniquí que no hace nada no cesa, jamás 
de trabajar, entonces podemos mandar al museo el instru- 
mento de la huelga general. Viene el tiempo de la huelga 
humana, en el que uno comienza por dejar de ser quien debe 

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ser, donde uno se vincula más allá de las identidades y los 
códigos existentes, donde uno hace saltar todo el universo 
de lo previsible. Viene el tiempo en el que son paradójica- 
mente aquellos que no trabajan los que inventan las nuevas for- 
mas de la huelga. 

12. 

El bloqueo de las universidades no ha sido solamente un 
medio de perturbación, una apropiación. Ha sido una condición 
previa, el medio de los bloqueadores para organizarse, para abrir 
la puerta a nuevas situaciones. Bloquear la facultad y así poder 
bloquear otros lugares. Rápidamente, una vez liberados de los 
fastidios académicos, universitarios y estudiantes secundarios 
han propagado su deseo de pararlo todo. En lugar de suplicar a 
las centrales sindicales una declaraáón de huelga general, han pro- 
pagado sobre las vías, las rutas, las oficinas y los centros comer- 
ciales la huelga humana. Lo que es verdad para las facultades lo es 
también fuera de ellas: en una vía de acceso a la ciudad, cuando 
miles de conductores se paran, apagan sus motores, osan por 
fin salir de sus vehículos para discutir alrededor de las fogatas; 
o en una Planta de Clasificación cuando el bloqueo de camio- 
nes permite la emergencia de una palabra común, rápidamente 
amordazada por la intervención del GIPN 18 . Toda esta sociedad 
hace pensar en el Supermacho de Jarry: un cadáver del que no se 
podrá constatar la muerte hasta que no se pare la máquina. Por 
eso crece en cada uno de sus engranajes el deseo de que todo se 
pare y por eso sus gestores no retrocederán ante nada para que 
no deje de girar permanentemente. 



18. GIPN.— Grupo de intervención de la policía nacional. (N. del T.) 

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13. 

Cuando existían organizaciones y un programa revoluciona- 
rio sólo importaba la finalidad. Para la revolución todos los 
medios eran buenos. Luego, con la pérdida de toda perspecti- 
va revolucionaria, vinieron los movimientos sociales; en los 
que uno se agita y se congratula de estar "todos juntos", sin 
saber exactamente con qué fin. Y como falta la finalidad, los 
medios mismos fluctúan. Ya no se sabe cómo hacer, uno tiene 
experiencias. Pegarse un poco con los polis, manifestarse un 
poco salvajemente, divertirse durante la ocupación y luego, 
cuando todo recae, retomar los estudios, volver al destino indi- 
vidualizado habiendo hecho algunos colegas. Los movimientos 
ofrecen ese confort de no comprometer demasiado: tienen un 
comienzo, un apogeo y un desenlace. Y cuando el poder toca 
a fin del recreo, no se tienen muchos escrúpulos para volver a 
la fila: uno no se había alejado demasiado de ella. Nosotros 
decimos que allí donde experimentamos la alegría, allí está 
nuestro destino; que los fines son inmanentes a los medios; que 
es necesario vincularnos a las prácticas que nos colman de gozo 
como a nosotros mismos. "Y el instante en que he sido yo- 
mismo es efectivamente la vida, la vida misma, la vida comple- 
ta". Hemos vislumbrado en el bloqueo de la economía y en el 
aniquilamiento de la policía el destello de una vida histórica a la 
que nada nos hará renunciar, pase lo que pase. 

14. 

Hannah Arendt apuntaba en 1970, con motivo de las agi- 
taciones estudiantiles de la época: "La esterilidad teórica de 
este movimiento y la pesada monotonía de sus análisis son tan 
lamentables y sorprendentes como gozoso es ver su alegría en 
la acción. (. . .) Lo que más puede hacer dudar de este movi- 

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miento, tanto en América como en Europa occidental, es una 
especie de curiosa desesperación que parece serle inseparable, 
como si todos los participantes estuviesen de antemano con- 
vencidos de que su movimiento será aplastado". Una revista 
—1^'Antenne— describía en 1987 el movimiento estudiantil de 
1986 contra la Ley Devaquet en estos términos: "Todo pare- 
ce darse como si el estado de la sociedad se hubiese vuelto 
extremadamente favorable al surgimiento de movimientos 
callejeros que son exclusivamente movimientos de "expre- 
sión", repentinos, espectaculares, enormes y, sobre todo, sin 
mañana". Más que otros, los movimientos estudiantiles pare- 
cen cargados de esta nefasta idea de movilización, que contiene 
como su reverso depresivo el necesario retorno a la normali- 
dad. Movilizándose, es decir, descuidando organizarse en la 
lucha sobre la base de nuestras necesidades, que no solamen- 
te son necesidad de dormir y de comer, sino necesidad de pen- 
sar, amar, construir, estudiar y descansar, de estar solo o hacer 
pina, movilizándose, es decir poniendo entre paréntesis todo 
esto, poniendo entre paréntesis todo lo que nos ata a la vida, 
despreciando asumirlo colectivamente, nos aseguramos de 
que vendrá el momento de agotamiento donde cada uno verá 
en el fin de la movilización un feliz reencuentro con los hábi- 
tos abandonados, con las pasiones cruciales, todo ello bajo el 
infecto signo de lo privado. Al contrario, en el cuidado de 
organizarse sobre la base de nuestras necesidades se constru- 
ye, de crisis en movimiento, el partido de la insurrección. 

15. 

En un mundo de flujos, el partido de la insurrección no 
puede ser otra cosa que el partido del bloqueo, del bloqueo físi- 
co de toda circulación mercantil. Pero como al mismo tiempo 

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ese mundo de flujos es también el mundo de la absoluta sepa- 
ración, el partido de la insurrección debe ser también el parti- 
do de la comunización, de la puesta en común. Tarde o tem- 
prano, deberemos bloquear Rungis 19 , pero no podremos hacer- 
lo sin tener al mismo tiempo resuelto a escala local el proble- 
ma del abastecimiento, habiendo establecido para ello las soli- 
daridades necesarias. Si no se hubiese tratado más que de con- 
testar el CPE, la asamblea soberana habría podido pasar por 
una forma de organización razonable. Pero si se trata de derri- 
bar un mundo en agonía, la forma elemental de organización 
es la comuna. La comuna en tanto que nivel donde la organiza- 
ción del bloqueo y de la vida compartida se encuentran. Donde 
se puede bloquear todo porque no se depende ya de la circula- 
ción general, donde no se depende ya de la circulación general 
porque se está organizado para bloquear todo. Podría resultar, 
en el curso de esta reapropiación del territorio, que la metrópo- 
lis contemporánea, enteramente estructurada por los flujos, no 
sea compatible con ninguna forma de auto-organización y que 
deba ser pues destruida por completo. La experiencia del pro- 
ceso insurreccional argentino del 2001, limitado por la extrema 
dependencia de Buenos Aires, principalmente en lo que al 
abastecimiento de alimentos toca, da testimonio de ello. 

16. 

Por toda Francia, en la estela del movimiento, se han for- 
mado bandas, se han ocupado casas, se han constituido 



19. Rungis.— Ciudad de la periferia de París donde está el mercado de alimen- 
tación, que vende a todos los comerciantes. Rungis alimenta todo Paris. (N. 
del T.) 

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,36 Página 147 



núcleos. No ha sido obra de antiguos militantes, sino de aque- 
llos para quienes la lucha no ha sido medio para un fin, la reti- 
rada del CPE, sino medio puro, forma deseable de la vida. De 
aquellos que han experimentado la única comunidad quizá 
accesible en la metrópolis: aquella que funda la lucha para su 
destrucción. De año en año, de movimiento de estudiantes de 
secundaria en olas de incendios nocturnos, vemos implosio- 
nar lo que queda de esta sociedad y, en el mismo movimien- 
to, agregarse un substrato cada vez más vasto, cada vez más 
denso de desertores. La cuestión es: ¿cómo convertir la 
deserción en conspiración? ¿Cómo hacer de las bandas una 
fuerza? ¿Qué tipo de fuerza puede operar el pasaje de 
una situación de crisis, de movimiento, a una situación insu- 
rreccional? Aquellos que dudaban de nuestra capacidad para 
intervenir de una manera históricamente decisiva harían bien 
en recordar cómo en la ciudades más inquietas -Rennes, 
Rouen, Caen, Grenoble, Nantes, Estrasburgo- un numero 
ínfimo de subversivos organizados ha bastado para cambiar 
completamente la textura local del movimiento. 

17. 

El súbito desvanecimiento del movimiento se explica 
fácilmente. Rechazando identificar a los sindicatos, los media, 
la administración, los anti-bloqueadores como enemigos, y 
rechazando tratarlos como tales, el movimiento los ha dejado 
convertirse en una componente de sí mismo. Ha hecho asam- 
bleas generales con ellos y, aunque a veces los ha abucheado, 
no ha luchado nunca contra ellos, representándose ella misma 
como el consenso de la sociedad civil contra el gobierno. Fue 
una cuestión de democracia. Cuando todo ese bonito mundo 
declaró con una sola voz la victoria y el entierro del movi- 

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miento, en torno a nosotros se hizo el vacío: no éramos más 
que un puñado de irreductibles al descubierto. 

18. 

Al desvanecimiento del movimiento, tras el anuncio de la 
retirada del CPE, han respondido dos reflejos característicos: 
el reflejo militante y el reflejo activista. De un lado los ente- 
rradores del movimiento llamaron a re-movilizarse, sin creér- 
selo, intentando, a través de un "colectivo de convergencia de 
luchas" cualquiera, o de la "lucha contra la represión", reclu- 
tar un poco de carne fresca politizada. Es el mismo reflejo 
que ahora preside a los diversos grupos de depresivos de obe- 
diencia trotskista, anarquista o autónoma que intentan darle 
un porvenir a un movimiento que cuando estaba vivo pasaba 
de ellos. Del otro lado se ve patalear a todo un conjunto de 
grupos de acción que sueñan con reproducir lo que han visto 
en otros lugares y que ya sería necesario superar: tardarán 
todavía algunas semanas o meses en agotar, a fuerza de 
voluntarismo, lo que conservan del espíritu del movimiento. 
Unos parlotean, pero los otros trabajan. 

19. 

El movimiento no ha dejado de tropezar con dos cuestio- 
nes que finalmente le dieron el golpe de gracia: la democracia 
y la asamblea general. Aunque no fueron necesarias más que 
algunas decenas de enervados al inicio del movimiento para 
bloquear un anfiteatro, un edificio, una facultad, 500, 1.000, 
2.000 personas debieron borrarse ante la "soberanía" de la 
asamblea general en el momento de las votaciones por el des- 
bloqueo. Será aquí, frente al absurdo del juego democrático, 
donde se pondrá de manifiesto muy a menudo la naturaleza 

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del enfrentamiento encubierto por la cuestión del bloqueo. 
Entre bloqueadores y anti-bloqueadores, después del voto, se 
llegará finalmente a las manos. 

20. 

La asamblea, como práctica, nos remonta a épocas donde 
la vida, y por tanto la palabra, estaban cargadas de comuni- 
dad. Comunidad obrera o campesina, guerrera o popular, 
guayaqui o hasídica. Siempre ha habido en las asambleas una 
teatralidad, un gregarismo, un panoptismo, juegos de influen- 
cias, de control, de hegemonía. Ahora no hay más que eso. 
Por eso son evitadas. De ahí que, allí donde no ha podido sur- 
gir una comunidad de lucha suficientemente amplia, las asam- 
bleas generales se mantuviesen sin relación con lo que pasa- 
ba en la calle. Inadecuada al pensamiento libre tanto como a 
la organización de la acción, ignorante de la amistad, la asam- 
blea es una forma vacía, un simulacro bueno para todo y para 
nada. Frente a esta evidencia, en el transcurso del movimien- 
to, algunos camaradas han llamado a desertar de las asambleas 
para formar bandas. Han opuesto asamblea a comunidad. Es 
un error. No se hace un llamado a la comunidad; ella sobre- 
viene, tal y como se forma una banda, sin decisión previa. Si 
la palabra se vuelve vacía en las asambleas generales, no es a 
causa de los turnos de palabra, de las tribunas, de los burócra- 
tas, sino a causa de lo que vuelve los turnos de palabra, las 
tribunas y los burócratas posibles: la ausencia de toda comu- 
nidad entre los seres. 

21. 

Dijimos que volveríamos. Hemos vuelto. En la Sorbona 
brevemente reocupada, una banderola flameaba al viento. En 

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ella podía leerse, en esa noche de tormenta: "Los movimien- 
tos están hechos para perecer. ¡Viva la insurrección!". 

22. 

Viernes 31 de marzo. Alocución senil de Chirac. 
Reagrupamientos espontáneos en varios puntos de París. Se 
buscan, se encuentran, convergen sobre el Elíseo, retroceden, 
tuercen su camino para evitar la gendarmería móvil. 3.000 
personas desde las 8 de la noche hasta las 4 de la madrugada. 

Un vagabundeo salvaje de 25 kilómetros. Una muchedum- 
bre de todas las edades, de todas las tendencias, idealmente 
desarmada, desamparada por su propia potencia sin empleo. 
Que pasa el puente de la Concorde, llega a la Asamblea nacio- 
nal antes que la policía y por un pelo no la ocupa. Que vuel- 
ve a ¿laquear ante las puertas del Senado. Que pasa delante 
del Palacio de Justicia. Que remonta hacia Barbes y arrasa con 
todo lo que el bulevar Sebastopol y el de Magenta -el famo- 
so "espacio civilizado" de Magenta- contiene de bancos, de 
agencias de trabajo temporal, de cervecerías cool, al grito 
imperioso de "¡París, en pie, despiértate!". Y que luego de 
saludar a las prostitutas de Pigalle, sube hacia el Sacré-Coeur- 
"¡Viva la Comuna!", se escucha en las bocas antes de leerlo, 
pintado sobre el innoble edificio-, fracasando ahí también el 
intento de incendiarlo. Fuego de alegría, pues, frente al Sacré- 
Coeur. Un último McDonalds vuela en pedazos. Y en el 
camino a la sede de Pierre Lellouche 20 que pronto quedará 



20. Pierre Lellouche— Político francés. Diputado de la UMP (Unión por un 
Movimiento Popular), partido de derecha al que también pertenece Nicolás 
Sarkozy. (N.delT.) 

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hecha trizas, aquella dama de unos cincuenta años asomada 
en camisola a su balcón, ha puesto a todo volumen la canción 
Les mauvais jours fmiront 2 \ Son las tres de la madrugada. 
Hemos recorrido en esa noche, en una recapitulación melan- 
cólica, todo lo que deberemos quemar, para comenzar. 

París, junio del 2006 
Comité de Ocupación de la Sorbona en el Exilio 




COMÍ' 
D'OCCUPATiON 

DE LA 

SORBONNE 
EN D(IL 



21 . Los malos días terminarán. Nombre popular de una canción de J. B. Clément 
y Pierre Dupont originalmente titulada La semana sangrienta, escrita en home- 
naje a las decenas de miles de partidarios de la Comuna asesinados por las tro- 
pas de Adolphe Thiers durante "la Semana sangrienta" entre el 22 y el 29 de 
mayo de 1871. (N.delT.) 



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O 



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A UN AMIGO* 



"A juzgar por la actual disposición de los espíritus, el 
comunismo no está llamando precisamente a la puerta. 
Pero nada hay tan engañoso como la situación, porque 
nada es tan móvil" 1 . 



Nos afligen aún muchas supersticiones. Tenemos nuestras 
alucinaciones colectivas de las que sólo los locos dudan, y 
nuestras apariciones, distintas a las de antaño únicamente por 
ser más seculares. Nos cruzamos con nuestros semejantes y 
vemos realmente en ellos apersonas, agente. Amamos a alguien 
y hablamos del "Otro". Un siglo nos separa de una vida y la 
juzgamos lejana. La diversidad de hábitos, algunas variaciones 
en el vocabulario, bastan para convencernos de la existencia 
de una distancia infranqueable. Pero lo que compre(he)ndemos es 
sólo una parte de nosotros mismos, lo que percibimos no puede 
ser tan distinto. Blanqui no es un personaje histórico, no os 
engañéis. No retorna como un fantasma del siglo xix salvo si 
consideramos que un siglo puede atravesar las épocas. 



* Prefacio a una antología de escritos de Auguste Louis Blanqui, escogidos y 

presentados por Dominique Le Nuz, Maintenant, ilfaut des armes (La Fabrique, 

2007). 

1. Las citas sin más referencia son frases de Blanqui. 

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Blanqui es de ayer, de mañana, de ahora. Sin duda Blanqui ha 
existido, los hechos lo atestiguan, pero los hechos demues- 
tran también que ha existido en primer lugar como personaje con- 
ceptual: como el Zaratustra de Nietzsche, el Gilíes de Rai de 
Bataille o el Heliogábalo de Artaud. De ahí su eternidad. 
Gustave Lefrancais apunta en sus Memorias: "Para los 400.000 
votantes del Sena, Blanqui no es más que una expresión revo- 
lucionaria". El nombre Blanqui no se refiere a una persona, 
sino a una posibilidad existencia^ a un modo de estar- ahí, a una 
potencia de afirmación. Si Blanqui ha sido apodado con jus- 
ticia "el Encerrado" es por la obstinación con la que SE quiso 
contener esa potencia dentro de la figura histórica de Blanqui, 
tanto como por los tres decenios que pasó entre rejas. La pri- 
sión, la gloria o la calumnia son medios que oportunamente 
impone la necesidad de aislar aquellas existencias demasiado 
ardientes. 



El deseo universal de ser alguien, de ser reconocido, funda la 
comedia atroz de nuestra época y le da esa apariencia de 
improvisación libre entre enajenados, de teatro al aire libre 
para patologías narcisistas de lo más variadas. Apartemos la 
mirada de ese mal espectáculo. Imaginemos un ser que no 
pudo cerrar los ojos ante el horror del presente -esa trama de 
tedio, de injusticia, de estupidez, de extrañamiento y de cinis- 
mo, del que la policía garantiza sólo su desastrosa coheren- 
cia-, un ser al que una especie de imperfección, sin duda, pero 
quizás también un cierto espíritu de desafío, hubiese vuelto 
incapaz de estar en paz con ese estado de cosas, un ser que, 
por lo demás, hubiese encontrado, aún joven, en el levanta- 

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LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09 



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miento, el fuego y la conspiración lo contrario de lo que veía 
a su alrededor, esto es: la inteligencia, el coraje, la aventura, la 
amistad y la verdad. Ese ser -y no hay duda de que como él 
son muchos los que en este mismo instante viven y se bus- 
can— sería Blanqui, en la medida en que Blanqui fue Blanqui. 
Cada segundo de su vida, cada latido de su corazón, estaría 
impulsado por esta única cuestión: ¿cómo hacer? ¿Cómo 
constituir una fuerza revolucionaria? ¿Cómo vencer? Las 
figuras históricas sólo están ahí para ocultar las potencias que 
las impulsan. Nada es más simple, más límpido, más común 
que Blanqui. Y esa es la razón por la que fue necesario cubrir 
esa amenazante limpidez con tantas calumnias, tantos rumo- 
res, tanta agua sucia. No existe el misterio Blanqui a pesar de 
todas sus intrigas nocturnas, sus maniobras secretas, sus con- 
ciliábulos. Sólo existe la evidencia insondable de la existencia 
revolucionaria. ¿Pero qué diablo le lleva? ¿Cómo puede per- 
sistir todavía, todavía querer, empeñarse aún y siempre en 
pensar la situación, después de tantas traiciones, tantas pérdi- 
das, tras tantos desengaños? ¿Y adonde conduce todo eso? 
No os inquietéis, almas espectadoras, un día se hundirá y 
podréis respirar aliviadas. O bien triunfará y vosotras sucum- 
biréis. Mientras tanto, él será vuestra obsesión, esa posibilidad 
vuestra que incesantemente trataréis de conjurar hasta el ago- 
tamiento. 



"El jo me ha dejado siempre indiferente". Eso es todo lo 
que Blanqui opone a la histeria de malevolencias, al concier- 
to de envidias que desata la sola mención de su nombre. Y 
eso redobla el alboroto. Puesto que quien no se digna respon- 

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,3 6 Página 156 



der a sus acusadores, quien deja correr el rumor, debe espe- 
rar verlo crecer, para secarse poco después en finos riachue- 
los de hiél. Aviso a los círculos militantes: "Si por eso enten- 
déis los odios personales, las envidias, las rivalidades por 
ambición, yo me uno a vosotros al condenarlos puesto que 
son uno de los azotes de nuestra causa; pero tened en cuenta 
que esa no es una plaga exclusiva del partido, nuestros adver- 
sarios de todos los colores los padecen tanto como nosotros. 
Y si estos estallan más ruidosamente en nuestras filas es debi- 
do al carácter más expansivo y de costumbres más abiertas 
del mundo democrático. Esas luchas individuales, por lo 
demás, se deben a la imperfección humana; hay que resignar- 
se a ello y aceptar a los hombres como son. Enfurecerse por 
un defecto natural es pueril cuando no un disparate. Los espí- 
ritus firmes saben navegar a través de esos obstáculos que 
nadie puede suprimir y que, sin embargo, cualquiera puede 
evitar o franquear. Sepamos pues plegarnos a la necesidad 
aún lamentando su mal y no dejemos que ralentice nuestra 
marcha. Lo repito, el hombre verdaderamente político no se 
preocupa por esos obstáculos y sigue recto, sin inquietarse 
por las piedras que entorpecen el camino". Esto se encuentra 
en la carta a Maillard. Leed la carta a Maillard. 



Dionys Mascólo ha escrito a propósito de Saint-Just una 
frase que vale también para Blanqui: "La 'inhumanidad' de 
Saint-Just consiste en que no ha tenido múltiples vidas como 
los otros hombres, sino una sola". La costumbre entre los 
humanos es dejar pasar la vida. La mano sobre la espalda que 
dice: "Venga, no te preocupes, todo irá bien" es el portador 

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más habitual de esa epidemia. Inhumano es pues quien se ata 
a la intensidad más alta que haya encontrado como a una ver- 
dad. Aquel que no contrapone al impacto de la experiencia, a 
lo que esta expresa, las reticencias de la mala fe, del escepti- 
cismo o de la comodidad, se convierte a su vez en fuerza que 
avanza. Un poco de disciplina y esa fuerza, la fuerza que lo ata 
a esa intensidad, organizará en su beneficio el torbellino de 
atracciones que nos componen y les imprimirá una misma 
dirección. Lo que los espectadores llaman torpemente 
"voluntad" se siente en primer lugar como un abandono sin 
reserva. Para Blanqui, esa intensidad es la insurrección. Es ella 
la que, a partir de los días de julio, polariza su existencia. 
"Libertad, igualdad, fraternidad" es un ornamento de mal 
gusto para pórticos escolares, pero para algunos es la expre- 
sión más condensada de la experiencia del levantamiento. 
"Libertad, igualdad, fraternidad" en los combates callejeros, 
ante la muerte. Aún es demasiado pronto para saber cuántos 
Blanqui nacieron al mundo los días 20 y 21 de julio del 2001 
en Genova; tantos que muchos ya han muerto por no encon- 
trar en parte alguna, en el desierto de lo real, la senda que los 
devolvería allí. "¡Las armas y la organización, he aquí el ele- 
mento decisivo del progreso, el modo más sensato de termi- 
nar con la miseria! Quien tiene hierro, tiene pan. Si uno se 
humilla ante las bayonetas será barrido junto a la multitud 
desarmada. Francia colérica de trabajadores en armas, es el 
advenimiento del socialismo". 



Se equivocarían los que despertasen, a propósito de 
Blanqui, el espectro del "Superhombre". Sus enemigos se 

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encargan de ello holgadamente. "Espíritu sombrío, altanero, 
feroz, atrabiliario, sarcástico, de inmensa ambición, frío, 
inexorable, que despedaza a los hombres para empedrar su 
camino. Corazón de mármol, cabeza de hierro". "La cabeza y 
el corazón del partido proletario en Francia" (un periodista). 
"El más cínico de los demoníacos conjurados para la perdi- 
ción de la sociedad moderna" (un reaccionario). Maniobras 
cómodas para asegurar el aislamiento de un hombre fuera de 
la cárcel. El Superhombre es un entretenimiento, así como el 
Hombre es una quimera. Basta con distinguir entre la existen- 
cia mediocre, que es fluctuación, navegación oportunista 
entre los posibles, y la existencia decidida que se ató una vez 
a una verdad y camina y opera desde entonces a partir de ahí. 
No por casualidad la palabra destino procede del verbo destina- 
re que significa "atar". Quien se ata de ese modo se vuelve 
cada vez menos una persona y cada vez más una presencia. 
Cada vez menos "humano", pero cada vez más común, cada 
vez más simple. SE considera justificadamente como "irreduc- 
tible" al sujeto de un tal vínculo puesto que, en efecto, ya no 
es reducible a sí-mismo; por nuestro lado, nos place llamar los 
reductibles a la multitud de aquellos que, tomándose por perso- 
nas, se traicionan todo el tiempo. 



La víspera de la proclamación de la Comuna, Thiers manda 
detener a Blanqui. Lo tendrá incomunicado y rechazará inter- 
cambiarlo aún por sesenta y cuatro rehenes, incluido el arzobis- 
po de París. Flotte reseña estas palabras de Thiers: "Entregar a 
Blanqui a la insurrección es enviarle una fuerza igual a un cuer- 
po de ejército". Blanqui fue temido, incluso en su propio par- 

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tido, no como cabecilla sino como potencia. Supo demostrar 
ciertas capacidades del lado de la acción tanto como del pensa- 
miento, y mantenerlas unidas. Es de ahí y no de otro lugar que 
nacen los odios implacables y las fidelidades inquebrantables 
que suscita. "Los tribunos de aspecto salvaje, rostro de león y 
cuello de toro, se dirigen a la bestialidad heroica y bárbara de 
las multitudes. Blanqui, frío matemático de la revuelta y de las 
represalias, parece tener entre sus delgados dedos el balance de 
los padecimientos y los derechos del pueblo". (Valles, 
L'insurgé). Blanqui se dirige a la rectitud y a la determinación, se 
dirige a sus iguales. Al contrario de los cabecillas, no halaga ni 
regaña, y prefiere mantener las distancias que arriesgarse a 
seducir. Desmiente con su sola existencia toda la propaganda 
de la burguesía que, antes de convertir a los proletarios parisi- 
nos sublevados en montones de cadáveres altos como barrica- 
das, empezó describiéndolos como masa informe, plebe desce- 
rebrada de ladrones, de borrachos, de supervivientes de presi- 
dio, diablos sin cabeza, criaturas ininteligibles, monstruosas y 
ajenas a toda humanidad. Y sin embargo no es así, hay una lógi- 
ca de la revuelta. Hay una ciencia de la insurrección. Hay una 
inteligencia del motín, un pensamiento del levantamiento. Se 
precisa todo el odio de clase de un Tocqueville para ignorarlo: 
"Fue entonces cuando vi aparecer en la tribuna un hombre al 
que sólo vería esa vez, cuyo recuerdo siempre me ha llenado de 
asco y de horror. Tenía las mejillas macilentas y ajadas, los 
labios blancos, un aire enfermizo, malvado e inmundo, una 
palidez sucia, el aspecto de un cuerpo enmohecido, aparente- 
mente desnudo bajo una vieja levita negra pegada a unos 
miembros menudos y demacrados. Parecía haber vivido en una 
alcantarilla de la que acabara de salir; alguien me dijo que se tra- 
taba de Blanqui" (Memorias). 

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"¡Los románticos han sido aplastados!": estas son las pri- 
meras palabras de Blanqui, transpirado y cubierto de pólvora, 
al final de las tres jornadas de julio de 1830. Existe ciertamen- 
te un sentimiento romántico de la vida, que llega hasta nosotros 
e infesta nuestra época todavía más profundamente que el 
siglo pasado. Musset lo ha codificado como nadie, en 1836, 
en las primeras páginas de luí confesión: "Un sentimiento de 
malestar indecible empezó a fermentar en todos los corazo- 
nes jóvenes. Condenados a la quietud por los soberanos del 
mundo, librados a patanes de toda especie, a la ociosidad y al 
aburrimiento, los jóvenes veían retirarse las olas efervescen- 
tes contra las cuales habían preparado sus brazos [. ..] A 
medida que la vida exterior se apagaba y se volvía más mez- 
quina, la vida interior de la sociedad tomaba un aspecto más 
sombrío y silencioso; la hipocresía más severa reinaba en las 
costumbres [. . .] Fue como una negación de todas las cosas 
del cielo y de la tierra que bien podríamos llamar desencanta- 
miento o, si se prefiere, desesperanza; como si la humanidad 
aletargada hubiese sido dada por muerta por aquellos que le 
tomaban el pulso. Así como ese soldado de antaño al que pre- 
guntaron "¿en qué crees?" respondió "en mí", la juventud de 
Francia ante la misma pregunta sólo supo responder: "En 
nada". Todo lo válido que se ha hecho en los dos últimos 
siglos en cualquier ámbito se ha hecho contra el sentimiento 
romántico de la vida, es decir: tomándolo también en consideración. 
Las Poesías de Lautréamont, las Cartas de no amor de Chklovski, 
los Diálogos de Deleuze-Parnet y el álbum Untertainment de 
Gang of Four describen un frente donde habitan la fría 
pasión de Durruti, las mejores intuiciones de Lenin y del 

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feminismo italiano, los discursos de Huey P. Newton, la gue- 
rrilla urbana y el aire que se respira en la Villa Savoye. Todo 
eso apunta a lo que nosotros llamaremos por contraste el sen- 
timiento blanquista de la vida. La Eternidad por los astros e 
Instrucciones para una toma de las armas son en este volumen sus 
expresiones más puras. Partir de lo que está ahí y no de lo que 
falta, de aquello de lo que supuestamente carecería lo real. 
Desdeñar los obstáculos tanto como las personas. No espe- 
rar jamás. Operar con los que están ahí. Aprehenderse uno 
mismo, aprehender los seres y las situaciones no como enti- 
dades, sino como recorridos de líneas y de planos, surcados 
de fatalidades. Comprender lo posible no como un halo que 
nimbaría a los seres, sino como el producto de una colisión 
entre esas fatalidades. Sin reservas, ni ensoñaciones, recrimi- 
naciones o explicaciones. "Uno no se consuela más que en 
exceso". Renunciar a la idea de caos, simple trascripción men- 
tal de la renuncia: "No ha existido nunca, no existirá jamás la 
sombra de un caos en lugar alguno". Una vez inventariado lo 
existente, organizarse. No retroceder ante ninguna conse- 
cuencia lógica. Los que hablan de revolución sin preocuparse 
por la cuestión de las armas y del abastecimiento llevan ya un 
cadáver en brazos. Dejar a los metafísicos las cuestiones del 
origen y la finalidad; tomar el aquí y ahora por todo comien- 
zo, y lo que nosotros podemos prácticamente hacer ahí como 
único propósito razonable. Si el estado de cosas es insosteni- 
ble no es por esto ... o por aquello . . . , sino porque ahí nada 
puedo. No oponer jamás las necesidades del pensamiento y 
de la acción. Permanecer firmes en los momentos de reflujo 
donde debe reanudarse todo, desde el principio, solo: nunca 
se está solo con la verdad. Un modo de ser como este no 
encontrará excusa alguna a los ojos de aquellos para los que 

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la vida no es más que una hábil colección de justificaciones. 
Frente a él, el resentimiento se arma de invectivas, denuncia 
la "toma de poder", la "megalomanía", levanta sus cordones 
sanitarios de mala fe, de estupidez y de conformismo; dicta- 
mina la exclusión del monstruo en trance de separarse del 
rebaño humano. "Pero que un hombre sincero, abandonan- 
do el espejismo ilusorio de los programas, las neblinas del 
reino de la Utopía, salga de la novela para entrar en la reali- 
dad, que pronuncie palabras sensatas y prácticas: 'Desarmar a 
la burguesía, armar al pueblo, es la primera necesidad, la única 
posibilidad de salvación de la revolución'. Y ¡oh! entonces la 
indiferencia desaparece y un prolongado aullido de furia 
retumba por todos los rincones de Francia. Se grita al sacri- 
legio, al parricidio, a la hidrofobia. Se arma escándalo, se 
desencadenan todas las cóleras contra ese hombre y se le 
arroja a los dioses infernales por haber deletreado modesta- 
mente las primeras palabras del sentido común". 



* * 



Los partidarios de la espera siempre han concebido el 
adjetivo "blanquista" como un insulto inapelable. Los anar- 
quistas más puros lo entienden como sinónimo de "jacobi- 
no", mientras que los estalinistas lo emplean como equivalen- 
te de "anarquista". Los imbéciles cultivados de la Engclopédie 
des Nuisances, que desde hace veinte años mantienen el lúcido 
coraje de apostar una y otra vez por la contrarrevolución, han 
hablado de "blanquismo imaginario" en el caso de 
Unabomber para así disociarse mejor de sus gestos e introdu- 
cir así su traducción burdamente falsificada del Manifiesto. 
Para los marxistas, "blanquista" funciona más bien como 

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sinónimo de "putschista" y denuncia un aventurerismo de 
vanguardia, una impaciencia por organizarse poco cuidadosa 
con la teoría cuando las masas no están preparadas todavía. 
Toda esta confusión de superficie no tiene ningún interés. 
"¡Adelante! ¡Pacientes siempre! ¡Resignados jamás!", tal es el 
modo blanquista. La alternativa no está entre la espera y el 
activismo, entre participar en los "movimientos sociales" o 
formar una vanguardia armada, está entre resignarse u orga- 
nizarse. Una fuerza puede crecer de modo subterráneo, según 
su propio ritmo, para fundirse con la época en el momento 
oportuno. Si el éxito del golpe de Estado de Octubre valió a 
los bolcheviques la admiración de una infinidad de seguido- 
res y arribistas de todas las nacionalidades, las desafortunadas 
tentativas de Blanqui, rodeando su nombre con esa aura mal- 
dita, han tenido al menos el mérito de alejar de él esa raza de 
sabandijas. En su texto Sobre la lucha armada en Europa occiden- 
tal, la Fracción del Ejército Rojo cita un pasaje del famoso 
artículo de Lenin sobre la guerra de partisanos: "En una 
época de guerra civil, el ideal del partido es un partido que com- 
bate militarmente. [. . .] En nombre de los principios del marxis- 
mo, exigimos categóricamente que no se soslayen las condi- 
ciones de la guerra civil mediante clichés y frases manidas 
sobre el anarquismo, el blanquismo o el terrorismo, y que 
nadie venga a agitar ante nosotros el espantajo de ciertos pro- 
cedimientos absurdos aplicados por tal o cual organización en 
la guerra de partisanos". 



Quien se funde en un destino se encuentra en un mismo 
plano con aquellos que lo comparten. La experiencia de la 

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amistad es el más dulce efecto de una disciplina así. 
"Considero una conquista haber hecho alianza y amistad con 
algunos corazones abnegados capaces de grandes afecciones 
y grandes sacrificios, esa es una fuerza que no tiene todo el 
mundo". Así como el amor despunta en la cloaca romántica, 
la amistad forma parte de las alegrías blanquistas. Es esa rara 
forma de afección donde el horizonte del mundo no se pierde. "La 
amistad", dice Hannah Arendt, "no es íntimamente personal, 
porque plantea exigencias políticas y permanece referida al 
mundo". Ahí, los seres se pertenecen los unos a los otros en 
el elemento libre, es decir: que se pertenecen en la medida en 
que cada uno pertenece siempre-ya a un destino. Si en su 
Lelius, Cicerón debe advertir contra los peligros de secesión 
que la amistad encierra para la Ciudad, es porque un mundo 
inicuo, una sociedad detestable, no se olvidan en la amistad 
tanto como en los sofocantes arrebatos del amor. Y no sólo 
eso: esta tiene, además, muchas posibilidades de volverse con- 
tra un mundo así, contra una tal sociedad. Para decirlo brusca- 
mente: toda amistad se encuentra hoy, de algún modo, en guerra con el 
imperial, o no es más que un engaño. 



Lacambre, Tridon, Eudes, Granger, Flotte, la mayoría de 
las conspiraciones de Blanqui no son en sus inicios más que 
amistades que no reprimen su pulsión política. Dicho al 
revés: toda amistad encierra un núcleo conspirativo. En 1833, 
Vidocq deplora la existencia en París de más de un centenar 
de sociedades secretas. Toda la historia del movimiento revo- 
lucionario en Francia, entre 1830 y 1870, lleva la marca de 
esas sociedades: clubes más o menos permitidos, que se 

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transforman en oficinas de propaganda clandestina o en 
conspiraciones cuando se instala la represión, para reconver- 
tirse en clubes cuando el régimen vacila. En 1848, se cuentan 
en París más de seiscientos de ellos, entre los cuales se halla, 
por citar sólo uno, el club del Levantamiento Revolucionario 
del 69 de la calle Mouffetard, presidido por Palanchon, anti- 
guo aliado de Blanqui. La historia oficial del movimiento 
obrero pretende que la tradición conspirativa, con sus jura- 
mentos, sus rituales de admisión y su secreto decorum, haya 
sucumbido al desarrollo del movimiento obrero del que, sin 
embargo, fue su crisol. Los miembros de la Liga de los Justos, 
ancestro de la Liga de los Comunistas, ¿no participaron en la 
insurrección abortada de 1839 lanzada por la Sociedad de las 
Estaciones? ¿No es Buonarroti quien ha legado al mundo 
moderno el precioso mensaje de Babeuf? Ciertamente uno no 
es admitido hoy en la Liga supuestamente Comunista supues- 
tamente Revolucionaria como lo era a la Asociación de los 
Trabajadores Igualitarios en 1839: "Escucha, con confianza y 
sin temor: estás entre republicanos comunistas y consecuen- 
temente empiezas a vivir en la era de la igualdad. Ellos serán 
tus hermanos si eres fiel a tu juramento, pero estarás irreme- 
diablemente perdido si lo traicionas. Ellos lo han jurado 
como tú acabas de hacerlo. Escucha ahora con la máxima 
atención: la comunidad es la verdadera república: trabajo 
común, educación, propiedades, goce común; ¡es el sol, sím- 
bolo de la igualdad, es la nueva fe por la que todos hemos 
jurado morir! No conocemos ni barreras, ni fronteras, ni 
patria; todos los comunistas son nuestros hermanos, los aris- 
tócratas nuestros enemigos. Si temes el calabozo, la tortura o 
la muerte, si sientes flaquear tu valor, retírate; para entrar en 
nuestras filas debes poder afrontar todo eso: una vez présta- 
los 



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do el juramento tu vida nos pertenece, comprometes tu cabe- 
za y la del que te ha traído aquí para el resto de tus días. Ahora 
reflexiona y responde". Con el fin de la era de las conspira- 
ciones el movimiento obrero habría pasado de su estadio 
infantil a su fase adulta; así lo quiere la historiografía marxis- 
ta. Las organizaciones públicas de la socialdemocracia habrían 
tomado el relevo de la informe política proletaria. De la Liga 
de los Comunistas se habría llegado paulatinamente a la 
Asociación Internacional de los Trabajadores y a los partidos 
socialdemócratas de todos los países, mientras los anarquistas 
se hundirían torpemente en el terrorismo y el sindicalismo. 
Lo cierto es que la política conspirativa no ha cesado jamás. Que 
todos los lazos tradicionales, todas las familiaridades gremia- 
les y de barrio, en resumen: de pueblo, sobre los que se apo- 
yaba la política proletaria hasta la Comuna, han sido destrui- 
dos sin remedio. Y que las organizaciones que han venido a 
suplantar a un pueblo ya inexistente no han hecho más que 
empujarlo conspirativo hacia "lo informal", desritualizando así 
todo lo que tenía que ver con la amistad. En el fondo, el con- 
flicto entre Marx y Bakunin a propósito de la Internacional y 
de su pretendida infiltración por una oscura Alianza 
Internacional de la Democracia Socialista adicta a Bakunin, 
gira entorno a este punto: de una parte hay una política fundada 
sobre los programas y de la otra una política fundada sobre la amistad. 
El prusiano Karl Marx no ha esperado siquiera el triste final 
de la Liga de los Comunistas para aborrecer la política de los 
amigos. Su recensión del libro de Chenu sobre Los conspirado- 
res rezuma, ya en 1850, una hostilidad sin matices: "La vida 
entera de esos conspiradores profesionales está marcada por 
el signo de la bohemia. Sargentos reclutadores por la conspi- 
ración se arrastran de marchante de vino en marchante de 



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vino, toman el pulso a los obreros, escogen a su gente, los 
atraen hacia la conspiración a fuerza de embaucamientos, car- 
gando en la cuenta de la caja de la sociedad o del nuevo amigo 
los inevitables tragos que consumen. En suma, el marchante 
de vino los tiene por verdaderos padres de los camaradas. 
[. . .] De temperamento muy alegre a imagen de los proletarios 
parisinos, el conspirador no tarda en convertirse en consuma- 
do "juerguista" en este permanente ambiente de taberna. El 
tenebroso conspirador, que en las reuniones secretas hace 
alarde de rígida virtud espartana, se anima de repente y se 
transforma, a costa del resto, en asiduo de cabaret, entendido 
¡y de qué modo! en vino y mujeres. Esta jovialidad de taber- 
na se ve más realzada todavía por los constantes peligros a los 
que el conspirador se enfrenta: en todo momento puede ser 
reclamado en las barricadas y perecer en ellas; a cada paso la 
policía puede tenderle una trampa que lo mande a prisión o a 
galeras. Tales peligros constituyen precisamente el atractivo 
del oficio: cuanto mayor es la inseguridad más se apresura el 
conspirador en gozar de los placeres del momento. El hábito 
del peligro lo vuelve indiferente en grado sumo a la vida tanto 
como a la libertad. Se encuentra como en casa en prisión 
tanto como en el cabaret. Anhela cada día la orden de pasar a 
la acción. La temeridad desesperada que se manifiesta en cada 
insurrección parisina es precisamente lo que aportan estos 
viejos conspiradores de profesión, los hombres del golpe de 
mano. Son ellos los que levantan y mandan en las primeras 
barricadas, los que organizan la resistencia, dirigen el pillaje 
en las armerías, se adueñan de las armas y de las municiones 
domésticas y ejecutan, en pleno levantamiento, esos audaces 
golpes de mano que tan a menudo arrojan en la confusión al 
partido en el poder". Tenemos aquí una fiel descripción del 

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tipo de hombre que fue Bakunin a escala del continente. 
Bakunin no pudo encontrar, en el transcurso de sus ince- 
santes periplos transcontinentales, un ser al que amase sin 
endilgarle los estatutos de su última sociedad secreta, espe- 
rando su adhesión a esa "especie de estado mayor revolu- 
cionario compuesto de individuos sacrificados, inteligentes 
y, sobre todo, amigos sinceros, y no ambiciosos ni vanido- 
sos, del pueblo, capaces de servir de intermediarios entre la 
idea revolucionaria y los instintos populares. El número de 
esos individuos no debe ser sin embargo enorme. Para la 
organización internacional en toda Europa, cien revolucio- 
narios fuerte y honestamente unidos bastan". (Programa y 
objetivo de la organización secreta revolucionaria de los hermanos 
internacionales) . A decir verdad, la política conspirativa no ha 
cesado nunca de duplicar todas las realidades organizativas. 
La FAI duplicaba la CNT en España, como la sección mili- 
tar al Partido Socialdemócrata de Rusia, al que no rendía 
cuenta alguna. Como Lenin fue el único en conocer la últi- 
ma expropiación de Kamo, en 1912, en provecho de la 
Organización. O la comisión "trabajo ilegal" de Potere 
Operaio, que se encargaba de su financiamiento, en rela- 
ción con la cual se llegó a mencionar entonces la constitu- 
ción de un "partido invisible". El partido, y esto se ha olvi- 
dado, no ha dejado de ser nunca legal e ilegal a la vez, visi- 
ble e invisible, público y conspirativo. Es uno de los rasgos 
característicos del presente que cuando más precisaríamos 
de todos los recursos de la política conspirativa, ya nada 
sabemos de ella. Es necesario mantener en todo momento 
este principio epistemológico: la historia del movimiento revolu- 
cionario es, en primer lugar, la historia de los la^os que le otorgan su 
consistencia. 



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,3 6 Página 169 



Las especulaciones del resentimiento tienen la habilidad de 
invertir las relaciones lógicas. Desde hace más de un siglo, 
especialmente después de los Protocolos de los sabios de Sion, cada 
acontecimiento encuentra entre los esclavos su explicación en 
la conspiración de los poderosos. La pequeña burguesía pla- 
netaria enloquece con esta literatura porque conforta su igno- 
rancia y su impotencia. El progreso del complotismo ha 
acompañado en todas partes el progreso de esta "clase". De 
hecho, la revelación según la cual los poderosos conspiran 
contra nosotros sirve solamente para ocultar la evidencia con- 
traria: la de la potencia que se experimenta en la amistad y, 
como consecuencia de ello, en la conspiración. En su prefa- 
cio a la Historia de los Trece, Balzac explica como nadie la ambi- 
valencia de esa potencia que tanto puede volverse secesión 
aristocrática como puede alumbrar una fuerza revolucionaria. 
"Existieron, bajo el Imperio y en París, trece hombres igual- 
mente afectados por un mismo sentimiento, todos ellos dota- 
dos de bastante energía para permanecer fieles al mismo pen- 
samiento, de bastante honradez para jamás traicionarse entre 
ellos, incluso cuando sus intereses se oponían, lo bastante 
profundamente políticos para disimular los lazos sagrados 
que los unían, bastante fuertes para estar por encima de la ley, 
bastante audaces para no arredrarse ante nada, y lo suficien- 
temente afortunados para haber alcanzado casi siempre sus 
objetivos; habiendo corrido los mayores peligros y callado sus 
fracasos; inaccesibles al miedo y sin haber temblado ante el 
príncipe, ante el verdugo, ni ante la inocencia; habiéndose 
aceptado todos tal cual eran sin tener en cuenta prejuicio 
social alguno [. . .] Ese mundo aparte en el mundo, hostil al 

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mundo, que no admite ninguna de las ideas del mundo ni 
reconoce ley alguna [. . .] esa unión íntima de individuos supe- 
riores, fríos y mordaces, sonriendo y maldiciendo en medio 
de una sociedad falsa y mezquina [. ..] Hubo pues en París 
trece hermanos que se pertenecieron sin reconocerse en el 
mundo [. . .] Ningún cabecilla los dirigió, nadie pudo arrogar- 
se ese poder; sólo tuvieron en cuenta la pasión más viva, la 
circunstancia más exigente. Fueron trece reyes desconocidos, 
reyes verdaderamente, y más que reyes, jueces y verdugos 
que, habiéndose hecho alas para poder recorrer la sociedad de 
arriba a abajo, despreciaron ser alguien en ella porque, en ella, 
todo pudieron." 



Todos los textos de Blanqui son textos circunstanciados. 
Están cargados de las condiciones en las cuales y contra las 
cuales están escritos. No hay, ni siquiera en La eternidad a tra- 
vés de los astros, ninguno que no lleve la mención del Fort du 
Taureau 2 . De ahí la inexistencia de la obra de Blanqui, en el 
sentido de algo que encerraría en sí su aportación más valio- 
sa. De ahí también la inexistencia de una doctrina blanquista, 



2. Ciudadela situada en Morlaix (Bretaña), donde Blanqui fue encarcelado 
después de su detención, la víspera de la proclamación de la Comuna, el 17 
de marzo de 1971. En ella escribió l^a eternidad a través de los astros (Ed. Colihue, 
2002), su obra considerada menos política. Con la mención al Fuerte del Toro 
los autores entienden aludir a los años, más de treinta, que Blanqui pasó entre 
rejas en distintos lugares -entre ellos Cháteau d'If-, y a la significación que ello 
tuvo, junto a otras circunstancias, en su obra. De ahí lo de árcunstanciados. (N. 
del T.) 

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en el sentido en el que puede hablarse, por ejemplo, de la 
existencia de una metafísica marxista. "Un poco de pasión ¡y 
las doctrinas para más tarde!". Lo que hay sin embargo es un 
estilo blanquista. "Las revoluciones requieren hombres que 
tengan fe en ellas. Dudar de su triunfo es ja traicionarlas. Es por 
la lógica y la audacia que se realizan y se salvan. Si estas os fal- 
tan vuestros enemigos las tendrán por vosotros; estos no 
verán en vuestras debilidades más que una cosa: la medida de 
sus fuerzas. Y su coraje se revelará en razón directa de vues- 
tra timidez". Todo está aquí. Blanqui es el inventor del "Ni 
Dios ni amo", es el hombre que ha escrito "la anarquía regu- 
lar es el porvenir de la humanidad" y el autor de un alegato 
contra el mutualismo y a favor de la asociación integral titu- 
lado "El comunismo, porvenir de la sociedad". ¡A ver dónde 
encontráis una ortodoxia ahí! Por supuesto, construir una 
fuerza revolucionaria cuando se trata de derrocar una monar- 
quía administrativa, cuando sólo hay una élite a derrotar, 
puede ser tarea de otra élite. Cuando, sin embargo, los ejérci- 
tos de Bismarck marchan sobre París, actuar revolucionaria- 
mente puede querer decir: "Construcción de barricadas y de 
trincheras; asignación de las iglesias a los usos nacionales, 
armar a los curas y, consecuentemente, suprimir el culto; alis- 
tamiento forzoso; puesta en común de las subsistencias y 
racionamientos; licénciamiento y dispersión de las antiguas 
fuerzas policiales; denuncia de los sospechosos y de los bona- 
partistas" (Dommanget, Blanqui). En la sociedad actual, 
donde el poder circula tanto como los flujos de alimentos, de 
información o de medicamentos, donde cualquier ciudadano 
hace valer su derecho a vigilar a sus vecinos, es indudable que 
una fuerza revolucionaria debe comprender todos los aspectos de 
la existencia, debe construirse como fuerza de avituallamien- 



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to tanto como fuerza armada, como potencia poética en la 
misma medida que médica. Debe apoderarse de territorios. 
Debe concentrar toda la información útil sobre la organiza- 
ción contraria y provocar deserciones en todos los rangos de 
la sociedad. Debe socializarse al mismo tiempo que lo social 
se militariza. Y hoy, tanto como ayer, esta fuerza no puede 
permitirse esperar. Y se está constituyendo. Si se apoya en 
Blanqui es para pensar mejor la guerra en curso. 



El tiempo pasa. Es su naturaleza. Siempre que haya tiem- 
po habrá aburrimiento, y el tiempo pasará. El pasado, sin 
embargo, no pasa. Todo lo que ha pasado realmente, lleva con- 
sigo un destello de eternidad, se ha inscrito en algún recodo 
de la experiencia común. Se pueden borrar sus huellas, no su 
acontecimiento. Se puede convertir en polvo su recuerdo, 
cada partícula contiene la mónada entera de lo que se cree 
destruido y lo engendrará de nuevo cuando la ocasión sea 
propicia. Repitámoslo: el historicismo es un burdel donde 
uno se esfuerza en que los clientes no se crucen jamás. El 
pasado no es una sucesión de fechas, de hechos, de modos de 
vida, no es un ropero, es un arsenal de fuerza, de gestos, una 
proliferación de posibilidades existenciales. Su conocimiento 
no es necesario, es simplemente vital. Vital para el presente. 
Es a partir del presente que se comprende el pasado y no al 
revés. Cada época sueña las precedentes. La pérdida de todo 
sentido histórico en nuestra época, como en general de todo 
sentido, es el corolario lógico de la pérdida de toda experiencia. 
La organización sistemática del olvido no se distingue de la 
organización sistemática de la pérdida de la experiencia. El 

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revisionismo histórico más demencial, que ya consigue apli- 
carse incluso a los acontecimientos contemporáneos, halla su 
terreno más fértil en la vida suspendida de las metrópolis, 
donde jamás se hace la experiencia de nada, de nada que no 
sean signos, señales, códigos, y de sus conflictos acolchados. 
Donde uno hace experiencias, experiencias privadas, que flotan, 
sin contexto, sin discurso, nulas; intensidades implosivas que 
no pueden comunicarse más allá de los muros de un aparta- 
mento y que cualquier relato vacía más de lo que ofrece para 
compartir. Es bajo la forma de su privatización que se expli- 
ca, de ahora en adelante y en la mayoría de las ocasiones, la 
privación de experiencia. 



Diciembre de 2006. La nave nacional hace agua por todas 
partes. Pronto sólo sobresaldrá el puesto de vigía. Francia 
arde y naufraga. Eso es bueno. Aviva los recuerdos. Las 
escuelas en llamas flamean en memoria de las generaciones de 
proletarios que aprendieron allí el gusto amargo de los hora- 
rios, del trabajo y de la obediencia, el sentimiento de su plena 
inferioridad. Los que ya no votan hacen honor a los insurgen- 
tes de junio de 1848, esa "revuelta de ángeles rebeldes que, 
después, ya no volvieron a levantarse" (Coeurderoy) y fueron 
pasados por las bayonetas en nombre del sufragio universal. 
Por la radio, los intelectuales de izquierda se preguntan si el 
gobierno tendrá el coraje de enviar el ejército a los suburbios, 
como sus antepasados aplaudían a los generales que, volvien- 
do de Argelia, masacraban a los proletarios de París tal como 
se habían acostumbrado a civilizar a los indígenas. Hoy como 
ayer, ese canalla se dice republicano y habla de "chusma". Los 

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LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09 



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,3 6 Página 174 



encarcelados de Action Directe hace mucho que cumplieron 
sus penas. Régis Schleicher 3 rivalizará pronto con Blanqui en 
longevidad penitenciaria. El ejército se entrena más que 
nunca para el viejo combate callejero. En Francia, el reloj de 
la historia se detuvo en mayo de 1871. La cuestión comunis- 
ta es, invisiblemente, la única cuestión que atormenta todas 
las relaciones sociales, incluidos los ligues de una noche. El 
universo se enerva esperando, varado en un mismo lugar. El 
pasado 31 de marzo, una manifestación salvaje de 4.000 cabe- 
zas se prolonga durante más de ocho horas -desde la inter- 
vención del presidente de la caduca República, anunciando en 
el telediario que no va a retirar el CPE, hasta las cuatro de la 
madrugada. Quiere acercarse al Palacio del Elíseo y, marchan- 
do en oblicuo a la plaza de la Concordia, sitiar la Asamblea 
Nacional, lo que no logra por falta de material, de armamen- 
to. Lo mismo sucede con el Senado. A medida que la marcha 
avanza, la determinación crece. Un compás marcial la impul- 
sa: "¡París, en pie, despiértate!". Es una orden. Sobre el bule- 
var Sebastopol y luego en el de Magenta, las lunas de bancos 
y empresas de trabajo temporal comienzan a caer una tras 
otra, metódicamente. Algunas prostitutas de Pigalle saludan 
desde la ventana. El gentío sube corriendo la cuesta hacia el 
Sacré-Coeur al grito de "¡Viva la Comuna!". La puerta de la 
cripta no cede; lástima, habría podido incendiarse. De vuelta 
a Montmartre, en el tercer piso de una pequeña calle, una 
señora en camisola apoyada en el balcón ha puesto a todo 



3. Miembro de Action Directe aún en la cárcel, detenido en marzo de 1984 y 
condenado por complicidad en el tiroteo en la calle Trudaine de París que 
acabó con la muerte dos agentes de policía. Otros inculpados en el mismo 
caso ya han sido liberados después de cumplir, como él, su pena. (N. del T.) 

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volumen Les mauvais jours finiront. La sede electoral del infecto 
Pierre Lellouche pronto será destrozada. Son las tres de la 
madrugada. El pasado no pasa. El incendio de París será el 
digno colofón a la obra de destrucción del barón Haussmann. 

Algunos agentes del Partido Imaginario 



^> 



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O 



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RESONANCIAS DEL LLAMAMIENTO: 
UNA DISCUSIÓN COLECTIVA 



Día a día, invisible e imperceptiblemente, mundos sin nombre 
pelean por su existencia abriendo grietas en la máquina impe- 
rial: amistades, otras sensibilidades y otros sentidos, relaciones 
no instrumentales, cooperación, etc. Y a veces de pronto esos 
mundos se tensan y producen luchas bien explícitas. Los parti- 
cipantes de esta conversación hemos vivido las sacudidas colecti- 
vas que han agujereado el "horror del presente " durante los últi- 
mos años. Reclamando "Dinero Gratis" junto al movimiento 
global. Interrumpiendo la normalidad asesina durante los días 
inolvidables del 20, 21 j 22 de mar\o de 2003, al grito de 
"que no nos representan" j "¿cuál es tu guerra?". Participando 
con la vida al descubierto en las autoconvocatorias inauditas del 
13 de mar\o o exclamando con una sonrisa en los labios que 
no tendremos casa en la puta vida con la V de Vivienda en 
2006. Movimientos colectivos no identificados. Puntos de inten- 
sidad en los que se trenzan por un momento lo existencialj lo 
político. Acontecimientos borrosos, atípleos, erráticos. Mil prác- 
ticas piratas barriendo metrópolis oceánicas que resuenan con el 
Llamamiento. Desde las que interrogarlo j dejarse interrogar 
por él. 



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LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09 



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'Esto es un llamamiento. Es decir que se dirige a los que lo escuchan. 

No haremos el esfuerzo de demostrar, de argumentar, de convencer. 

Iremos a la evidencia" 

Love Is Anthrax. A mí, al margen de lo que se dice dentro, 
sobre todo de la estrategia de objetivos que proponen, espe- 
cialmente esa que llaman "construcción del Partido", al mar- 
gen de eso lo que me llama la atención es que todavía haya 
gente y voces dispuestas a gritar la rabia y el asco, eso me ha 
interesado. El entusiasmo con el que está escrito el texto. Es 
como encontrar el territorio de una nueva épica. Puede haber 
alguien que piense que estos planteamientos deberían decirse 
de una manera menos épica, que implique menos la cons- 
trucción de un guerrero, que a mi juicio es la figura que hay 
detrás del autor del texto. Pero a mí es justo lo que me inte- 
resa. Ese desafío tan chulo a cualquier forma de resignación. 
En el desierto del capital, hay un terror político que estigma- 
tiza todo lo que se le opone, cualquier pensamiento vivo. Por 
eso sorprende que su voz sea capaz de gritar, de articular aún, 
un grito épico. Esa es su gracia. ¿De dónde lo sacan?, piensas, 
¿de dónde les sale? ¡Que chulería! ¿Dónde han encontrado en 
el estómago una fuerza para poder aún decir esto, gritándolo 
así? Afirman que el enemigo no sólo está fuera sino que son 
las relaciones que nos sostienen, las que nos hacen ser 
alguien, no uno cualquiera. Y luego afirman que la realidad no 
es capitalista, y yo pensaba: ¿qué quieren decir con esto? Lo 
que creo que quieren decir es que la realidad es agujereable. 
Desde el lugar en el que hablan, además, ya te están diciendo: 
la hemos agujereado y hay otras realidades que podemos 
habitar. Entonces proponen algunas claves de cómo hay que 
hacerlo. 



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r. El Llamamiento me interesa sobre todo por los 
posibles que encierra. Con una forma muy suya, muy pro- 
pia, nos habla de la situación actual como de un potencial. 
De un potencial, porque el impasse puede ser fin e inicio, y 
es en ese sentido que el Llamamiento se arranca del estado de 
suspensión, esa es su potencia. Se pone a transcurrir en 
medio del desierto. El desierto, y el Bloom que lo habita, se 
ha extendido de tal modo, de un modo tan vasto, que la vida 
misma -la vida común, la vida social- se ha ausentado. 
Todo nos separa, la extensión del desierto como des- 
trucción de lazos, de mundos sensibles, la hemos visto suce- 
der. Hemos llegado a vivir, a conocer lazos entre la gente 
construidos con haceres y saberes que en un transcurso muy 
corto de tiempo han desaparecido. Experiencias que hemos 
alcanzado a ver a nuestro alrededor, en nuestra infancia y 
que ya no están. Yo recuerdo las misteriosas curaciones de 
mis abuelas, las plantas aromáticas en el patio, el conoci- 
miento que la gente tenía de los oficios... y constato que mi 
propia formación aportó a la destrucción de ese mundo. La 
realidad de este mundo se ha vuelto insostenible. El impasse 
actual se vive como un momento de enorme impoten- 
cia. Pero el Llamamiento intenta arrancarnos de esa impo- 
tencia, con la que no sabemos relacionarnos. No esperar, 
porque los interrogantes propios de la espera se nos vuelven 
también sombríos. 

5.45. A mí lo que me toca en el texto es que, bajo la forma 
de un llamamiento, están planteando la pregunta por la rela- 
ción paradójica entre la organización política, fruto de una 
decisión colectiva, y esa otra lucha política que tiene que ver 
con hacerse otra sensibilidad colectivamente. Entre una y 

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LLAMAMIENTO :Maquetación 1 15/5/09 



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otra, se trata de hacer fuerza material de un mundo sensible: 
desarrollar el trabajo de lo común puesto en ese otro lugar 
que ya no es el de los movimientos activistas tal y como los 
hemos conocido, sino que parte de otra relación con lo real. 
Con este desplazamiento, cambian las agendas, los temas, los 
lugares y las relaciones políticas... pero, ¿cómo seguir enton- 
ces haciendo política? Casi parece pensable, hoy, emprender 
colectivamente el camino de la ruptura, de la vida en los már- 
genes o los intersticios. Es difícil, pero es pensable. Pero, 
¿cómo anudar ruptura e intervención? ¿Vida al margen y 
sabotaje? Ellos, con su llamamiento, parecen apuntar al pre- 
cario equilibrio que significa mantenerse en ese lugar. Quizá 
de ahí la fuerza de su llamamiento. Quizá también de ahí la 
sospecha de que su llamamiento es un desafío sin respuestas. 

Something 99. Yo al leerlo, sobre todo la primera parte, les 
sentía muy cercanos. Pero cuando empiezan a proponer, 
cuando ofrecen su estrategia, me choca, me parece que no 
queda claro, porque parten como de un afuera, como si fuera 
posible un afuera desde el cual poder reconstituirse en una 
realidad nueva, en otro mundo. Y eso no lo tengo claro. 

Ai Home He's a Tourist. A mí hay varias cosas que me han 
interesado, no sé si puedo explicarlas más que como cosas 
sueltas. Está la cuestión del apocalipsis, ese tono que tiene 
todo el rato el texto. ¿Quién hablaba de apocalispsis en 
2003? Poca gente. Pero ahora... Frases tan nihilistas como "no 
creemos que en el desierto crezca lo que salva". Pero al mismo 
tiempo la idea de ir hasta el centro de la catástrofe para "hacer- 
la habitable", "hacer habitable el estado de excepción". 
También me ha conmovido, o confundido más bien, el elo- 



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gio de la lentitud. Esa idea de que hemos llegado tarde y de 
que quizá en el futuro se pueda hacer algo, de que necesita- 
mos al menos una generación más para construir un asalto 
revolucionario. Tenemos tiempo, esa idea. Contra la urgencia 
del activismo. La idea de una política en el filo, desde donde 
tomar partido y hacer espacio. Constituir en fuerza esa sensi- 
bilidad. 

Why Theory? Entre otras cosas me impactó la crítica del 
activismo y del activista. Se ve que lo conocieron desde den- 
tro. Para los que hemos atravesado la ola antiglobalización es 
una crítica muy exacta, aunque quizá sólo podía plantearse 
cuando pasó la ola. ¿Qué mundo estábamos construyendo en 
esa respuesta urgente del activismo? Una vez desaparecido el 
plano de una politización general de la sociedad, una vez 
disueltos los colectivos y dispersas las amistades que se tejie- 
ron entonces, podemos deprimirnos o bien pensar "¿y a par- 
tir de aquí qué? ¿Cómo revinculamos lo existencial y lo polí- 
tico en el desierto?". El activismo pone entre paréntesis todo 
el rato lo que sostiene realmente la propia vida, lo que te hace 
vivir. El activista se construye un pseudo-mundo en el que 
llega a olvidar incluso cuál es la misma naturaleza de su 
revuelta personal, es incapaz de explicarla con sus propias 
palabras. 

A Hole In The Wallet. Su crítica a la política como abstracción 
de lo material es muy buena. Lo que más me ha gustado del 
texto es cuando logran precisamente no hablar como activis- 
tas. Por ejemplo, toda la poética en torno a la fabricación de 
mundos. La pregunta sobre cómo dar duración y consisten- 
cia a una política de amigos. O la crítica de la vida cotidiana. 

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Ahí hablan, como si no fueran activistas, del malestar social, 
del estar solos, de la obligación de gestionar las relaciones. 
Creo que eso es lo más actual. Pero hay momentos donde se 
encarnizan en según qué cosas en los que me parece que ellos 
mismos se vuelven de alguna forma de esa izquierda que cri- 
tican, no sé bien cómo explicarlo. Veo algunos pasajes muy 
coyunturales. La crítica a la izquierda, por ejemplo, me pare- 
ce muy situada en el movimiento antiglobalización con 
respecto al nacimiento del Black Block. Por momentos se 
pierde esa voz de enunciación desde la gente y desde la diso- 
lución del eje izquierda-derecha, que es el sitio que me pare- 
ce interesante. 

Glass. Es un libelo que dice al que lo lee "hay cosas que 
hacer más allá de leer. Es el llamamiento a una misión, ellos 
se han puesto en misión. Un mesianismo sin mesías. Por eso 
la crítica al activista es muy buena: vale, está bien ponerse con 
los inmigrantes en las iglesias, pero a la vez no estás viviendo 
con ellos. Están planteando un puro mesianismo. Cuando 
llega el mesías se acaba una ley y aparece otra nueva. Por eso 
surge la línea criminal. Porque en la legalidad no se puede 
vivir y para franquearla hay que organizarse materialmente. El 
desertor que no sale del desierto no deja de comer arena. En 
su caso, un referente claro son los orígenes del movimiento 
obrero. Es un texto estratégico y de estrategia. Dicen: hay que 
destruir la izquierda y creo que eso merece una explicación: 
izquierda y derecha conforman una sociedad que es el pozo 
de todas las antinomias y las antinomias hay que atravesarlas. 
Más que a la guerra civil, se dedican a la ciencia del motín. 
Dicen: no quiero reformar, quiero destruir. Y lo bueno es que 
quien lo dice no es un personaje o un colectivo. Es una voz. 

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Una posición de enunciación, por decirlo con sus palabras. 
Una forma de vida que conecta con otras formas de vida que 
ya existen. 

Woman Town. Una razón de mi cercanía con lo que dicen 
es que hablan desde una herida. La herida como algo previo 
desde lo que trabajar sobre lo político y no al revés, como 
algo que se da antes de lo ideológico, lo discursivo o lo teó- 
rico. Es un trabajo sobre lo político muy a ras de piel en el 
que me reconozco. Y además en un contexto en que no ha 
habido, para muchos de nosotros y tampoco para ellos, un 
acontecimiento previo que pueda dar consistencia a eso 
desde la memoria, desde la experiencia. Esa herida, como la 
guerra en curso que describen, está ahí y ha estado ahí desde 
el principio. Siempre he entendido que ahí residía lo más 
fecundo de nuestra voz para empezar a hablar, o de lo que 
yo podía ofrecer en primer lugar para compartir. Y luego está 
el triángulo común-comunidad-comunismo, que ellos, como yo, 
creen que, siendo fundamental, tiene que ver más con algo 
en que pensar y sobre lo que crear que en algo a rescatar, 
puesto que nada o poco de lo que se ha reclamado de tales 
conceptos desde la izquierda, nos sirve de mucho. Es más 
¡cuántas veces ha sido y será contra la izquierda que habrá 
que pensar todo eso! Y, por último, veo en ellos la misma 
necesidad de trabajar el concepto para poder dar cuenta del 
mundo y de lo que podemos o no podemos en él, la misma 
necesidad de tener que volver a nombrar las cosas, de las más 
cercanas a las más abstractas, para poder entenderlas y 
enfrentarlas. Y entender eso como algo a hacer colectiva- 
mente, como elaboración que se comparte antes que como 
discurso o teoría que se reparte. 

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"Situamos el punto de no retorno, la salida del desierto, 

el fin del Capital, en la intensidad del la%p que cada uno logre 

establecer entre lo que vive y lo que piensa" 

Love is Anthrax. Las claves para agujerear la realidad que 
nos ofrecen son las claves de un programa político, "la cons- 
trucción del Partido": hacer de la atención una disciplina, por 
ejemplo, es decir: atender tu propia vida. Eso sería, dentro del 
lenguaje profético, el camino de redención, que no contiene 
esperanza más que en acto, se trata de una esperanza sin 
estructura. Es mientras hacemos el trayecto que gozamos, 
por ejemplo. Por eso importa poco que la insurrección gene- 
ral o la revolución se demore en llegar, porque lo que nos 
hará vivir es el propio trayecto que hemos emprendido. Es 
una forma de vida, así lo llaman además. Y la quieren mate- 
rializar, y dicen: "creación de medios efectivos para la cons- 
trucción de mundos compartidos". Y entre ellos hablan de la 
construcción del Partido, que es su parte más oscura, que es 
un embrollo y esa es su gracia. No te lo dan hecho, dicen: 
Oiga ¡ya se lo irá usted montando! Ahí hacen hincapié en el 
imperio diciendo: no hay que combatirlo, no es el lugar de la 
batalla. Este se encuentra más bien en la profundización de 
las relaciones dentro del partido. No hay lugar para la duda 
ética, lo que nosotros queremos es lo bueno, somos los seño- 
res de nosotros mismos, de nuestra decisión. No somos un 
movimiento de reacción, ¡es que queremos vivir! 

Why Theory? Una de sus ideas-fuerza es que el punto de 
partida para una politización son las inclinaciones de nuestra 
forma de vida: el gusto y la atracción por cosas, personas, 
lugares, actividades, lenguas. Ahí donde el mundo te atravie- 

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sa y tu atraviesas el mundo: ese es el punto de partida. El pen- 
samiento viene a hacer de esa afectación una fuerza, a aferrar- 
la y elaborarla, a darle forma y dirección, una estrategia. El 
desierto no está sólo en los aparatos del Estado y el mercado, 
sino allí donde uno se ve obligado a poner entre paréntesis 
sus asideros con la vida, todo lo que te mantiene aferrado a 
ella. Así que la materia prima de lo político es la red de cosas, 
costumbres, palabras, fetiches, afectos, lugares y solidaridades 
que forman nuestros mundos. Precisamente todo lo que se 
pone entre paréntesis en los pseudo-mundos del activismo. 
La subjetividad militante es una personalidad muy disociada: 
está el trabajo, la familia, los amigos, los amores y luego, por 
otro lado, la política. El desierto también está ahí, en esa polí- 
tica disociada de la vida, cuando lo que vivifica la política es 
ponerlo todo en un plano de horizontalidad. 

Lope is slnthrax. Yo necesito vivir en la incoherencia, a mí 
la incoherencia me salva. Estoy de acuerdo con lo que dicen 
ellos: "el capitalismo se destruye en la medida en que cada 
uno sea capaz de vivir como piensa". Pero si yo viviera como 
pienso, pues estaría loco o en la cárcel o me habría tirado por 
un balcón. Y si adaptara mi discurso a lo que soy capaz de 
vivir, pues me metería en el PSOE. Lo que uno dice le trans- 
forma y con los cómplices hay que ser capaz de llevar el dis- 
curso hasta el final, hay que pensar la propia vida radicalmen- 
te, hay que ser capaz de ponerse en las manos del otro. Entre 
amigos, con los cómplices. Pero eso no lo puedes hacer siem- 
pre: en el trabajo, por ejemplo, donde no hay complicidades. 

5.45. Entre la síntesis coherente y la incoherencia conver- 
tida en un doble plano donde el pensamiento es radical y la 

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vida es del PSOE, la alternativa es insoportable y te mata por 
dentro. Creo más en un cuerpo a cuerpo entre los diferentes 
planos de tu vida donde hay partes en las que eres declarada- 
mente impotente (por eso pagamos la hipoteca a los bancos que 
no cuestionamos, por eso vivimos bajo toda una serie de con- 
dicionamientos materiales que sobrepasan toda posibilidad de 
enfrentarse a ellos por el momento), pero que no componen 
una división estricta entre una dimensión material de mi vida y 
la dimensión simbólica, sino que se afectan, se comunican. 

Lope Is Anthrax. Sobre todo comunican a través de lo que 
dices: se afectan. Antes en política había el "programa máxi- 
mo" y el "programa mínimo". Ahora, si uno no abandona el 
"programa máximo" cuando está con los suyos, eso repercu- 
te en el resto de la vida y te hace más valiente. Es decir, ser 
capaz de pensar la vida radicalmente es una experiencia libe- 
radora que te transforma. Pero constato que hay dos planos: 
cuando vamos a trabajar hay unas servidumbres y las cumpli- 
mos, no estamos en una alianza de amigos, es diferente. 

5.45. En todos los planos tienes conquistas que no son 
equiparables las unas con las otras, pero no hay í?/lugar de las 
servidumbres y el lugar de las conquistas y la libertad absolu- 
tas, sino que en todo el terreno de tu vida atraviesas servi- 
dumbres y aventuras. Y hay momentos donde estás en un 
lugar y no en otro. Y hay otros terrenos que sencillamente 
abandonas porque no hay ni una cosa ni la tensión para con- 
seguir la otra. 

Untertainment. Tenemos unas imágenes, provenientes de 
toda una tradición, sobre qué significa la radicalidad. Pero a 

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lo mejor esas imágenes radicales hoy nos impiden pensar 
cálmente nuestra propia experiencia del presente, su ambigüe- 
dad y su complejidad. Y a lo mejor la radicalidad consiste en 
afrontar realmente esa "incoherencia" y no ocultarla. Porque 
la radicalidad habla y escribe, pero queda una sombra sobre la 
que nunca se piensa: la vida real completamente integrada de 
quien habla y escribe (por el día, trabajador anodino y confor- 
me; por la noche, exaltado poeta de todas las revueltas -aje- 
nas- sin componendas). Así se puede ser radical en la litera- 
tura y el estilo, abandonando la vida real a una pura sombra, 
sin reflexionar nunca a fondo sobre ella. ¿Qué fuerza puede 
tener el pensamiento escindido de la vida escindida? 

AtHome He's a Tourist. Lo que funciona todo el rato en la 
maquinaria del Uamamiento es un pensamiento pre-político 
sobre lo constituyente. Cuando todo es catástrofe y desierto, 
sólo la atención a lo pre-político puede tener fuerza. Las 
metáforas o los dispositivos de los que hablan son pre-políti- 
cos: amigo/enemigo es la división que C. Schmitt considera 
fundadora de lo político, pero otros muchos la sitúan más 
bien en lo pre-político... El poder constituyente de Negri tam- 
bién es lo pre-político. No se trata ya de las relaciones que se 
pueden tener, sino de alianzas provisionales para formar 
mundos en un momento en el que todo está destruido. 
Cuando hablan del liberalismo existencial dicen señalar una 
capa de lo real tan profunda que no se suele tratar como polí- 
tica y donde realmente se juega la división entre lo que se 
admite como real y el resto. Van más profundo, a la roca 
madre. Hay como un salto conceptual de un libro más spino- 
zista como Introducción a la guerra civil, que arma todo el pensa- 
miento como estrategia de acrecentamiento de la potencia, 

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hasta el Llamamiento, donde se trata más de hacer cuña que de 
algo más político-estratégico: frente a la climatización y la 
moqueta, intensifiquemos el presente en la catástrofe, ya que 
no hay trascendencia. Ese planteamiento corporal inmediato, 
frente a la neutralización afectiva, es muy potente. 



"No somos de los que creen que allí donde crece el desierto crece 

también su antídoto. Nada puede suceder que no comience 

con una secesión en relación a todo lo que hace crecer ese desierto" 

Entertainment. Retoman imágenes conceptuales como la 
máquina de guerra para pensar ese vínculo fuerte entre exis- 
tencia y política. Vale, bien. Pero no entiendo cómo su apues- 
ta por unir vida y política pretende evitar la deriva típica de lo 
existencial en gheto o grupo de autoayuda y de la política en 
activismo y militancia. Dicen no al activismo; no a la militan- 
cia; no a los movimientos sociales; incluso hacen una crítica 
muy interesante y se nota que muy desde dentro a las okupa- 
ciones. ¿Y entonces? ¿Qué hay de nuevo? Las fórmulas épico- 
románticas que tanto nos exaltan parecen chocar con la reali- 
dad. ¿Qué proponen para salir de los antiguos impasses? 
¿Qué nuevos elementos prácticos de respuesta han encontra- 
do? ¿Qué otra idea de lo político? ¿Por qué este llamamiento 
a volver a vincular vida y política va a tener más pertinencia y 
fuerza que otros anteriores? ¿Por qué ahora van a funcionar 
las comunas que fracasaron hace 30 años? 



; 99. Es una apuesta radical, firme, no duda. Es una 
decisión que no sé muy bien en qué se basa, pero lo que la 
mantiene viva es la firmeza de la propia decisión. ¿De dónde se 



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sacan que se mantendrá? ¿Por qué no va a suponer otro fraca- 
so más? No lo saben. Pero su apuesta está en practicarlo y ver. 
Si critican las okupaciones es porque en un momento decaen, 
pierden la estrategia, la convicción de su decisión y acaban sien- 
do una réplica de las mismas relaciones de las que se quería 
huir. Ellos quieren crear otro mundo, crear realidad. Crear un 
afuera, confían en que es posible. A mí me sorprende, me pre- 
gunto cómo se hace. En el Uamamiento ni se explica, ni se niega 
que no vaya a fracasar. De todas formas, al principio ellos dicen 
que habitamos en una situación en la que no puedes negar al 
de enfrente ni al enemigo, sino que tienes que coexistir con 
ellos. Tal vez eso no lo retoman luego, pero ahí dicen muy cla- 
ramente que vivimos ineludiblemente en un campo de tensio- 
nes y fuerzas donde lo político consiste en el modo de relación 
que establecemos con los amigos y los enemigos. Así que ese 
afuera no es, desde luego, una torre de marfil. 

Why Theory? Pero buscando esa realidad aparte, ¿no nos 
hubiéramos perdido todo lo interesante que pasó tras 2003: el 
13-M, la V de Vivienda, etc.? La fuerza de esos momentos no 
se arraigaba en realidades aparte, sino que tenía que ver más 
bien con la ambivalencia de nuestra experiencia como hijos 
de la metrópoli: la experiencia del hombre anónimo que apa- 
rece y lucha, pero luego desaparece para hacer su vida. Tras 
el reflujo de la ola global, todos los movimientos que nos han 
permitido resituarnos y realfabetizarnos, repensar de nuevo lo 
político en el desierto del impasse, van precisamente en el 
sentido de encontrar la salvación junto al veneno, no más allá. 

5.45. Veo todo el rato una tensión y una contradicción: 
por un lado, hay un llamamiento magnífico a dejar de vivir 

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como si no estuviéramos en el mundo, contra el liberalismo 
existencial; hacer tangible la situación me parece precisamen- 
te eso, experimentar realmente los vínculos que nos hacen 
estar en el mundo y ahí se abre la posibilidad de lo común. Y 
a la vez, parecen saber demasiado bien de qué está hecho el 
mundo: todo el mundo es veneno, todo el mundo es desier- 
to, todo el mundo es catástrofe. Entonces sólo te queda rom- 
per con él. A mí desde luego me interesa la primera parte, 
hacer tangible la situación, que las políticas de lo común sean 
aprender a descubrir -en la práctica, en la teoría, con los cuer- 
pos, con los lenguajes, con lo que vivimos- eso que nos ata 
al mundo de la manera más colectiva y, por tanto, más trans- 
formadora posible. Pero es que ellos parecen saberlo todo: el 
resto es valorización / oposición. Por tanto nos escindimos 
de la una y de la otra, porque la gente o bien está tontamente 
reproduciendo el capitalismo (valorización), o bien está ton- 
tamente oponiéndose al capitalismo (la izquierda). Quizá no 
hay que saber tanto, sino precisamente partir de un no saber 
que rompa con esa alternativa, no dar por acabado el mundo. 

Why Theory? En concreto quien nos salva después del 11-M 
es precisamente esa gente que está "tontamente reproducien- 
do el capitalismo". En la reunión de los movimientos sociales 
justo después del atentado se sabía demasiado: cómo el aten- 
tado iba a producir una fascistización de lo social equivalente 
a la del 11-S; cómo lo social se disponía a asaltar los centros 
sociales antorcha en mano considerándolos cómplices de lo 
ocurrido. Sin embargo, el acontecimiento que desaloja la ges- 
tión del miedo del poder, que impide que la lógica de la segu- 
ridad prenda y que evita que el racismo cristalice se alimenta 
de energías sociales que quedan fuera de los espacios politiza- 
do 



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dos. Yo desde luego ahora no puedo aceptar ningún esquema 
de lo real que me ciegue en ese punto determinante: la ambi- 
güedad de los lugares donde supuestamente no pasa nada y 
habitan las formas de vida atenuadas. No son lo que parecen. 

Woman Town. Tampoco podemos perder de vista que en 
1998, en Teoría delBloom, un texto cercano a las posiciones del 
Llamamiento, hay una descripción muy hermosa y potente del 
espacio del anonimato y del "hombre anónimo" que repre- 
senta este Bloom. Son perfectamente conscientes de hasta 
qué punto los dispositivos de separación que fundamental- 
mente producen, según sus propias palabras, soledad, finitud 
y exposición, han convertido la metrópoli en el lugar por 
excelencia de ese anonimato. Ese Bloom sería el nihilista últi- 
mo, el último hombre al que nada más podría ocurrirle pues- 
to que incluso su esencia le habría sido arrebatada y, sin 
embargo y paradójicamente, puesto que Bloom no deja de ser 
condición universal del habitante de la metrópoli, en realidad 
sería ya algo a compartir por el hecho de ser lo común a 
todos. También suelo común desde el que poder rebelarse. 
Eso, que mantiene evidentes resonancias, me parece, con lo 
que algunos hemos dado en llamar "la ambivalencia del hom- 
bre anónimo", creo que se pierde al final del mismo texto 
donde el Bloom pasa de condición genérica a condición estra- 
tégica; y ahí se vuelve tal vez a una visión más clásica de lo 
político: establecimiento de una línea amigo-enemigo mucho 
más rígida donde el amigo lo es por afinidad en la forma de 
vida más que por compartir una condición genérica que se 
querría superar o neutralizar, o una visión de la retirada ofen- 
siva que requiere del establecimiento de algún tipo de afuera 
como único lugar legítimo de lucha. 

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Why Theory? Me cuesta mucho ver al Bloom en el 
Uamamiento. Es como si hubieran abandonado esa figura en 
tanto que punto de partida, prefiriendo arrancar más bien de 
las formas de vida, que se convierten en comunidad y después 
en mundo. La descripción que hacen del liberalismo existen- 
cial es muy buena, pero puramente negativa. La gracia de la 
Teoría del Bloom era que ahí no sólo hacían la descripción nega- 
tiva de una figura que representa una forma de estar -o, 
mejor dicho, de no estar— en el mundo, sino que veían en ella 
una disponibilidad, una ambivalencia y una potencia desde la 
que recomenzar lo político por otro sitio. Si el Bloom no es 
algo que tengamos enfrente o algo de lo que estemos libres, 
sino una condición que hay que asumir porque es la de cada 
uno de nosotros, en el Llamamiento no la veo, ni tampoco en 
luí insurrección que viene -a no ser que nos resulte creíble que ese 
Bloom se transforme a sí mismo en un revolucionario de una 
pieza tan despiadado y tajante con los demás Bloom como si 
él nunca lo hubiese sido. ¿Acaso les llevaba el Bloom a un 
callejón sin salida? 

Ai Home He's a Tourist. Quizá lo que les pasa es lo mismo 
que a nosotros: en el 99 es Seattle y la antiglobalización. El 
Bloom está ahí siempre porque es el fondo de nuestro 
mundo, pero la cosa pasa de pronto por otro lado. 

We Uve As We Dream, Alone. Es que con el Bloom no se 
puede hacer política. Y con las formas de vida, la potencia y 
la intensidad sí. Al final el Bloom es molesto. La ambivalen- 
cia del vivir, la ambigüedad de la política, es justo lo contra- 
rio de un 'nosotros' que se afirme como potencia. Y la para- 
doja es que, siendo un texto tan magnético y atractivo, sólo 

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pueda poner la historia en el centro; no la vida. Porque la 
vida, como cuestión, no se problematiza, queda resuelta ente- 
ramente en el concepto de forma de vida como algo ya dado. 
Es justo lo que ven como solución aquello que debería pro- 
blematizarse. Hemos constatado que la potencia se despoten- 
cia, que lo que por aquí llamábamos "desafiar al poder" y 
ellos llaman "forma de vida" se despotencia y queda anulada 
en una sociedad posmoderna. ¿Dónde está el problema? La 
vida no es tan simple como una forma de vida. La vida no es 
una solución, sino un problema. La existencia es un proble- 
ma. Y a partir de ahí retrocedemos para poder esperar y mirar 
alrededor, no decimos "vamos hacia adelante y ya vendrán". 

Lope Is Anthrax. Cuando se describía la asamblea de mili- 
tantes el mismo 1 1 -M y cómo se equivocó en su análisis de lo 
que iba a venir, aquello se ve como un proceso. De pronto se 
percibe que hay una fuerza difusa en lo social anónimo que 
nos sobrepasa y nos trasciende pero ante la que se puede vivir 
con los ojos abiertos. No creo que la gente que ha escrito el 
Uamamiento parta de ahí, sino que más bien parece urgida por 
otras necesidades: querer hacer habitable mi vida ya, querer 
vivir ya, rechazar que mi vida se halle atravesada por unas 
relaciones digamos dominadas por el mercado. Esa es la dife- 
rencia, pero no creo que olviden al hombre anónimo. Lo que 
pasa es que hay un momento de transformación, un momen- 
to en que el hombre anónimo puede hacer un 'nosotros'. Y 
potencialmente cualquiera puede hacer ese 'nosotros', pero a 
la vez también es el hombre anónimo. Y no veo que eso entre 
en contradicción con lo que se está diciendo aquí, sino que 
más bien se da por supuesto que el Llamamiento se dirige a los 
cómplices que ya han atravesado el desierto y comparten esas 

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evidencias. Se dirige al hombre anónimo que ha aceptado la 
decisión de constituirse en 'nosotros'. Por eso cuando ellos 
hablan del 'nosotros' no me parece que tenga nada que ver 
con una vieja política, sino con otro tipo de 'nosotros' que 
viene después de un proceso iniciático entre quienes han 
visto el desierto, entre los resucitados. 

A Hole In The Wallet. Hay momentos sectarios en los que el 
Uamamiento se dirige sólo a unos pocos, a quienes quieren 
escuchar. Pero hay momentos en los que se habla a todos: por 
ejemplo cuando se preguntan por qué vamos a los lugares de 
neutralización afectiva, que son esos lugares donde nos ador- 
mecemos y aguantamos así el sufrimiento de vivir. Y se pre- 
guntan por qué, si todo el mundo sabe que ir al gimnasio, al 
centro cultural, al supermercado o al IKEA es ir a que te ador- 
mezcan y a neutralizarte, ¿entonces por qué seguimos yendo? 
Lo plantean, pero no avanzan por ahí, porque el análisis de la 
neutralización desmonta nuestra imagen de la política. Pero sí 
que hay momentos, para mí los más interesantes, donde se 
plantean las cosas desde una dimensión de masas también. 
Porque la dimensión sectaria tiene su límite identitario. La ten- 
sión entre visibilidad e invisibilidad es una de las cuestiones a 
dirimir ahora. Hemos visto los Emites del 'minoritarismo' y los 
códigos cerrados: tu te vas a vivir con 20 personas y te vuel- 
ves gilipollas por mucho que viajes, porque sólo hablas con 
esas 20 personas. Ese es un límite claro de la okupación. Entre 
ese minoritarismo y los movimientos de masas de la izquierda 
que siguen el juego, hemos visto los últimos años que hay 
espacios interesantes y que tienen que ver con todo el mundo. 
Profundizar en el anonimato es la única vía que me interesa, 
acompañada de mucha gente pero anónima. 

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"Quien se constituya de este modo en fuerza sabe que se convierte 

en un partido en el desarrollo mundial de las hostilidades. 

La cuestión del recurso o de la renuncia a "la violencia" 

no es de las que un partido así se plantea" 

Woman Town. A mí, por ejemplo, la idea absolutamente 
central en el texto de que los dispositivos de neutralización 
imperiales son operaciones de guerra que hay que tomar 
como tales si, a su vez, se quieren neutralizar, me es muy cer- 
cana. Y neutralizarlas no ya para poder ir más allá -que tam- 
bién, por supuesto-, es que siempre me ha parecido algo 
incluso imprescindible para poder empezar a hablar. Pero 
dicen más, dicen: esta guerra que se nos hace, esta guerra 
contra nosotros, contra todos, más que librarla hay que com- 
batirla. Y ahí introducen la diferencia, la asimetría, entre la 
guerra civil que propone el imperio con aquella en la que 
deberíamos emplearnos todos aquellos que no la queremos 
en nuestras vidas. Enfrentamiento para intentar desestabili- 
zar o desalojar al otro de una posición, de un lado, y éxodo 
de los espacios de poder o de neutralización dónde todo eso 
debilita y destruye, del otro. Creo que son cuestiones que han 
sido y continúan siendo fundamentales no sólo para mí, sino 
para muchos de los que hemos hecho cosas juntos los últi- 
mos años. 

Ai Home He's A Tourist. Creo que en el Llamamiento hay 
una fulguración tras lo que dicen y es la disposición al enfren- 
tamiento. Dejo planteado un escenario. El texto traza de 
modo apocalíptico un desastre por encima del cual se asenta- 
ría una evidencia: la vida es horrible. Constatan que hay una 
neutralización de los afectos, un aplanamiento. Hablan de 

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espectáculo, de bio-poder. Ante eso, si no se aclaran las cosas 
en la amistad o la enemistad, lo que recubre todo es una situa- 
ción de neutralización, lo que en otros lados llaman hostis ("la 
no-relación consigo mismo [así] como la no-relación global 
de los cuerpos entre ellos"). Se vuelve pues necesario tomar 
contacto con esa hostilidad {hostis) para volverla amistad o 
enemistad. Esa es su línea amigo-enemigo. Rompes con la 
hostilidad cuando tomas posición: qué territorio es el tuyo, 
quiénes son tus amigos, qué enemigos tienes... 

Glass. Ya en el principio hubo una lucha entre formas de 
vida, los anabaptistas, la revolución inglesa, son luchas entre 
formas de vida; hay una que acabó dominando, el colonialis- 
mo, el trabajo, la disciplina, porque nuestro mundo nació en 
los correccionales, en las prisiones, en Virginia a los trabaja- 
dores les imponían la disciplina militar para que trabajasen, 
porque si no se volvían a sus tierras comunales . . . Ya desde el 
principio las luchas son luchas entre formas de vida, es decir, 
entre formas de cooperación, qué compartimos y cómo lo 
compartimos. Más que de desafío, hablan de táctica. 
Atravesar las antinomias que arma la sociedad y convertir el 
pensamiento en una táctica, cómo hacer. Cómo hacer para 
desprivatizar espacios, sitios, mercancías. Hablar, pero para 
pensar cómo hacer. Su pensamiento es táctico y en él vuelve 
a tomar valor la ofensiva, el concepto de 



5.45. Con respecto a la acción violenta se mantienen, creo, 
en un doble lenguaje. El sabotaje es una práctica muy vieja 
que forma parte de la historia de las luchas de la gente cuan- 
do ha querido enfrentarse a lo que la devora. Pero en el 
Uamamiento usan a veces una noción "desituada" del sabota- 



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je que aparece e irrumpe en el mundo en abstracto en lugar 
de formar parte de una situación concreta. El mismo sabota- 
je puede ser muy distinto si se da de manera aislada o forma 
parte de una situación viva de luchas: bien algo que no inte- 
rrumpa nada, o bien algo con mucha fuerza y radicalidad. Ahí 
veo la debilidad del ataque cuando se pone como fin: pierde 
toda capacidad de atención e intervención, precisamente la 
misma que ellos reclaman en otros pasajes. Se estética. Por 
ejemplo, el sabotaje a la izquierda así en general no le veo 
mucho sentido. Quizá es algo efectivamente muy fechado en 
las batallas internas del movimiento antiglobalización en 
2003. Pero dentro de una situación concreta, por ejemplo 
ahora mismo en el interior de la lucha universitaria contra el 
plan Bolonia, pues ahí sí veo la necesidad de ese sabotaje por- 
que la izquierda, con sus fórmulas organizativas y mentales ya 
hechas, está matando toda posible problematización más 
interesante y radical. 

Something 99. En un mundo cerrado, toda expresión de 
vida es criminal y, por lo tanto, si te quieres defender habrá 
una violencia. Como no quedan espacios, toda afirmación es 
criminal. Yo leo su reflexión sobre la violencia desde ahí. 
Como autodefensa, para que la vida pueda vivir. 

SoulRebel. Sí creo en la guerra, en la violencia cotidiana que 
recibo, en el dolor que padezco y el dolor que reconozco en 
el mundo. Los agentes, los dispositivos, "las formas de vida, 
valorizadas y valorizables", los espacios uniformadores y 
valorizados por la violencia cotidiana que también es mediá- 
tica y relacional y de la cual no nos podemos escapar; aunque 
la lógica que usemos sea la difusa o borrosa: se ha de estar en 

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guerra contra esto; es mi propia guerra, como desidentifica- 
ción de mi existencia de tales "personajes conceptuales": 

El sindicalista me lo dice, 

el independentista me informa, 

el ecosocialista, el poeta, el artista, me lo advierten... 

Todos, socialdemócratas de mercado, 

me lo imponen, democráticamente. 

(Más o menos, j en este orden, me lo han ido diciendo) 

Tal vez sea mi viacrucis específico en el cual trabajo desde 
hace tantos años: ¿cómo desde el anonimato, y como singu- 
lar, deconstruir tales personajes que somos? ¿Cómo ser poeta 
sin ser un barrenero? ¿Cómo crear un aparte sin apartarme, 
desde dentro? ¿Cómo ampliar el límite sin que me limite, me 
determine? Atravesar... Efectivamente, estoy totalmente en 
contra de la violencia separada, como método. Pero no de 
violentar algunas violencias que cada día me violentan. La rea- 
lidad nos impone límites que nos constriñen cotidianamente 
y que nos violentan, o empujamos o nos están cada vez dejan- 
do menos espacio. Como se decía antes es una pura autode- 
fensa. 



"La cuestión comunista apunta a la elaboración de nuestra relación 
con el mundo, con los seres, con nosotros mismos" 

Love Is Anthrax. Lo que denuncian es que la izquierda está 
en la misma lógica que el liberalismo existencial. Y sobre todo 
que hace sostenible lo insostenible. Puedes plantearte, como 
se hace por abajo con Lula, aprovecharte de la izquierda en 

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algunos casos para crear comunidad, etc. O puedes preferir 
pensar que todo lo que nazca bajo la izquierda es desierto, 
expande el desierto. Creo que el miedo más grande que tene- 
mos todos, en este tiempo, a pesar de venir de donde veni- 
mos, es la experiencia de lo común, sigue siendo la experien- 
cia de lo común. Y ellos proponen abiertamente la experien- 
cia de lo común, esa es otra gracia que les veo. 



99. Parece que estamos de acuerdo con la lectu- 
ra que hacen del mundo, compartimos su crítica. Pero de 
repente tienen el valor de proponer algo. Ellos se atreven, dan 
ese paso adelante y eso es lo que nos interpela justamente 
¿Nos parece una ida de olla? ¿Es viable? ¿Desde dónde lo lee- 
mos? ¿Nos aterroriza pensarlo? Me parece importante hablar 
de eso, del paso a otra forma de vida, sin buscar al enemigo 
sino relacionándonos con el mundo de otra manera. Romper 
las relaciones capitalistas que nos inundan, que nos absorben. 
Ver hasta dónde somos capaces de llegar. Lo potente del 
Uamamiento es su determinación y su insistencia en eso. Se 
han aventurado en okupaciones y han visto que han sido un 
desastre, pero no han tirado la toalla. Se han dado cuenta de 
que se equivocaron, pero insisten. ¿Qué sentido puede tener 
hablar de esto aquí entre nosotros, después de lo que hemos 
compartido? Este texto nos empuja a dar ese paso. Quizás no 
seamos capaces, porque llevamos el capitalismo tan metido 
dentro que nos hace impotentes. Ahí está el punto de corte, 
el punto de inflexión. 

Glass. Ellos no apuestan por una red amplia y débil: hablan 
de pequeños núcleos consistentes. Son conscientes del nihi- 
lismo reinante. Sólo dicen: en el momento decisivo se tendrá 



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que tomar partido. Si la opción de decir no quiero jugarme la 
vida porque el imperio es demasiado fuerte es la rendición, 
¿cómo plantearse por lo menos jugarte una parte de tu vida? 
Ahí indican el camino de la ilegalidad, que es el partido por la 
inventiva. Y cuando ha habido momentos potentes es porque 
la gente se ha organizado así, en pequeños colectivos, y final- 
mente se crea una crisis, como en Grecia. Ahora somos débi- 
les, el texto nos interpela pero nos da miedo porque somos 
débiles, no creemos en nuestra fuerza porque estamos extra- 
ñados de ella. 

It is notünough. Yo sólo he leído, de los colegas franceses, 
el Llamamiento, sólo una vez, algunas partes las entiendo, 
otras creo que las intuyo y otras se me escapan. A pesar de 
ello, me parece un texto interesante, no me deja indiferente 
ni me es ajeno, en estos tiempos de huida hacia adelante, leer 
reflexiones acerca de la efectividad de nuestra acciones, acer- 
ca de la funcionalidad para el sistema de los movimientos 
sociales o leer la palabra comunismo, me parece interesante 
y muy conveniente, y esta es la parte que más me interpela, 
no tanto la de las propuestas. Yo sé desde hace tiempo cuál 
es esa decisión a la que se llama en el texto, pero sé también 
adonde me lleva y yo opto por otra cosa, no muy distinta, 
creo. Opto por meter la pata donde pueda y por vivir en este 
mundo. Yo deserto pero no me largo. Si deserto y me largo: 
me muero, me suicido, me matan, me meto en la guerrilla, 
me encarcelan... No, yo vivo y lucho y en las rendijas, por- 
que esta vida vale la pena, no vale muchísimo, si valiese 
muchísimo dejaría de fumar, pero vale algo. A mí me inter- 
pela el texto y me ayuda a profundizar en una reflexión ini- 
ciada ya antes de leerlo. 

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r. El Llamamiento forma parte de las politizaciones 
inéditas, porque invita a desertar pero a la vez habla de recu- 
perar experiencias que habitualmente no se consideran políti- 
cas: la reapropiación de lo común es la reapropiación material 
de tecnologías del vivir. Luchar es aprender, recuperar la aten- 
ción, cuidarse, aprender a usar herramientas, a sanarse, es 
darse espacios, es una construcción común de todos los pla- 
nos de la existencia hecha según sus propios tiempos y nece- 
sariamente hostil a un mundo insostenible. Donde reestable- 
cer el contacto material con nuestros devenires. Es el no- 
poder vuelto posibilidad. No es una llamada a crear un afue- 
ra, sino a estar realmente presentes. Es esa su política. Por 
donde se la agujerea, la realidad supura, o se la puede aguje- 
rear para pasar a otro lado, entre estas dos posibilidades se 
inscriben Grecia, Francia en el 2005 y también los movimien- 
tos anónimos, el 13-M, V de Vivienda, de la despolitización 
surgen politizaciones inéditas y el Llamamiento forma parte de 
ellas. 



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